Veintiocho

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Hold my hand - The Fray

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Hold my hand - The Fray

🍫   COLLIN   🍫

Miro la venda que tengo en el codo mientras estoy sentado en una camilla, sigo algo aturdido, quiero irme, pero según ellos debo esperar. Por suerte no estoy herido de gravedad, diez puntos en el brazo, un golpe en el tobillo y un fuerte dolor de cabeza.

Como todos los que entran a revisarme, también me sorprendo al ver cómo quedó el casco, ese tuvo que haber sido el sonido que escuché cuando caí, si no lo hubiera llevado puesto probablemente lo que estuviera destrozado fuera mi cabeza. Alzo la vista porque dos oficiales murmuran, veo sus caras entre las cabezas de doctores y enfermeras, alguien se aclara la garganta y miro a la persona que los interrumpe, tiene los ojos cansados y está sosteniendo de la mano a Desiré, que tiene lágrimas en los ojos y el cabello despeinado, como si no le hubiera dado tiempo de arreglarse, ambos me ven y caminan hasta donde estoy.

—Collin... —murmura papá, viendo mi brazo.

—Estoy bien —digo para tranquilizarlo, lo llamé apenas pude, ya que es el único número que recordé de memoria—. Sólo es una cortada.

—Nos diste un susto tremendo —habla Desiré, su voz es tan débil como una hoja en el viento, luego se acerca y besa mi mejilla, siento la mano de papá apretar mi hombro.

—¿Qué sucedió? Siempre eres muy cuidadoso cuando manejas.

—¿Ves por qué odio las motos, Frank? —lo cuestiona Desiré.

—Manejaba con precaución, más aún porque estaba lloviendo, esto no fue un simple accidente —explico.

Desiré abre mucho los ojos y me mira atenta, papá mira de reojo a los oficiales.

—¿Qué quieres decir? —pregunta volviendo sus ojos hacia mí.

—Que alguien me golpeó con su auto a propósito, creo que intentaban matarme.

Desiré se queda pasmada y papá se yergue recto, todo su cuerpo desprende enfado.

—¿Ya denunciaste? ¿Por eso están aquí?

Asiento y ellos se quedan muy callados.

—Sé quién fue —digo apretando los dientes—. Fue la loca de Judy Morrison.

—¡Desgraciada! —gruñe mi padre con ira.

Desiré le suelta la mano y la coloca en su hombro en un gesto tranquilizador, lo miro a los ojos y pregunto:

—¿Y Delia por qué no vino con ustedes?

—Ella... —dice sin poder completar lo que quiere decir y me mira de una forma extraña.

—Ella, ¿qué? —insisto ansioso.

—Ella está en la academia, hijo, no sabe nada de esto, estaba furiosa porque te llamó miles de veces y no atendías ni llegabas. Dijo que seguiría el plan, luego de la eliminación se irá al aeropuerto.

La receta ganadora ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora