Iridescent [Bucky Barnes]

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¡HOLA!

Quería aprovechar a hacer un pequeño mensaje acá deseándoles unas felices fiestas, espero que estén pasando unos días hermosos. Les deseo todo lo mejor y sepan que estoy más que agradecida con cada uno de ustedes que leen, votan y comentan mis historias, todos ustedes tienen un lugar especial en mi corazón. ♥

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El hospital estaba vacío a aquella hora de la noche, los pasillos parecían abandonados, cubiertos solamente por los sonidos suaves de las máquinas que controlaban el estado de los pacientes. La mayoría de los agentes que cuidaban el lugar se encontraban descansando o hacían cambio de turno, por lo que tenía acceso rápido y simple para su misión.

Catherine miró rápidamente hacia todas las direcciones y continuó su camino pisando con lentitud. No quería que nadie escuchara sus pasos, mucho menos que la viera por allí, sino podría surgir problemas para ella.

Había notado la cabellera pelirroja en las noticias en cuanto escuchó de los disturbios en Washington. En un principio no había podido creerlo en absoluto, parecía sumamente imposible. Su hermana había permanecido oculta durante años, y buscaba siempre no llamar la atención de nadie para poder pasar desapercibida y huir de Catherine. Pero ahora, Melody se había expuesto, y su hermana se sentía completamente idiota de no haberse dado cuenta antes que la pelirroja era parte de Shield —O Hydra, aún no lo sabia—.

Claramente, su hermana había sobrevivido a lo ocurrido, pero aún así revisó entre los anuncios de los difuntos durante el ataque. Luego de no encontrar su foto y sus archivos, decidió proceder a los sobrevivientes, y pronto a los heridos, sin encontrar rastro alguno de ella. Aprovechando el hecho de que Shield había expuesto todos sus archivos al mundo, Catherine no había dudado un instante en revisarlos para conseguir alguna información de su hermana, pero para su mala suerte, era demasiada información para buscar algo sobre Melody, y mucho todavía seguía encriptado.

Eso la llevó a arriesgarse en el hospital, buscando entre las habitaciones a la dueña de aquella cabellera rojiza, a la mujer que portaba su misma sangre y su misma maldición. Pero hasta donde había llegado, aún no obtenía señales alguna de ella.

Muchas de las habitaciones tenían las planillas con los nombres de los pacientes y sus condiciones, lo que había facilitado su búsqueda. Sólo debía darles una leída rápida y entendía a la perfección que su hermana no estaba por allí. Lo único que la ponía en riesgo eran los pocos agentes y enfermeros que podían recorrer los pasillos a aquellas horas, pero era rápida para esconderse, y las puertas de casi todas las habitaciones permanecían abiertas. Las cámaras de seguridad eran otra cosa, pero cualquiera fuera el final de su misión, no iba a poner un pie en Washington otra vez.