Capítulo 17

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Odiaba esos días. Los odiaba con toda su alma. Pero allí estaba.

Se puso los guantes y recogió con cuidado el teléfono móvil del que hacía tan solo unas horas había salido una llamada hacia su propio móvil. Su número aún seguía parpadeando en la pantalla.

-Intentó llamarte.

-Lo sé.

Hatake Kakashi llevaba una sudadera negra y una larga bufanda roja que, como siempre, enrollaba sobre la boca y la nariz, y unos pantalones azul oscuros. Si no fuera por la gorra que le tapaba el pelo y la placa que colgaba de su cinturón, habría pasado por un hombre cualquiera... incluso por un vagabundo. Pero Kakashi era policía, y lo era por algo. Lo era por el mismo motivo por el que estaba allí.

Su compañera, Nohara Rin, estaba hablando por teléfono con la central. Alguien tenía que avisar a su madre. Y no iba a ser él quien lo hiciera. Rin tampoco parecía muy por la labor.

-¿Estás bien?

Kakashi dio un respingo. En realidad, su cuerpo no se movió en absoluto, pero se sobresaltó ligeramente con la cercanía de su compañera. La tranquilidad y hostilidad que destilaba su voz.

-Intentamos protegerle. Esto no fue culpa tuya.

Kakashi no respondió. Se encogió de hombros, pero su compañera vio como apretaba los puños con rabia. Hatake no era alguien que se tomara todos sus casos como algo personal. Si lo había hecho con este, era porque se había encariñado con el chico. Incluso aunque no lo supiera.

Ellos habían sido los que habían acudido a la llama de socorro. Habían oído un disparo en un apartamento. Cuando llegaron, se encontraron a aquel rubio tendido en un gigantesco charco de sangre. Kakashi había sido el primero en reaccionar, tirándose sobre él para intentar detener la hemorragia. Rin había llamado a una ambulancia. Con toda esa sangre, ninguno de los dos esperaba que hubiese sobrevivido. Y lo había hecho de milagro.

Después, y con un ligero empujoncito de Rin, Kakashi se había implicado especialmente en esa investigación. No habían conseguido nada, ni siquiera con el retrato robot. No se separaba ni un segundo del teléfono por si aquel muchacho decidía llamarlos. Por si necesitaba ayuda.

Y el único segundo que él se había separado...

-Solo lleva desaparecido un par de horas. Lo más probable es que siga vivo. -la voz de Rin sonó totalmente hueca mientras lo decía. Kakashi ni siquiera se molestó en responder. Miró el registro de llamadas del teléfono. Aparte de un par de llamadas a su madre, no había nada interesante.

-Ya he dado la alarma.

-Bien.

Habían peinado la zona, pero no había rastro alguno. Ni sangre, ni señales de forcejeo. Solo un móvil abandonado en mitad de una calle concurrida y ningún testigo que diera testimonio alguno. O más bien, ninguno que les diera un testimonio entendible. Cerca de la escena habían encontrado a un perro vagando, que llevaba un collar con un número de teléfono que había resultado ser de ese chico. Ahora estaba en una jaula, gimoteando y gruñendo a partes iguales. Era un molesto sonido de fondo.

-¿Cómo puede ser que nadie haya visto nada?

Kakashi miró la gente que empezaba a congregarse alrededor de la cinta policial, mirando con morbosidad, esperando encontrar un cadáver o al menos algún rastro de sangre. Soltó un suspiro.

-Si tienes las influencias suficientes, puedes hacer que la gente olvide lo que ha visto.

Rin lanzó una agria mirada a la gente, pero se cuidó de ocultarse rápidamente.

-¿Qué debemos hacer?

Escucharon unos chillidos histéricos. Kakashi suspiró. Eso era otra parte que odiaba de su trabajo.

-Por ahora -se dirigió a la cinta policial, con el teléfono móvil en la mano- vamos a intentar tranquilizar a la madre.

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