Uno

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🍕  DELIA  🍕

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🍕  DELIA  🍕

Camino con paso seguro hasta el mostrador, la chica sube la vista por detrás de sus lentes y me enfoca, sonrío por educación, aunque la verdad es que me provoca zarandearla para ver si así me atiende y deja de pintarse las uñas durante su horario laboral.

Tres veces, tres obstinantes veces le he pedido la planilla que necesito para inscribirme en el concurso, y las tres veces, me ve por detrás de sus lentes, se sopla el esmalte y me hace señas para que espere un momento. Mi paciencia se está agotando con Miss uñas de mierda del año. Como lo supongo, vuelve a ignorarme, así que tomo una respiración honda para sacarle la madre a ella, al creador de los esmaltes de uñas y a toda su generación, pero soy interrumpida antes de pronunciar palabra alguna.

―Buen día, preciosa, vengo por la planilla del concurso Star Chef.

Giro la cabeza para dar con un tipo de cabello rubio, ligeramente despeinado y vestido de modo informal, que le sonríe coquetamente a Miss uñas de mierda del año, y para mi sorpresa, ella bate sus largas pestañas, abre una carpeta e importándole un comino sus uñas, se inclina hacia adelante, dejando a la vista su pronunciado escote, para posteriormente extenderle la planilla al recién llegado.

―Gracias, linda ―dice guiñándole un ojo―. ¿Lleno todos los campos y te la dejo o necesitan algún documento extra?

―No, no hace falta nada más, llena los espacios marcados con un asterisco y cualquier duda me puedes preguntar, es muy importante que dejes un número de teléfono donde te podamos localizar.

Su voz ha sonado como la de una de esas mujeres que trabajan atendiendo llamadas de líneas calientes. Ruedo los ojos por semejante desfachatez, porque la muy idiota pasa de mí, pero llega un tipo utilizando sus encantos y rápidamente lo atiende. Que perra.

El rubio muestra otra sonrisa de galán antes de ir a sentarse.

―¿Será posible que me des la planilla del concurso o también tengo que decirte alguna babosada como preciosa o linda?

Si las miradas mataran, yo ya estuviera bajo tierra, pero me trae sin cuidado porque igual logro que me dé la bendita planilla.

Camino hacia el puesto que he ocupado por los anteriores treinta y cinco minutos, pero ahora está siendo utilizado por el rubio con sonrisa patentada de dentífrico. Bufo, exasperada, luego me siento en la única silla disponible, frente a él. Desde mi posición puedo ver que está concentrado llenando su hoja, de vez en cuando muerde la punta del bolígrafo y al hacerlo, frunce el ceño haciendo que sus cejas se junten un poco. Tengo que admitirlo, el tipo es guapo y el característico acento británico que le escuché ha sonado muy bien, tiene una voz gruesa y seductora. Sacudo la cabeza y me regaño mentalmente. ¿Qué te pasa?, ¿te has vuelto loca? Llena la planilla, no es momento de estar mirando a nadie, menos a un aspirante.

El concurso Star Chef se lleva a cabo todos los años en la academia Chef of London, ubicada en el centro de Londres, en la calle Mortimer. Pueden participar los alumnos matriculados en gastronomía de la academia, como es mi caso, alumnos que estudien lo mismo en otra institución o también aficionados en el área, cosa que me parece totalmente desequilibrada, ya que no puedes comparar el conocimiento de alumnos que aprenden con los mejores chefs en una academia, con el de alguien que sólo diga que sabe cocinar. Pero, en fin, yo no creé las reglas.

El concurso tiene una duración de cinco meses, finalizando en enero. Luego de inscribirse hay una ronda de pre-selección donde un jurado escogerá las cinco mejores recetas, por ende, quedarán cinco participantes, luego viene el método de eliminación. Una vez al mes, los participantes tienen que preparar un plato típico de algún país y el país seleccionado será secreto del jurado, sólo será revelado en cada eliminatoria a los concursantes que logren avanzar, dándoles así un margen de tiempo de treinta días para planificar bien su elección de plato típico. Luego de esto, sólo dos participantes lograrán llegar a la contienda final, para sólo uno obtener el estupendo premio: 500 mil libras para iniciar tu propio restaurante, una certificación de chef profesional firmada por los miembros del jurado, la primera estrella Michelin para tu local, eso sin contar los valiosos contactos que puedes obtener en la competencia.

Dejo de escribir en la planilla cuando siento que alguien está de pie, frente a mí. Alzo la vista para encontrarme con unos ojos verde aceituna que me miran con curiosidad, como si la vida se le fuese en ello.

―¿Eres participante del Star Chef? ―pregunta, yo asiento―, suerte entonces ―dice fríamente.

―Igual ―contesto de la misma manera.

El rubio mantiene la mirada clavada en mí más tiempo de lo debido y yo comienzo a incomodarme, pienso en presentarme, pero él me da la espalda y camina hasta el mostrador, le entrega la planilla a Miss escote sugerente y se marcha. Arrugo la frente. Ok, eso fue muy extraño. Pero decido ignorarlo y termino de llenar mis datos. Me levanto, la pelirroja recibe mi hoja con mala cara y le echa un vistazo, luego me da la espalda para hablar en el teléfono:

―Sí, hay dos participantes más, Collin Tanner y Delia Dávila...

Respiro hondo al salir, sintiéndome al fin tranquila por haber hecho mi inscripción. Comienzo a caminar por las calles de Londres, ya llevo dos años en esta ciudad y todavía me cuesta acostumbrarme a las rutas de transporte. Mi elección para desplazarme a cualquier parte siempre es el subterráneo.

Desde que llegué vivo en casa de mi amiga Joyce. Ella, junto a su hermano menor, Bryam, y sus padres, Ben y Evie, me recibieron sin problemas. Me han tratado tan bien que a veces siento que soy una Hamilton más. Al principio me costó adaptarme, pero poco a poco me he acostumbrado. Es una sensación extraña sentir que tienes padres de nuevo, ellos son de los que te regañan si llegas tarde, de los que se preocupan si no desayunas antes de salir, de los que se equivocan de nombre y te llaman por el de algún otro hermano, de los que se sientan todas las noches juntos a cenar; para mí es algo nuevo, pero agradable.

Cuando llegué a Londres todavía era período vacacional, en ese tiempo aproveché para tomar un curso de inglés y conocí la ciudad. Joyce se encargó de llevarme a muchos lugares, me presentó a sus amigos y me ayudó a instalarme en su casa. Pero lo más interesante que me pasó ese verano fue conocer a Daryl Evans, mi novio. Él es fantástico, tengo suerte, todos me dicen lo cariñoso y bueno que es, hemos estado juntos durante año y medio, nos llevamos muy bien. Aunque a veces siento que a nuestra relación le falta algo... tal vez sea que la costumbre me ha estado fastidiando un poco. Lo quiero, de verdad que sí, pero no puedo evitar que una parte de mí anhele un amor un poco más... desbordante, algo que me haga sentir un torbellino de emociones. Niego con la cabeza y repito mi mantra: Daryl es el chico perfecto para ti.


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La receta ganadora ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora