Capítulo 5

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Despertó con la sensación de que la bala aún estaba quemándole por dentro.

Ni siquiera intentó incorporarse. El dolor le bajaba en oleadas, desde la clavícula hasta los pies. Se quedó mortalmente quieto, con los ojos azules clavados en el techo y el sonido del monitor que registraba el suave latido de su corazón de fondo.

-¿Estás despierto?

Sintió pánico cuando creyó reconocer la voz de Itachi. Para su sorpresa y alivio, no lo era. Kiba lo miraba con expresión preocupada, pero una leve sonrisa de colmillos afilados. "Debo estar volviéndome loco" pensó, aún aturdido.

-¡Hey! ¿Qué tal estás, colega?

Naruto quiso responder, pero el dolor le golpeó en el pecho y le sobrevino un ataque de tos. Kiba lo agarró por los brazos con suavidad hasta que su respiración se normalizó. Intentó gemir algo, pero la garganta le dolía tanto como el resto del cuerpo.

-Eh, tranquilo. No te fuerces. No pasa nada.

Naruto asintió imperceptiblemente. Cerró los ojos. Los párpados parecían pesarle mil toneladas, pero al cabo de un rato consiguió abrir los ojos de nuevo. Kiba estaba recostado en el sofá, durmiendo plácidamente. Así que él también se había dormido...

Intentó emitir algún sonido, pero tuvo el mismo problema: la garganta le quemaba como fuego, y solo era capaz de soltar un gruñido antes del ataque de tos. Para su suerte, Kiba no se despertó. Al menos, no hasta las -según el reloj de la pared- tres de la mañana. Emitió un sonoro bostezo y se acercó a él, tambaleándose levemente.

-Naruto. Estás despierto otra vez, ¿verdad? Es un honor darte la bienvenida al mundo de los vivos.

No pudo evitar soltar una risita ahogada. Kiba siempre conseguía hacerle reír.

-Capullo -gruñó, y Kiba sonrió de oreja a oreja. Le faltaba agitar una inexistente cola con entusiasmo, y habría sido la viva imagen de un perrillo.

-¡Y puedes hablar y todo!

Naruto cerró los ojos otra vez. No quería hacerlo, pero su cerebro parecía pedirle clemencia.

Así pasaron dos, tres días. No sabría decirlo. Cada vez que cerraba los ojos se le antojaba como un parpadeo, y sin embargo el reloj le indicaba con crueldad que las horas se sucedían con vertiginosa rapidez. Unas veces se encontraba con Kiba, que intentaba tranquilizarlo o distraerlo; otras con Sai, que lo saludaba y poco más; y otras con su madre, que alternaba entre la preocupación más absoluta o directamente las lágrimas.

Cuando abrió los ojos el viernes -aunque él ni siquiera sabía bien donde estaba, mucho menos el día que era- se encontró con un hombre que le miraba con atención.

-Doctor, está despierto -fue lo único que dijo, sin pizca de ánimo. Naruto lo miró un momento embobado, para luego dirigir su atención hacia el médico que se acercó a él a grandes zancadas.

-Ah, aquí estás. No te nos vuelvas a ir, ¿eh? -y soltó una carcajada. Naruto parpadeó -esta vez sí fue un mero parpadeo-, intentando todavía entender algo.

-¿Está bien para resistir el interrogatorio? -preguntó una mujer tras el hombre, a quien no podía ver.

-Nos corre un poco de prisa -insistió el hombre, calándose la gorra. Naruto apreció la placa dorada que llevaban colgada del cinturón. "La policía", consiguió razonar, aun con la cabeza palpitándole.

-Me da igual vuestra investigación -les bufó el médico. -Este chico está muy débil. No voy a dejar que lo mareéis ahora. Volved mañana.

El tono del hombre no admitía discusión, así que los policías se retiraron con un gruñido. Una mujer con el cabello rojo fuego apareció por detrás, cubriéndose la boca con las manos en un desesperado intento por no llorar.

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