Ya estaba otra vez. Llegaba tarde. Como todos los días.
No podía evitarlo. Después de las clases tenía un par de horas libres, y las dedicaba a estudiar en la biblioteca. Y claro, tanto silencio, y algo tan aburrido... Vamos, que siempre acababa dormido sobre los libros, y para cuando se daba cuenta, ya era hora de ir al bar.
-¡Naruto!
Se detuvo un instante. Kiba estaba corriendo hacia él, con una morena muy bonita agarrada de su brazo. Sonreía distraídamente, intentando ocultarse de los ojos de todos.
-Kiba.
-¿Vas al bar?
-Eh... sí, y tengo algo de prisa.
-¿Ya vas tarde, eh? -se mofó su amigo. Naruto le dedicó una sonrisa torcida. -Bueno, deja que te acompañemos. Queríamos tomarnos algo, y he pensado...
-¿Que te haría un descuento? -frunció el ceño, pero sonrió divertido. Kiba sonrió y se rascó la nuca.
-No, pero al menos me ahorraría la propina.
-¡Qué morro tienes, capullo!
Le dio un puñetazo en el hombro, ambos riéndose a carcajadas.
-Oh, por cierto, esta es Hinata. Va a nuestra clase.
-Hola -la saludó con una sonrisa, pero la chica solo agachó la cabeza.
-Es muy tímida -la disculpó su amigo. Naruto puso los ojos en blanco. Ni siquiera recordaba haberla visto por clase, en realidad.
Llegó por fin al bar. Después de otra rápida charla de su madre -¿cómo podía dar tanto miedo?- se cambió rápidamente y empezó a llevar bebidas a los clientes. Sai llegó poco después -su turno empezaba una hora más tarde, ventajas de no estar contratado por su madre- y le ayudó a llevar platos a las mesas, mientras él se encargaba de tomar nota a los clientes. Hoy el bar estaba especialmente lleno para ser un lunes por la tarde.
-¿Qué será, señorita?
Hinata, que parecía notablemente más relajada después de una animada charla con Kiba, se atrevió a pedir su propia bebida -un zumo de piña, nada muy atrevido-, y Kiba pidió una cerveza.
En realidad, ambos sabían que Kiba iba allí porque sabía que no le iban a pedir el carné, y Naruto siempre le servía una cerveza, pero ni una más. No quería que acabara totalmente bebido y tirado contra alguna farola.
-Me podría buscar la vida sin ti, ya lo sabes. -solía decir.
-Ya, y acabarías tan borracho que no sabrías ni dónde tomaste la primera, así que me libraría de la culpa.
Tras servir a sus amigos y darle ánimos a Kiba en silencio, volvió a la barra.
-Naruto, ha entrado alguien. La mesa del fondo, de la ventana. Ve a tomar nota, Sai se encargará de eso.
Le pasó la bandeja a su amigo, tomó la libreta y salió corriendo. Frenó en seco cuando se encontró al hombre de la tarde anterior sentado. Le dirigió una fría sonrisa, y Naruto se quedó helado.
Estaba a punto de retroceder, pero aquel hombre se le adelantó.
-Hola de nuevo, Naruto.
-Eh... Hola. -ni siquiera se esforzó en sonreír. -¿Qué va a querer?
-Un café con hielo y una tostada estará bien.
-Enseguida.
Naruto se alejó rápidamente, con todos los pelos de punta. No quería pasarle a Sai el marrón, así que hizo de tripas corazón y dejó el desayuno -aunque fuera por la tarde- sobre la mesa.
-¿Algo más?
-No por ahora, Naruto. Gracias.
Y se sumergió en su café, mirando su móvil. Naruto se estremeció, pero agradeció en silencio el poder largarse de allí a toda prisa.
-Eh, Naruto. -Kiba e Hinata se estaban levantando, mirándole con una sonrisa. Hinata se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja. -Nosotros nos vamos ya. Toma, y gracias.
Para su sorpresa y tras el recuento, Naruto observó que sí le había dado propina. Para cuando se quiso girar para agradecérselo, Kiba ya se había ido.
La tarde pasó sin muchos problemas. Naruto se dedicó a estudiar en los escasos ratos libres, y agradeció infinitamente a Sai que se encargara de los pocos clientes que entraban. Incluso cuando había que tomar nota -cosa que no le agradaba nada por su mudez- se ofrecía para dejarle un poco de paz.
A la mitad de la tarde, le tocaron el hombro. Sai le sonrió, dando unos toquecitos en el libro.
-Ah, bueno... -Sai se sentó a su lado, tomando un trago de café caliente. Naruto le envidiaba por poder tomarse ese brebaje. A veces deseaba poder pegarse un chute de cafeína, pero no podía disfrutar de esa bebida. -Voy bien. Ya casi me sé el temario, aunque tengo que practicar un poco.
Sai le sonrió. Arrancó una hoja de su cuaderno y garabateó algo a toda prisa. "¿Quieres que te ayude con la parte práctica? Iremos lentos, pero..."
-¿En serio? ¡Muchas gracias, Sai! Y créeme, iré más lento si voy solo.
Sai le sonrió, y se pusieron manos a la obra. Como era lógico, Sai tenía que explicarle todo mediante dibujos y frases garabateadas, pero le ayudó mucho a comprender algún que otro problema difícil. A veces tenían que separarse para atender a algún cliente, pero la tarde fue mortalmente tranquila, y pudieron avanzar bastante. Cuando acabaron, el bar estaba a punto de cerrar. Naruto solo tenía ganas de llegar a casa, cenar algo rápido y meterse en la cama. Bostezó con la simple idea de algo de descanso.
-Naruto. Hay un cliente, ¿te encargas tú?
Supo -aunque deseó con toda su alma equivocarse- incluso antes de girarse que era él. Allí estaba, sorbiendo tranquilamente el café. El plato con la tostada estaba, claro, vacío. Eso no le tranquilizó lo más mínimo.
-Voy -suspiró, sin mucha más opción. Se dirigió hacia la mesa, despeinándose el pelo con la mano. El hombre estaba escribiendo en un portátil, centrado totalmente en su trabajo. No obstante, saludó a Naruto con un movimiento de cabeza cuando este se acercó.
-Lo sé, la hora de cerrar. -cerró el portátil, cargándoselo bajo el brazo. -Ya me iba. Ha sido un día agradable, ¿no crees? Mañana seguro que nieva. ¿Te gusta la nieve?
Le miraba con una sonrisa, pero Naruto sentía una tensión que jamás había sentido.
-Su-supongo.
-Bien, eso es bueno. La nieve es diferente. Cálida, a la vez que fría. Del lugar de donde vengo, no, de dónde venimos, apenas nieva, ¿verdad?
-¿Q-qué? Yo... Yo soy de aquí.
El desconocido le sonrió.
-Claro que sí, Naruto. Ya nos veremos.
Se fue con total tranquilidad, el portátil bajo el brazo y la chaqueta sobre el hombro.
Le recorrió un violento escalofrío, y se echó a temblar. No solo era aquel hombre. Lo extraño que era, lo extraño de sus palabras. No era solo que estuviese loco.
Nunca le había dicho su nombre.
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Sentencia(dos).
FanfictionTodos tenemos secretos. Pueden parecer inofensivos... pero, ¿y si no lo son? ¿Qué pasa cuando alguno de esos secretos te estalla en la cara? ¿Y qué puedes hacer si esos secretos ni siquiera son tuyos? ¿En qué puedes confiar cuando todo lo demás fall...