Capítulo 7.

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A las siete y media decido darme un baño, con tranquilidad, hace tiempo que no lo hacía y ya me apetecía. A las ocho salgo y me pongo frente al armario, saco toda la ropa que tengo y la pongo en la cama, me pongo, me quito, me pongo, me quito, y así continuamente hasta que opto por ponerme un vestido rojo que me llega un poco más arriba de las rodillas y me hace bastante escote. Para que disfrutes esta bonita y larga noche, Malú. Me digo para mi misma.

Vale, ahora el peinado... No quiero ir con lo mismo de siempre pero tampoco quiero ir con algo que no me pega, me hago mil peinados y ninguno me gusta. A la mierda, pelo suelto, para qué variar ¡si es que no se puede!

Miro mi móvil, las nueve, no hemos dicho una hora exacta pero siempre solíamos quedar sobre las diez o así. Me queda aún bastante tiempo. Saco a Pongo a que haga sus cositas de perro y corra un poco, lo tengo un poco abandonado y no me gusta nada, al fin y al cabo es el único que está ahí cuando necesito a alguien. Aunque ahora que lo pienso es un poco estúpido, es un perro, ¿dónde se va a ir? Juego un poco con él y a las nueve y media vuelvo a casa, cojo la botella de vino que tanto le gusta a Malú. Le gusta porque siempre que la bebe acaba conmigo en la cama. Un momento, ¿lo que me dijo iba con segundas? Pero si ha ella le gustaba alguien, no, no puede ser.

Salgo de casa y me monto en el coche, antes de arrancar pongo la radio. Ahora sí, arranco. La casa de Malú está como a unos veinte minutos de la mía, es poco pero a mí siempre se me hacen eternos. Supongo que suele pasar cuando tienes muchas ganas de ver a alguien. Emprendo mi viaje hacia la casa de Malú.

Cuando estoy apunto de llegar algo me ciega y no puedo recordar nada más.

Volvamos a empezar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora