Capítulo Tres

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Capítulo Tres

Ella desvió la mirada rápidamente, y con un movimiento ágil de la cabeza, dio inicio a una nueva obra acompañada por sus hermanos. Me aparté, pero no perdí la sonrisa en el rostro. Verla a ella era algo que llenaba mi ser de sentimientos hermosos, y a la vez aterradores. Es como estar demasiado cerca de un abismo cubierto de riquezas... Dios, estoy tan desquiciado.

Podía jurar que nunca había sentido pasar el tiempo tan lentamente, y tener a América tan hermosa, allí, en frente mío... hacía que me dieran unas ganas terribles de tomarla en frente a todos los invitados.

Ella tenía que ser mía.

En ocasiones susurró cosas a Gerad, y el pequeño asintió para luego tocar su melodiosa flauta de nuevo, y lo mismo pasaba con May. A pesar de que me quedé demasiado cerca del lugar de los músicos; América se negaba a darme una sola mirada, me evadía como si el tan solo verme le diera alergias. ¿Por qué vendría al palacio entonces? Ella sabe que este es mi hogar, y que tarde o temprano me encontraría.

El acto terminó, los invitados se retiraron; pero parte del trabajo de los Singer era musicalizar hasta el último paso que los todos dieran fuera del palacio. Con paciencia la esperé—me alagué por aquello—fingiendo estar muy ocupado en mi bebida. Cuando por fin se había retirado todos los invitados—incluyendo a mi padre, quine con un giño hacia mí fue directo a la recamara de mi madre—Los Singer detuvieron su obra, y con suma educación hicieron una reverencia antes de tomar sus instrumentos.

Dejé mi copa sobre la gran mesa, y me dirigí hacia ellos. Gerad limpiaba con un trapito de franela su flauta color platino; y América se acercó a él para ayudarlo. La verdad, no sé si ella se percató de mi presencia, o prefirió ignorarla; pero sus hermanos hicieron una reverencia incluso antes de que estuviera lo suficientemente cerca, mientras que América seguía concentrada en su limpieza.

—Su majestad—saludaron los dos niños hacia mí.

Les asentí en un saludo; y entonces América se giró por fin.

Sus ojos azules profundos estaban clavados en los míos; era un hecho que no se sentía ni lo más mínimamente intimidada por estar en frente al rey, y sin siquiera bajar la cabeza hizo su reverencia antes de murmurar con voz indiferente.

—Majestad—su voz no transmitía sentimiento alguno, y con rapidez se volvió a girar para tomar su violín y la flauta de su hermano entre los brazos.

No sabía muy bien a qué atenerme con ella, y estaba demasiado seguro de que en este momento estará odiándome internamente. Lo merecía, pero ella me traicionó... Tenía razones para cometer aquel error que implicaba casarme sin amor.

Decidí que mi orgullo iba delante de todos, incluyendo a América Singer, y mantuve una sonrisa soberbia ante ella. No pareció importarle demasiado, y tomó a Gerad por los hombros, abrazándolo en un gesto posesivo.

Hay por favor—pensé—Tampoco es como si quisiera hacerle daño... Al menos no de ese modo.

—América, un gusto volver a verte—Me acerqué a el niño, y le acaricié la melena pelirroja. Él tenía una expresión de orgullo, como diciendo "—Mira, el rey me ha acariciado—"

—El gusto es todo mío, Majestad—con estrictos modales ella respondió, sin ánimo de alagar la charla.

No me dejaría así.

May desapareció de mi vista muy de repente, y trató de llevar ella sola la gran pila de partituras. Como era de esperar, estás cayeron al suelo esparramándose por todas partes.

—Oh, no—lloriqueó la niña, y agachándose empezó a recogerlas.

América sonrió con ternura, y entonces levantó a su hermana antes de murmurarle algo inentendible. May asintió y luego de despedirse de mí, fue corriendo hacia los pasillos.

Sin (A Kiera Cass Novel FanFiction) #WWADonde viven las historias. Descúbrelo ahora