Capítulo 19.

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Cinco de la mañana y no he vuelto a recibir una llamada de Malú. Tampoco consigo dormir, solo pienso en lo bipolar que soy a veces. Malú no se merece aún que le hable tan cariñoso, y lo he hecho, fallo mío. Aun no se merece ni un te quiero, y ya se lo he dicho. Resoplo. Estoy haciendo todo lo que se supone que no haría, soy un desastre. Si empiezo con esas se va a relajar y entonces si que no va a hacer nada por mí, y no pienso permitirlo. Ahora llega la mujer de hielo dispuesta a hacer daño. No puedo ser cariñosa con alguien que me hace daño continuamente, alguien que es capaz de matar y revivir a mi corazón en cuestión de segundo. Se acabó todo eso. Le voy a demostrar mi lado más oscuro. Y ahora, por fin, ya me está llamando mi querido Morfeo. Y vuelvo a ir a sus brazos.

Vuelve a sonar el puto timbre. Miro la hora y son las nueve de la mañana. ¿No me van a dejar dormir tranquila en esta casa? Resoplo. Joder, no hago más que resoplar. Bajo las escaleras despacio, medio dormida. Abro la puerta y para mi sorpresa vuelve el chico de ayer.

-Creo que me vas a tener por aquí unos días eh... - Ríe.

-Sí es así, ¿te importaría venir un poco más tarde? Hay gente que intenta dormir.

-Oh... Lo siento si te he despertado. - Me pone una carita de compasión y pena y decido creerle.

-A ver, ¿qué me traes hoy? - Pregunto curiosa por saber qué me trae de nuevo mi admirador secreto. Me da una pequeña caja cuadrada, la muevo y se oye algo pero no consigo descifrar de qué se trata.- ¿necesitas que te firme?

-No, esta vez no hace falta.

-De acuerdo. Ya sabes, para la próxima ven un poco más tarde.

-Está bien. - Me sonríe y tras hacerlo se marcha. Cierro la puerta y arranco con ansias el papel que envuelve la pequeña caja. Al quitarlo todo descubro que son bombones y que hay una pequeña carta dentro de ésta. La cojo y comienzo a leer "endúlzame la vida." Río. Que cursilada. Me encantaría comerme los bombones pero no quiero ponerme como un donut. Los guardo por si algún día alguien viene de visita y tengo que ofrecerlos, espero que no caduquen. Vuelvo a la cocina y hago mi habitual desayuno de todos los días, al terminar vuelvo a ponerme mi ropa de deporte y salgo a correr durante unas dos horas. Al llegar a casa me doy una ducha y al bajar vuelve a sonar el timbre.

-¡Niña! ¡Abre! - Bueno, la que faltaba... Mi madre. Abro la puerta perezosa.- ya era hora eh. Media hora aquí esperando.

-Pero si acabas de llamar, mentirosa.

-Sí, sí. Mira, te traigo un poco de arroz blanco, que sé que estás a dieta.

-Pues muchas gracias, porque no sabía qué comer.

-Vane... - Me da toquecitos en el hombro que me desesperan.

-Dime, mamá. - Me siento en el sofá y ella me imita.

-¿Estás con Malú otra vez?

-No, no estoy con ella. ¿Por qué?

-Ah, no sé. Como el otro día estaba en el hospital contigo... Creía que os habíais arreglado. Aunque a mi esa muchacha nunca me ha llegado a convencer del todo.

-Me acompañó como amiga, nada más. ¿Por qué no te convence? - Pregunto curiosa. A saber qué me responde, miedo me da.

-No sé. La veo como que no es suficiente para ti. Y una de las veces que fue a comer a casa, esa vez que cocinaste estaba muy pegada a ti y besándote el cuello. ¿Qué confianzas son esas? Vamos, y en mi casa. No se corta ni un pelo la tía. - Estallo a carcajadas. Tiene razón, a pesar de que le dije que no lo hiciese, que nos iba a pillar, ella seguía. Pero tampoco le iba a apartar, me estaba subiendo la temperatura y eso me gustaba, aunque pocos segundos después me arrepintiese, puesto que no íbamos a hacer nada en la casa de mi madre.

-Se lo dije mamá. Pero seguía... Y pues no iba a apartarle.

-Sí, tú encantada de la vida. Si se te veía en la cara. Pero cuando te dejo con el calentón no disfrutabas tanto eh. Que estabas deseando irte para ya sabes qué.

-¡Mamá! ¿Pero quien te crees que soy?

-Pues mi hija. De verdad, que falta te hace un buen polvo eh.

-Bueno, eso sí... - Suspiro.- anda, vete ya que se te queman las lentejas. - Voy hacia la puerta y se la abro.

-No, hoy tengo cocido. ¿Quieres? - Sonríe.

-No, qué asco. Es la única comida que no me gusta, y lo sabes. Ya iré mañana a comer, si eso.

-Bueno, bueno, tú verás. Ya vendré otro día por aquí. - Me da besos de estos de las abuelas, que pones la mejilla y parece que no acaba nunca. Un beso después de otro.

-Ya mamá, ya. Hasta luego.

-Hasta luego hija. - Se monta en su coche y se va. Cuanta razón tiene en  eso de que me hace falta un polvo. Llevo meses sin hacerlo y estoy que me subo por las pareces.

El días transcurre normal, sin hacer nada productivo. No recibo ninguna llamada de Malú, parece que hoy no toca. Pero la verdad, paso. Me he convertido en la mujer de hielo. Que llame cuando quiera, no pienso ir detrás de ella. Se acabó eso de ir detrás cual perrito que saca a pasear.

Por la noche cojo mi botella de vodka, la única que me hará compañía esta noche. Aunque sé que no debería beber alcohol, pero bueno, una vez al año no hace daño.

Volvamos a empezar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora