Hidan le había hecho ponerse en pie, a pesar de que sus piernas -sobre todo la herida- apenas le sujetaban. Llevaba toda la noche alternando entre la duermevela y la total inconsciencia, y aun así se sentía como si no hubiera dormido en años. El dolor empezaba a desvanecerse, y lejos de aliviarle, le preocupaba. Sabía que eso significaba que estaba perdiendo demasiada sangre. Ya ni siquiera reconocía las manchas rojas por todo el suelo como suyas. Porque le aterraba o porque, simplemente, la cabeza parecía latirle a un ritmo frenético, no lo sabía.
-Despierta, despierta, Naru. ¿No quieres hablar con tus padres?
Apoyado contra la pared y usando todas sus fuerzas para mantener el equilibrio, consiguió dilucidar que aquello no era nada bueno. No solo por el cambio de posición, ni la pintura blanca y negra que cubría el cuerpo y el rostro de Hidan, haciéndole parecer un auténtico shinigami con la guadaña al hombro, sino también por la mención de "padres". Si no hubiera estado tan dolorido como confuso, seguramente habría reaccionado.
Un hombre al que no había visto nunca, con una expresión hermética y una mirada glacial le tendió un teléfono a Hidan. Este marcó un número y esperó.
El teléfono sonó por largo rato. Hidan daba vueltas por la habitación, haciendo girar la guadaña con gracia. Saltó el buzón de voz de un tal "Nazane".
-Vaya. Empiezo a pensar que no les importas tanto, Naru.
Soltó una risita y volvió a marcar. El teléfono sonó una, dos, tres veces. Al cuarto tono, alguien descolgó y se escuchó una voz temblorosa al otro lado del teléfono:
-¿Sí?
-¡Vaya por donde, si es nuestro gran amigo! ¡Naru, dile hola!
El rubio lo fulminó con la mirada. Tal y como estaba, parecía más un cachorrito asustado. Se escuchó cómo alguien soltaba una exclamación ahogada al otro lado del teléfono.
-Oh, ¿dónde están mis modales? ¡Si ni siquiera le conoces! Vamos, di hola, Nazane. ¿O debería decir Minato?
Naruto soltó un gemido de sorpresa. No podía ser cierto. No quería creer que fuese cierto. Las piernas le fallaron un segundo, pero consiguió sostenerse a duras penas.
-Hidan. ¿Qué es lo que buscas?
Sonaba tenso, preocupado, pero a la vez fuerte, decidido.
-Vamos, vamos. Creo que ya sabéis lo que busco. Lo que busco es a esa maldita zorra pelirroja. Kushina, ¿no vas a saludar a tu hijo?
Se escuchó un gemido al otro lado del teléfono. Unos breves murmullos, como si se pelearan. Después, la voz firme de Minato -su padre, aunque ni quería ni podía terminar de creérselo-.
-¿Quieres un intercambio, Hidan? ¿Es eso? ¿Kushina por el chico?
-¡Oh, vaya! ¡Me estoy emocionando! ¿El papá siente algo por su hijito? ¡Qué tierno! Dime, Minato, ¿estarías dispuesto a hacer ese cambio? ¿El amor de tu vida por un chaval al que ni siquiera conoces?
Minato no contestó. Naruto sintió ganas de reírse. Visto así, él tampoco lo haría.
-No, Minato. Yo no quiero un intercambio. Quiero algo muy sencillo. Dos cosas, en realidad. La primera...
Le asestó una cuchillada contra la pierna, reabriendo la herida del día anterior. Pillado por sorpresa, el rubio soltó un escalofriante grito, cayendo de bruces contra el suelo. Esta vez, unos sollozos lo corearon al otro lado de la línea.
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Sentencia(dos).
FanfictionTodos tenemos secretos. Pueden parecer inofensivos... pero, ¿y si no lo son? ¿Qué pasa cuando alguno de esos secretos te estalla en la cara? ¿Y qué puedes hacer si esos secretos ni siquiera son tuyos? ¿En qué puedes confiar cuando todo lo demás fall...