Dieciséis

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COLLIN

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COLLIN

La semana pasó en un abrir y cerrar de ojos. 

Salgo del Tadyer House y miro el reloj: la una de la tarde. Como es viernes, mi turno es de medio tiempo, esa fue la única petición que hice al comenzar a trabajar con mi padre y él aceptó. Reviso mi teléfono, busco el número de Alan, necesito planear algo para hoy porque no quiero quedarme encerrado en casa, pero al instante desecho la idea, verme con él podría implicar una conversación que no quiero tener.

Inconscientemente sonrío al recordar que Delia debe estar por salir de la academia. ¿Y si paso el día con ella? ¡Pero bueno, Collin, vas a parecer un idiota desesperado! Pienso. No la veo hace cinco días, entre mi trabajo y sus estudios no se ha dado la oportunidad, pero ya me cansé de ver su foto de perfil en la página del concurso.

—¡Al diablo! —espeto, y me subo a la moto.

Cuando se trata de ella no puedo evitar sentir una emoción extraña, Delia me convierte en un desesperado incapaz de pensar coherentemente, la acepté demasiado rápido y éstas son las consecuencias.

Al llegar pregunto por los alumnos del segundo semestre de gastronomía, me informan que aún se encuentran en clases, así que la espero sentado en mi moto.

Unos minutos después varios estudiantes comienzan a salir en manada, en ese momento la veo, sale acompañada de un grupo de cinco, entre ellos va uno que no deja de comérsela con la mirada. No puedo evitar el babear también cuando veo cómo está vestida, lleva puesto un pantalón corto que hace juego con sus botas negras, una blusa azul y sobre esta una chaqueta diplomática. Su cabello está suelto, se ve hermosa.

Me quedo viéndola hablar con sus compañeros, ríe con una de las chicas, hasta que un tipo alto, desgarbado, de cabello largo y amarrado en una cola, se pega mucho a ella y roza su mano. ¡Te equivocaste de chica, pelo de Barbie! Y decido acercarme y marcar territorio, sin quitarme los lentes de sol avanzo hacia ellos. Al llegar abrazo su cadera, adhiriéndola a mí con demasiado ímpetu, ella da un respingo y al verme pestañea sorprendida.

—¿Collin? ¿Qué... haces aquí? —tartamudea.

No le doy tiempo a reaccionar y la beso en la boca, sin importarme la pizca de posesión que estoy dejando en el beso, ni tampoco me preocupa el abismo que siento en el estómago cuando me separo.

—Vine a buscarte, preciosa —respondo mientras aprieto mi agarre. Sus ojos azules me miran extrañados, luego observa a sus amigos sin saber cómo reaccionar—, hola —saludo al grupo de personas a nuestro alrededor—. Pienso secuestrar a mi chica todo el día, no les importa, ¿verdad?

Dos de los tipos que hace segundos soltaban risas niegan descolocados, la chica se ha ruborizado y pelo de muñeca está alucinando de lo lindo.

—Pues, entonces vamos —digo, y entrelazo nuestros dedos. Ella asiente, se despide y la guío lentamente hasta la moto.

La receta ganadora ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora