Se dice que cada 243 años se libra una Guerra Santa entre Hades, Rey del inframundo y Athena, la diosa de la Guerra y protectora de La Tierra. En el siglo XVIII, Athena decidió reencarnar en un orfanato y ser la hermana del joven que Hades usaría p...
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Norte de Irlanda, 1740.
Sopla una brisa fría, agitando la larga cabellera oscura de un joven que permanece inamovible sentado a la orilla de un río. Es alto y de ojos con tonalidad ligeramente rojiza, de piel muy clara y lleva una bufanda al cuello. Observa cuidadoso la apacible naturaleza del agua que fluye con especial calma y, al ser acariciado por esa suave brisa, levanta su mirada levemente, esperando...
Allí está, es la brisa de nuevo, pero ésta vez es diferente, más fría, escalofriante para cualquiera, pero no para él. Se pone en pie, alza su mirada retando al viento gélido y mientras sus cabellos, su bufanda y sus ropajes son fuertemente agitados, se va dibujando una sonrisa seca en su rostro.
-Ha llegado la hora.
* * *
El invierno comienza, llenando el clima mediterráneo de Grecia con un soplo fresco, el cielo se llena de nubarrones que son vistos por una joven de cabellos rojizos y de piel clara. Lleva un bello vestido blanco, sus ojos son de un hermoso color azul y va acompañada por otra joven de cabellos castaños, que camina un par de pasos atrás de ella.
La joven se detiene entre la multitud y se acerca a uno de los puestos del mercado por el que iba.
-Señorita Salma –le dice su acompañante- deberíamos darnos prisa, parece que pronto lloverá.
-Mira Christine, la fruta se ve exquisita, quiero comprarla.
La joven, aún unos pasos atrás, se acercó y sacando unas monedas, compró una bolsa de frutas, luego se la entregó a la joven Salma y suspiró con pesar.
-Bien señorita Salma, ¿podemos volver ya?, su paseo ya ha durado mucho, ¡hemos caminado todo el día!
Salma sonrió, con un gesto malicioso y aceptó volver. Al darse la vuelta, chocó contra un joven que iba distraído. Ella cayó al suelo y botó la fruta.
Christine se apresuró a levantarla y se dirigió al joven, alto, de cabello café y alborotado, y con ojos de la misma tonalidad.
-¡Acaso no se fija usted por dónde va! –le reprochó.
El joven dio un grito de vergüenza y se apresuró a ayudarla a levantar a Salma, cuando estuvo en pie, levantó la fruta que se había caído y se la entregó muy apenado.
-Cuanto lo siento, no he tenido cuidado, discúlpeme por favor.
-A la próxima, ¡no camine tan distraído! –replicó Salma, tomando la fruta y dándose la vuelta. Christine se fue tras ella y ambas abandonaron el mercado, un carruaje las esperaba en las afueras. Subieron sujetando sus vestidos y echaron a andar.
-Vaya, creo que se molestaron- se dice el joven.
-¡Evan!, ¡Evan! –se oyó a lo lejos, y el joven se detuvo y volvió su mirada.