Capitulo cinco: "exasperada"

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Narra Andrea:

Pero antes de que pudiera decir palabra alguna...

–Andrea se espantó al ver una araña, pero yo me encargué de ella... –le mintió rápidamente Agustín que venía entrando al comedor– ¿verdad Andrea? –me miró mientras se sentaba. « ¡Claro! Se mete a mi habitación a revisar mis cosas, o como dijo él: "a buscar un bolígrafo", y luego se hace quedar como el héroe de la película», «tranquilízate, explotarás», la voz de la razón resonó en mi cabeza– Andrea –insistió Agustín.

–Sí, claro –Respondí lo mas cortante posible. Ni siquiera me esforcé en que pareciera que estaba diciendo la verdad.

Lo volví a fulminar con la mirada.

–No sabía que le temieras a las arañas Andrea –Comentó Julia.

–Yo tampoco ­–Dije entre dientes.

– ¿Cómo? –Preguntó mi tía.

– ¿Eh? No, nada –me hice la desentendida.

El almuerzo transcurría casi en silencio. Casi, porque la única que hablaba era mi tía -no sé de qué, porque no estaba escuchándola, en realidad le presté atención suficiente como para limitarme a asentir cuando sentía mi nombre salir de su boca-.

Tenía la vista clavada en mi almuerzo, miraba sin ver, la famosa tortilla de papa con huevo de mi tía Julia.

Estaba sumida en mis pensamientos.

Pensaba en el sueño y qué relación podría tener con la llegada de la familia de mi tía, pensaba en el intruso y qué buscaba en realidad en mi habitación.

El sueño: en cada uno me acercaba más a que mi tío me dijera con exactitud a lo que se refería; ya tenía claro que tenía que cuidarme, aunque no sabía de qué o de quien, pero debía hacerlo.

El intruso: claramente no me quería, o solo actuaba fastidioso para joderme la vida; y se sobresaltó cuando lo encontré revisando mis cosas, a juzgar por eso obviamente no buscaba un bolígrafo, pero ¿entonces qué esperaba encontrar en realidad?

–Andrea –dijo Julia. Asentí– Andrea ¿Estás prestándome atención? –eso me sacó por completo de mis pensamientos.

– ¿Eh? –inquirí mirándola confundida.

– ¿En qué estas pensando? No has tocado la comida, ¿Es que no te ha gustado el almuerzo de hoy? –preguntó mi tía entristecida, ella era una excelente cocinera.

Volví la vista hacia el plato, si, mi tía tenía razón, no había tocado la comida, olvidé comer.

–No es eso tía... Es solo que... –No quería decirle que pensaba aún en el sueño, no la haría sentirse triste–. No tengo hambre... –En realidad estaba hambrienta, solo había olvidado comer por estar pensando, pero eso fue lo primero que se me ocurrió decirle.

–Oh, está bien –Dijo mi tía despreocupada, se lo creyó. Solo le dediqué una sonrisa–. ¿Podrías lavar los platos? –Me preguntó amablemente Julia. Me limité a asentir–. Iré de compras en un rato, podrías ir a dar una vuelta al vecindario con los chicos, así todos conocerán –Me sugirió mi tía. Asentí–. Pero no se alejen mucho, podrían perderse –« ¿yo? ¿Perderme? Creo que soy lo bastante grande como para recordar por donde camino», no tenía ganas de discutir. Asentí una vez más.

Cuando terminaron de comer, levanté de la mesa los platos sucios y me dirigí a la cocina.

– ¿Necesitas ayuda? –Denise me dedicó una sonrisa y tomó los platos de mi mano.

Era una pregunta retórica, no esperaba a que le respondiera, iba a ayudarme de todas maneras.

–Gracias, aunque son pocos platos –Le respondí.

–No hay de qué; ya lo sé, pero así terminarás más rápido y podremos ir a caminar –Sonrió.

Denise enjabonaba los platos, yo los enjuagaba y los secaba -solo tardamos un minuto en terminar, como dije, no eran muchos platos-.

Cuando terminamos con todos, Denise guardó los platos en la alacena.

Subí las escaleras hacia el baño para lavar mis dientes -no había comido nada, pero jamás estaba demás lavarse los dientes-, luego fui a mi habitación.

Afuera hacía un día hermoso, abrí las ventanas para que la cálida brisa inundara mi pieza -que a pesar que el sol daba directamente hacia ella, permanecía fría- y se llevara el olor a acolchado recién sacado del placar –ese olor a ropa guardada desde hace tiempo-.

Recordé al intruso revisando mis cosas y quise cerciorarme de que no se haya llevado nada. Miré atentamente. No lo hizo, no se había llevado nada, aunque el cajón de la mesita de luz estaba un poco revuelto, todo lo que yo había guardado allí aún estaba. Me sentí aliviada de que no haya desaparecido nada -e irritada porque se había atrevido a revisar mis cosas-, de pronto se me cruzó por la cabeza: «quizá él sí buscaba un bolígrafo, pero entonces ¿Por qué le había mentido a mi tía sobre lo que había pasado aquí arriba?» Me enfadé una vez más.

Me dejé caer sobre la cama para sumergirme en mis pensamientos y olvidarme del hambre que tenía y del rencor que sentía hacia ese rubio intruso y fastidioso.

Digamos que el sueño sí tenía que ver con la llegada de la familia de Julia, digamos que mi tío me advertía que me aleje de ellos, pero ¿Por qué debía temerles? Son todos muy amables -bueno, no todos, Agustín no había sido muy amable, en realidad parecía que se esforzaba por ser odioso, pero no se veía nada peligroso-. O quizá podría deberse a que mi tío no los quería y yo habría, inconscientemente, desarrollado un odio hacia ellos –está bien, eso no tenía sentido ya qué Denise y Scott me caían súper bien, y no tenía nada malo que decir de sus cariñosos padres Roberto y Viviana-, no lo sabía.

Recordé lo que se me había ocurrido en la cocina -El sueño: en cada uno me acercaba más a que mi tío me digiera con exactitud a lo que se refería- y pensé en volver a dormir -había dormido mucho entre ayer y hoy, eso podría deberse a que en mi antigua casa no dormía por mis pesadillas-, así podría, quizá, saber algo más.

Saqué mi celular de mi bolsillo –por nada en el mundo lo dejaba- y comencé a escuchar la música que tanto amaba, que me relajaba.

Empecé a sentir mis párpados pesados, sentí que el sueño dominaba mi cuerpo poco a poco.

Cerré los ojos.



AndreaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora