Se sentía bien llegar a casa. Ese tío -Itachi- no había conseguido que le diera miedo, ni siquiera ansiedad. Sai lo había traído desde el hospital -no había tenido apenas noticias de su madre en el fin de semana que había estado ingresado- y estaba molido por la caminata, pero a la vez extrañamente reconfortado. El dolor del pecho se había convertido en una molestia, importante, pero no lo suficiente como para tenerle tendido en una cama.
El olor de gofres le vino desde el salón y no pudo evitar sonreír.
-¿Qué...?
-¡SORPRESA! -gritaron todos a coro. Naruto sonrió.
Ahí estaban todos sus amigos, con una gigantesca bandeja de gofres cubiertos de chocolate. Sakura, Ino, Lee, Neji, Chouji, Shikamaru, Ten-Ten, Shino..., todos sus amigos, con Kiba e Hinata delante.
-Chicos -susurró. -¿Qué hacéis aquí?
-¿No está claro? -intervino Kiba con un gruñido alegre. -Queríamos darte la bienvenida.
Sai le tocó el hombro y le sonrió, dándole a entender que él también había participado.
-¿Y vosotros no tenéis clase? -sonrió de medio lado, mirando el reloj del salón, que marcaba las doce del mediodía. Sakura se adelantó, pasándose una mano por el pelo.
-Los profesores nos han dado dejado escabullirnos para hacer esto. Sabes que le caes muy bien a Iruka-sensei, baka.
No hizo falta nada más. Se sentaron en el sofá, la mesa e incluso el suelo para empezar a comerse los gofres. Se pusieron al día entre risas. Entre otras muchas cosas, Naruto se enteró de que tenía hasta el miércoles para estudiar el examen, que la profesora de gimnasia -Tsunade-sensei- se había lesionado en el salto de vallas, que Shikamaru casi había mandado a tomar por culo a Asuma, y eso le había costado un par de horas de castigo.
-Ese tío está como una cabra -gruñó, dándole el último mordisco a su gofre.
-Pues yo creo que le caes bien -le sonrió Naruto. Shikamaru bufó, y arrancó una carcajada general.
Más o menos a las seis de la tarde -Naruto pidió pizzas y refrescos para comer- y tras un maratón de películas, se despidió de sus amigos tras darles las gracias veinte veces.
-¿Estás seguro que estarás bien solo? -preguntó Kiba, preocupado. Naruto le sonrió.
-Esta es mi casa. Estaré bien.
Kiba frunció el ceño. Pero luego sonrió con superioridad.
-Chicos. Traed el regalo definitivo.
Naruto arqueó una ceja, pero antes de que pudiera decir nada, escuchó un ladrido.
-No. ¿¡En serio?!
Sus amigos sonrieron, haciendo un pasillo por el que entró Iruka con un perrillo blanco, que agitaba la cola amistosamente. Soltó la correa y el perro se dirigió directamente hacia Naruto, que se arrodilló para acariciarle con energía.
-¡Hola, chico!
-Todavía no tiene nombre, puedes ponérselo tú.
Naruto miró atentamente al perro. Era totalmente blanco, con el pelaje largo y alborotado, excepto por unas líneas negras que rodeaban sus ojos, y continuaban hasta las orejas, enmarcando sus bordes como una pincelada.
-Kyubi. -susurró, muy seguro, pegando su frente a la del animal. -Kyuu, para abreviar. -El perro mostró su conformidad con un ladrido, y sus amigos estallaron en risas y aplausos.
.
-Naruto. Estoy en casa.
Naruto ni siquiera se molestó en devolverle el saludo. Estaba sentado en el sofá, con Kyuu tumbado sobre su regazo, jadeando con fuerza mientras le rascaba la tripa. Su madre se asomó a la puerta, mirándole. Parecía que dolía mirarle.
Naruto se quitó a Kyuu del regazo, acariciando la cabeza del perro. Ni siquiera se molestó en darle ninguna explicación. La miró fijamente a los ojos y se llevó la mano a la herida inconscientemente.
-"Dile a Kushina que Hidan le manda recuerdos".
Su madre se puso pálida como la leche y dio un paso atrás. Por un momento pensó que iba a desmayarse, y comprobó dolorido que no le importaría un ápice. Él había recibido un disparo en el pecho por su culpa.
-No se lo dije a la policía. -acarició el cuello de Kyuu para intentar calmarse. -No se lo he dicho a nadie. Quería ver qué decías. Que me explicaras quién es Hidan. Quién es Itachi. -se mordió el labio, pero ya estaba llorando. -Quién eres tú.
-Naruto... No...
-No vas a contármelo, ¿no? Igual que no sé nada de mi padre. ¿Qué, también tiene que ver con él?
-Naruto, no hagas esto, por favor...
-¿¡Qué yo no haga esto!? ¡Me han pegado un tiro por tu culpa! ¡Y ni siquiera quieres decirme qué está pasando!
Kushina bajó la cabeza, manteniéndose en silencio. Naruto esperó, pero no dijo nada. Se hartó, salió corriendo con Kyuu en brazos y se encerró en su cuarto de un portazo.
Se echó a llorar, con la cabeza enterrada en su pelaje. El perrillo gimió, intentando consolarlo. Pero ya no podía aguantar más. Ya no podía mirar a un desconocido a la calle sin sentir miedo. No podía dejar de buscar a Itachi, aterrado. Y ahora ni siquiera podía confiar en su madre.
¿En quién podía confiar ahora?
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Sentencia(dos).
FanfictionTodos tenemos secretos. Pueden parecer inofensivos... pero, ¿y si no lo son? ¿Qué pasa cuando alguno de esos secretos te estalla en la cara? ¿Y qué puedes hacer si esos secretos ni siquiera son tuyos? ¿En qué puedes confiar cuando todo lo demás fall...