Siete

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Bazzi - Mine

Bazzi - Mine

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DELIA

Miro a mis compañeros, que hablan entre ellos, ninguno parece haber notado el repentino nerviosismo que me produce la invitación de Collin. Él se levanta y me extiende la mano, la tomo con algo de recelo y me pongo de pie. Dejo que me guíe mientras voy rezando, ojalá me esté llevando a la cocina, ya que su invitación puede tener algo de doble sentido. Hago el trayecto en silencio, pero detallando el lugar, el Tadyer House tiene un ambiente familiar muy agradable que me recuerda al restaurante de mi tío Alfonso, él también es chef, pasé muchos días en ese lugar y justo ahí fue donde descubrí mi vocación.

Joyce no debe conocer el Tadyer, porque de ser así me hubiera traído antes.

Paramos frente a una puerta doble, Collin la empuja y me hace avanzar, comienzo a observar toda la estancia con curiosidad y la primera impresión que tengo es que es pequeña, aunque veo todo lo indispensable para que funcione, hay muchas cosas deterioradas. No veo al chef y eso me extraña, hay dos hornillas encendidas, pero nadie les está prestando atención. ¿Cómo es posible?

Abren la puerta y entra un muchacho, se sorprende al verme, por su vestimenta deduzco que es uno de los mesoneros.

—Etan, ella es Delia —dice Collin mientras se acerca a las hornillas.

El pelinegro no contesta, pero luego de unos largos segundos reacciona y me sonríe.

—Hola —le digo.

—Lo siento, hola —dice, y estrecha mi mano—. Sólo venía a traer una orden.

Asiento, sonriéndole.

—Discúlpalo, no suele ver mujeres dentro de mi cocina —escucho.

Me giro, pero no veo a nadie, está igual de solo que cuando entramos. Pero de pronto, una maraña de pelo castaño se revuelve cerca de un frigorífico, hasta que la silueta se incorpora. Un hombre con ropa de chef, alto, con barba de días un poco desaliñada y de ojos verdes, me mira fijamente, su gesto es fuerte e intimidante.

—Ella es Delia Dávila, participante del Star Chef —explica Collin.

El señor sonríe suavizando el gesto y me ve con más interés. Me acerco y le extiendo mi mano, pero no la estrecha, se la lleva a los labios y deposita un beso caballeroso. Lo miro con atención y me sonrojo ante el inesperado gesto.

—Un placer, señorita Dávila. Soy Frank Tanner.

¿Tanner?

—El placer es mío —digo desconcertada. Collin se da cuenta y alza los hombros con despreocupación.

—Olvidé mencionarte que trabajo para mi padre.

Frank hace una mueca que no pasa desapercibida ante mis ojos, acto seguido, pone toda su atención en la cocina y yo trato de no ponerme más nerviosa. ¿Cómo se le olvidó ese detallito? Me está presentando nada más y nada menos que a su papá.

La receta ganadora ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora