Capítulo 29.

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Repaso mentalmente cada cosa que tenía que llevarme hacia México y creo que está todo lo que me hace falta, o eso espero.

Hace poco llamé a José, el hermano de Malú, para que me dijese el nombre del hotel y el número de la habitación en la que se encuentra Malú. Ahora estoy en el aeropuerto, quedan diez minutos para que llegue mi avión y, aunque me queden muchas horas de viaje, ya comienzan a revolotear las mariposa por mi estómago. Y os puedo jurar que no hay sensación más bonita que esa, que incluso estando a muchos kilómetros sea capaz de provocar eso en ti. Es una sensación mágica y que pocos tienen el placer de conocer. Pero que, quién llega a conocerlo, no quiere que acabe nunca, porque resulta realmente adictivo.

Bien, ya estoy aquí México. Qué alegría me da verte.

Pongo el GPS en mi móvil y me va indicando donde se encuentra el hotel de Malú. Intento llegar lo más rápido posible porque se encuentra un poco lejos.

Al llegar decido subir por las escaleras, no tengo tiempo de esperar el ascensor. Me voy acercando cada vez más a su habitación. Antes de tocar con mis nudillos la puerta me paro a escuchar por un segundo lo que ocurre dentro. Gemidos. Más gemidos. Muy intensos. ¿Qué? No puede ser, esto tiene que ser una broma. Antes de llamar me aseguro bien de que es su habitación, no vaya a ser que la cague. Joder, esta es la 203, ella está justo en la de al lado, la 204. Aunque... voy a llamar a la 203 para joderles un poco el polvo. Hombre, encima que me he llevado el susto, qué menos. No sé si me encanta joder polvos o qué, pero es que mola tanto. Me río para mi adentros. Llamo repetidas veces lo más fuerte que puedo y, cuando dejo de escuchar gemidos y oigo casi inaudiblemente un "joder" me vuelvo a la escalera y hago como que estoy subiendo.

Rápidamente abre una chica que, por su aspecto, no sobrepasa los 30. Está envuelta en una sábana y está muy despeinada. Joder, ¿que lo hace salvajemente? Yo no acababa con esos pelos, creo. Me mira y levanta una de sus cejas.

-Perdona, ¿has llamado tú?- Pregunta con cierto tono de enfado. No me extraña, pero me da igual.

-No, yo no. Si acabo de llegar. - Intento evitar soltar la carcajada cuando la chica cierra la puerta enfadada. Pero no, no puedo. Y a la primera le sigue otra, y otra. Hasta que me pongo seria y voy a lo que realmente he venido.

Venga Vanesa, déjate de tonterías ya y llama a su habitación. Respiro hondo unas tres veces y mis nudillos tocan la puerta.

-¿Sí? - Pregunta ella un poco a la lejanía, supongo que estará en la terraza o que la habitación es muy grande, no sé.

Intento poner una voz rara, que no se parezca para nada a la mía y a la vez sea como de hombre.

-Servicio de habitaciones.

-No he pedido nada, gracias. - Vuelvo a llamar una vez más, un poco más seguido. Y ella no tarda en abrir.

No podría describir su estado de felicidad ahora mismo, tiene una sonrisa de oreja a oreja y yo no sé si comérmela a besos o qué. Pero es muy especial que una persona se alegre tanto de verte, de esas sorpresas que le das sin que se lo espere, de esas mariposas que empiezan a revolotear en tu interior, aunque, cuando le ves, dudas si se han convertido en águilas. Estoy nerviosa, muy nerviosa. Puedo notar que ella también pero hace todo lo posible por que no se le note, pero conmigo lo tiene difícil, la conozco demasiado bien. No me lo pienso más y le agarro de la nuca para atraer su boca a la mía. Y cuando estos se juntan puedo notar como un escalofrío empieza a recorrer mi piel. El beso es a fuego lento, ninguna de las dos queremos deshacer esta poesía que hacemos cuando nuestros labios se rozan. Ni esa música que creamos cuando ellos chocan. Poco a poco y sin darnos cuenta vamos subiendo la intensidad de los besos. La empujo un poco hacia atrás y cierro la puerta con el pie. La cojo a horcajadas y la apoyo en la pared para que me sea más fácil besarle el cuello. Voy haciendo un camino de besos y algún que otro chupetón hasta su boca. Nuestra excitación va subiendo a cada segundo, lo cual hace que no pueda dejar de morderme el labio.

Volvamos a empezar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora