Correr o morir

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—¡No puedo mirar!—gritó Tegan.

—¡Quédate quieta verducha! ¡Tienes un diente dentro del brazo!—gritó Minho, que intentaba curar la herida a su compañera.

Habían hecho una parada poco después y habían sacado el botiquín.

—¡Me duele mucho!—gritó de nuevo.

Minho sacó una botella de su mochila y se la dio a su compañera.

—¿¡Agua!? ¡No quiero agua!—se quejó mientras lloraba como una niña pequeña.

—Es vodka. No te quitara el dolor pero si te atontará lo suficiente—dijo Minho sonriente, como jactandose de ello.

Sin pensárselo dos veces, Tegan empezó a beber de la botella. Sabía ¡realmente mal! La garganta le ardía, jamás había probado el alcohol.

—Muy bien verducha, ahora voy a intentar sacarte el diente. No te muevas ¿eh?—dijo preparándose.

—¿Era una orden?—preguntó Tegan con el asqueroso sabor del vodka en la boca.

Sin contestación, Minho cogió las pinzas y empezó a sacar el diente. Una hora después, el diente estaba fuera y Tegan vomitando por la sangre y el vodka. Con mucho asco, Minho le cogió el pelo para que no le estorbara mientras vomitaba.

—Que asco pingaja... la que me ha caído encima contigo.-suspiró mirando al cielo.

***

Horas después, siguieron corriendo. Según Minho, iban a pasar la selva y adentrarse en lo desconocido. Tegan estaba deseando ver lo que había de nuevo allí, en el mundo.

Después de correr más y más, pararon a descansar. Minho también tenía heridas y Tegan se ofreció para curarle.

—¡No!—gritó él. Ella no entendió porque se puso como un gato al que iban a bañar—Yo puedo solo novata—siguió hablando mientras sacaba el botiquín—.Por cierto, toma esto—dijo dándole algo.

Tegan cogió el objeto: era el diente de cocodrilo que le habían quitado del brazo. Pensó en hacerse un collar, si tenía tiempo. Tal vez cuando llegaran al pueblo se lo diría a un artesano. 

Después de seguir corriendo varios kilómetros más, llegaron a un punto señalizado con pintura roja, pero pasaron fugazmente.

—¿Qué era eso?—preguntó Tegan.

—Es el límite. A partir de ahora todo es desconocido—dijo el joven.

Le producía una sensación entre curiosidad y miedo no saber qué iba a encontrarse. Siempre supuso que viviría y moriría en el pueblo, sin tener muchas ganas por salir, solo feliz por estar viva. No sabía lo que Minho sentiría sobre lo desconocido.

Pero por lo que a ella le respectaba, la selva le parecía igual que antes: frondosa, verde y con olor a moho. Después de tres horas después de pasar el límite, empezó a oscurecerse y la vegetación cambió. El camino era más espacioso. El olor era diferente, como más picante. Empezó a oírse un gran salto de agua y Tegan se preguntó si estarían cerca del mar (aunque lo hubiesen dejado a la espalda) entonces, lo vieron: un gran rio.

Era enorme, el más grande que habían visto en su vida. Se podía ver el otro lado, pero con dificultad.

Bog...—susurró Tegan.

—No nos detengamos, debemos de seguir—dijo Minho mientras empezaba a buscar algo con la mirada.

—Pero, ¡es un rio enorme! ¡Grande y profundo!—se quejó ella.

Los corredores del paraíso (Maze Runner fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora