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Las memorias iban y venían como olas furiosas en el mar, durante una de las peores tormentas posibles. Atacaban su mente como si regresar estuviera prohibido por completo, y se alejaban imponiendo una distancia infinita entre ella y la realidad. Melody sollozaba contra la cama deseando poder detener aquello, pero ni presionando su cabeza entre sus manos, ni cerrando los ojos, ni mucho menos tirando de sus cabellos rojizos, nada podía calmar tal tormento. 

Brock se había ido probablemente media hora atrás, dejándola en completo silencio y sufrimiento. No era su culpa, él tampoco tenía forma de saber cómo actuaría aquella máquina sobre su cerebro. Pero la verdad era que ella sentía que habían arrancado todo su ser desde dentro, lo hubieran destrozado de mil maneras inimaginables, y sólo le hubieran devuelto una pequeña parte de todo lo que ella era en realidad. 

A cada segundo empeoraba. Melody intentaba aferrarse a los recuerdos, pero al tratarse de olas de agua helada que iban y venían, se escapaban de entre su cerebro por cualquier pequeño espacio que pudiera encontrar. Y aquello la desesperaba al punto de que soltaba fuertes quejidos y algunos pocos gritos de frustración. Durante unos segundos, todo regresaba a la claridad, y podía recordar su nombre. Al siguiente, ella volvía a ser una sombra de la persona que alguna vez había sido. 

Apenas tenía unas imágenes completamente borrosas de Brock dentro de su mente. Aunque su presencia no había suscitado todos sus recuerdos, habían sido suficientes como para abrirle sólo un poco la puerta de aquel misterio. Entendía por algunas de las formas que se formaban dentro de su mente que Brock había sido algo para ella en un pasado lejano. Quería poder poner aquello en palabras para dejarlo grabado dentro de su mente, pero cuando abría los labios para explicar sus pensamientos, ninguna palabra podía salir de allí. 

Aunque en algún momento Brock había sido de importancia para ella, ya no lo era. Había deseado poder decirle en ese instante que lo que él sentía no era recíproco, pero prefería poder escapar de allí y luego enfrentarse a ese problema. Era mejor permanecer lejos del peligro de aquel lugar, donde jugaban con su mente y la dejaban al borde del colapso, que enfrentarse a un antiguo amor fallido. 

Su respiración estaba agitada al punto de que en ningún momento podía llenar por completo sus pulmones. Eran apenas bocanadas de aire denso y húmedo que le causaban una sensación de malestar a lo largo de su pecho de tal forma que deseaba dejar de respirar por al menos unos instantes. Tapaba su nariz con una mano para intentar contenerse, pero el olor denso que llenaba la habitación se había pegado a la pared de sus pulmones y lo sentía dentro de ella. 

No tenía forma alguna de calmar el tornado que tenía en su interior, ni siquiera de pelear contra la tormenta. Estaba completamente sola ante el desastre, y no tenía nada a lo que aferrarse, nada que pudiera ayudarle. 

Repentinamente, un recuerdo. Cruzó su mente como un rayo, pero quemó sobre su piel de tal forma que le permitió conservarlo. Abrió los ojos de forma amplia mientras la imagen clara y nítida de quien era su propia hermana se mantenía en su mente como si fuera lo único existente en todo el universo. Era un recuerdo donde ella aún era una niña, sonriente y feliz. Sabía bien que todo aquello se había borrado de la muchacha a medida que crecía por lo que aquella imagen era algo que ya no existía por completo. Pero no tenía forma de recordar su imagen actual, su rostro adulto e incapaz de envejecer. No había forma de despertar en ella la realidad. 

Iridescent [Bucky Barnes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora