-¿Has acabado ya, Naruto? ¡Eres un desastre!
Un muchacho de pelo rubio y despeinado salió de la cocina con una sonrisa y el delantal anudado a la cintura. Le dirigió una sonrisa a la pelirroja, manteniendo en equilibrio las botellas de cerveza sobre la bandeja.
-Y tú una impaciente, mamá.
Salió de detrás de la barra casi de un salto, dejando las botellas en la mesa más cercana.
La rutina era la de siempre y el bar, como siempre, estaba lleno hasta los topes. Era domingo, y era habitual que tanto jóvenes que buscaban ponerse al día o intentaban ligar como adultos vinieran a pasar el rato. Saludó con la cabeza a un cliente que entraba y volvió a la barra. Su madre lo fulminaba con la mirada, como siempre, aterrándolo.
-¡Tendrías que estar aquí desde hace una hora!
El rubio sonrió, sacando la lengua.
-Me entretuve con Kiba, no es para tanto.
Su madre no pensaba lo mismo, porque le dirigió una mirada furibunda antes de deslizarse de vuelta a la cocina. Naruto suspiró y fue rápidamente a tomar nota al cliente.
Era un hombre joven, de unos veintipocos, con el pelo negro sujeto en una coleta. Llevaba una camisa sencilla y unos pantalones negros, y Naruto se preguntó cómo no estaba muerto de frío en invierno.
-Hola, ¿qué puedo servirle? -limpió un poco la mesa-más por costumbre, porque estaba como una patena- y le dirigió una sonrisa cordial.
-Vaya. No es fácil sonreírle a todo el mundo, ¿verdad? Y tú lo haces cada día.
Naruto le miró, algo descolocado.
-Eh... Sí. ¿Querría... algo?
El desconocido lo miró un momento, y luego sonrió levemente.
-Un café con hielo, por favor.
Naruto asintió, intentando calmarse. Se encontraba con gente rara cada día y, por supuesto, su trabajo le obligaba a sonreír y ser educado, aunque deseara ahorcarles. Pero ese hombre le transmitía una sensación extraña. No peligrosa, pero... extraña.
Agitó la cabeza y le dirigió otra sonrisa antes de correr hacia la barra.
-Un café con hielo, Sai.
El chico alzó una ceja.
-Sí, han pedido café con hielo con este frio. ¿A mí que me cuentas?
Sai esbozó una de sus falsas sonrisas y se puso con el pedido. Naruto soltó una risita y corrió a limpiar una mesa que había quedado vacía. Su madre seguía en la barra, atendiendo a todos como podía. Dentro de poco, iba a tener que relevarla.
Cuando regresó a la barra, Sai ya había preparado el café. A Naruto le caía bien. Era un chico diligente y, aunque un poco idiota, era amable a su manera. Era mudo, por otra parte, y Naruto era el único -o al menos, uno de los primeros- que le había tratado con total normalidad, intentado entenderlo a pesar de todo. Y había llegado a hacerlo bastante bien, porque ya casi podía entenderlo con unos meros gestos.
Le sonrió y le llevó el café al tipo raro. Estaba entretenido tecleando algo en el móvil, mordiéndose nerviosamente la uña del pulgar.
-Aquí tiene.
Ni siquiera levantó la cabeza. Naruto suspiró y se escabulló rápidamente, volviendo a la barra para ayudar a su madre.
El resto del día transcurrió con sorprendente tranquilidad. Los clientes dejaron de agolparse y Naruto tuvo tiempo incluso para "charlar" un poco con Sai, que esta vez sonreía con total sinceridad.
Cuando llegó la hora de cerrar -y estaba tan molido como de costumbre- el hombre seguía ahí. Miraba por la ventana -se había echado una chaqueta encima, gracias al cielo-, sorbiendo lentamente el café.
"Ya debe estar aguado", pensó Naruto, yendo para recoger la mesa.
-Vamos a cerrar en breves, señor -le sonrió.
-Y ahí sigues, con tu perenne sonrisa -comentó, distraído. Naruto soltó un leve suspiro, apenas perceptible. El desconocido se giró y le sonrió. -Me pregunto... ¿conocerás lo que es el dolor?
Naruto dio un paso atrás, ya empezando a asustarse. Por su parte, el desconocido se levantó, dejando el café prácticamente entero, y salió del bar sin soltar una palabra más, el dinero pulcramente doblado sobre la mesa. Se quedó un rato con la vista fija en la puerta. La punta de los dedos le temblaba ligeramente.
Soltó un grito cuando notó una mano sobre el hombro.
Sai levantó las manos, agitándolas a modo de disculpa. Naruto suspiró, y consiguió soltar una risita nerviosa.
-Oh, no... no es nada. Sólo... -miró de reojo la puerta- los chalados habituales.
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Sentencia(dos).
FanfictionTodos tenemos secretos. Pueden parecer inofensivos... pero, ¿y si no lo son? ¿Qué pasa cuando alguno de esos secretos te estalla en la cara? ¿Y qué puedes hacer si esos secretos ni siquiera son tuyos? ¿En qué puedes confiar cuando todo lo demás fall...