Capítulo 9

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Se removió, incómodo. No le gustaba estar cerca de los perros. Prefería, con mucho, los gatos. Pero no se dio cuenta hasta estar al lado de uno que los perros realmente le aterraban.

-¡Kyuu, largo! -le gritó Naruto, tirándole una zapatilla. El perro gruñó con nerviosismo, y se alejó a grandes zancadas.

Y si había algo que le molestaba más que tener ese cachorro rondándole, era tener que aguantar a ese idiota. ¿Por qué no se había largado y le había ignorado? "Buena pregunta" se dijo. Pero allí seguía, mirándole cocinar.

A pesar de que le había repetido que no hacía falta nada, que se conformaba con un sándwich, allí estaba, haciéndole una menestra de verduras. La verdad es que el olor le estaba haciendo la boca agua. Hacía mucho que no comía nada que no fuera a domicilio o precalentado.

-Esto ya casi está. ¿Me acercas el plato?

Después de servir la comida y poner la mesa, se acomodaron en el sofá del salón -¿qué había de la buena costumbre de usar las mesas?- y Naruto puso una película cualquiera de su reproductor ante la negativa de contestar del moreno.

-Pues te ha tocado La Sacerdotisa Demonio.

-¿Qué narices es eso?

Naruto se sentó de un salto en el sofá, dándole al play en el mando.

-Es una peli de anime, de ninjas. Si me acuerdo bien, tienen que escoltar a una sacerdotisa hasta otro país para que selle a un espíritu que solo ella puede sellar.

Sasuke bufó.

-Qué chorrada. ¿Te gustan los ninjas y esas cosas?

-Hey, ¿a ti no te molaría ser uno? -dijo con una sonrisa.

-Paso de esas tonterías.

-El protagonista es un poco idiota, pero buena gente. Ya lo verás, de todos modos.

Sasuke sonrió maliciosamente.

-Me recuerda un poco a ti.

Naruto soltó un gruñido, metiéndose el tenedor en la boca. Sasuke probó la comida, algo reticente. Tenía que reconocer que estaba deliciosa.

-Espero que sea por lo de buena gente, o te vas a ganar un puñetazo.

-Más quisieras, usuratonkachi.

Y aunque al principio ambos estaban tensos como gatos, acabaron relajándose, soltando risas de vez en cuando ante cada estupidez de la peli y cruzando alguna que otra palabra.

Después de la película, Naruto se desperezó dispuesto a irse a la cama. Para su sorpresa, el moreno se había quedado dormido en el sofá, con –quién lo diría- Kyuu acurrucado a sus pies. Naruto soltó una risita, le quitó el plato del regazo y le echó una manta por encima. Llamó a Kyuu -que se revolvió y sollozó bajito, pero terminó por obedecer- y cerró la puerta, dejándolo dormir.

-Menuda princesa -se rio. Fue a su cuarto y lo dejó tranquilo, quedándose profundamente dormido en cuestión de segundos, con la leve respiración de Kyuu de fondo.

.

Se levantó por la mañana, y como todos los días, lo primero que hizo fue meterse en la ducha. Cuando salió de ella con el pelo empapado y solo una toalla anudada a su cintura, fue cuando se acordó de que Sasuke estaba en su casa. Más bien, se dio cuenta cuando se lo encontró a la salida del baño, con la boca abierta y las mejillas teñidas de escarlata. Naruto, por su parte, tenía toda la cara roja. Soltó un grito y volvió a encerrarse de un portazo en el baño.

Cuando el moreno consiguió reaccionar, parpadeó un momento intentando eliminar la imagen de su retina y dio un suave golpe contra la puerta.

-Eh... me voy. Ya... nos vemos en clase.

Salió corriendo antes de que le diera tiempo a contestarle. Esquivó al perro y salió de la casa, bajando las escaleras a toda prisa. El aire frío le golpeó en la cara, y se caló la bufanda hasta la nariz. Solo cuando estuvo en la calle, pasando desapercibido a las miradas de los desconocidos, soltó una gigantesca carcajada que hizo que todos se volvieran a mirarle.

.

-¿Naruto, estás en casa?

-Sí. Ya-ya voy.

Llevaba en el baño como unos veinte minutos, respirando agitadamente contra la puerta. Consiguió normalizar su respiración -por fin- y salió del baño para vestirse.

-Naruto, cariño, yo...

-No tengo tiempo, voy a llegar tarde a clase.

-Naruto...

-Ahora no -insistió, terminando de vestirse. Tenía que llegar a literatura. Tenía que exponer el maldito trabajo con Sasuke. E iba a llegar tarde.

Su madre lo retuvo, agarrándolo con fuerza del brazo. Naruto la miró, incrédulo.

-Mamá, ¿qué...?

-Minato. Namikaze Minato. -le soltó con suavidad, pero el rubio ya no parecía tener prisa por irse. -Ese es tu padre.

Se quedaron así, mirándose en silencio, lo que pudieron haber sido horas. En realidad, no fueron más que unos segundos.

-Tengo... tengo que irme a clase -susurró, saliendo de su ensimismamiento. Echó a correr, sabiendo que no lo hacía por llegar tarde, sino por huir. Por huir de una realidad que no entendía y le aterraba. Una realidad que le cazaba con demasiada prisa como para poder huir de ella.

Una realidad que, sin saberlo, ya le había atrapado.


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