Capitulo dieciséis: "Esto es guerra"

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Gastón:

Andrea miró hacia la puerta y luego me miró.

–Está bien, ve –le dije sonriendo.

Ella me devolvió la sonrisa, esa perfecta sonrisa.

Andrea se dirigió a la puerta y la abrió, allí se encontraba el chico rubio -que estaba hoy en la plaza con ella- afirmado con una mano en el marco de la puerta. Vestía solo un pantalón de pijama, dejando ver su torso.

Andrea lo observó embobada, como si le gustara.

No pude mirar más aquella escena, me molestó darme cuenta de que ella se interesaba en el rubio.

Cerré la ventana sin hacer ruido, mientras corría la cortina, observé claramente la sonrisa de aquel idiota, me miró como remarcándome su victoria, como refregándome en la cara que había vencido, « ¿acaso le gusta Andrea?» me pregunté.

Finalmente cerré la cortina.

Ganaste una batalla, no la guerra.

Apagué la luz y me recosté sobre mi cama para quedarme dormido.

**

Andrea:

Cuando levanté la vista para mirarlo a los ojos (ya que segundos antes observaba su esbelto torso), me di cuenta que Agustín me miraba divertido (automáticamente me sonrojé), con una sonrisa de lado, como si hubiera logrado algo que quería, eso fue extraño.

– ¿sí? –le pregunté al ver que no se decidía a decir nada.

–Solo venía a ver si todo estaba en orden –me dijo parándose derecho, lo miré confusa–, escuché ruidos, pensé que quizá necesitabas algo.

–ah, eso. No, es solo que estaba hablando con... –le dije mientras volteaba para mirar hacia donde estaba el castaño.

Me extrañé mucho al ver que la ventana de Gastón estaba cerrada, al igual que las cortinas, ni siquiera la luz estaba encendida.

– ¿con quién? –preguntó Agustín con la misma sonrisa de antes.

Lo mire. Recordé como antes me había abrasado y me sonrojé.

–No... No importa –le respondí perpleja y sonrojada mirando al suelo para escapar del mar de sus ojos.

–Bueno, si todo está en orden iré a dormir –Expresó chocando las manos–. Tú deberías hacer lo mismo, te ves cansada –Me dijo preocupado–. ¿Estás bien? –preguntó mientras tomaba mi mentón y me obligaba a mirarlo haciendo que reaccionara, porque yo seguía extrañada por lo de Gastón.

–Si... estoy... bien –Le dije separando la frase «Me está tocando, me está tocando, él me está tocando, Dios congela este momento ahora»– Estoy bien –volví a repetir en voz baja mirando sus labios.

–Excelente. Que pases una linda noche –concluyó tiernamente dejando libre mi mentón y entró a su cuarto.

Cerré la puerta y miré hacia la casa de al lado, las cortinas seguían cerradas.

Caminé hasta la mesita de luz y tomé mi celular.

Apagué la luz del cuarto y me alumbré el corto camino de la puerta hasta mi cama con el celular, porque no quería chocarme con nada -aún no me familiarizaba muy bien con mi cuarto-.

Me acosté y me tapé solo con una sábana ya que hacía calor.

No podía creer lo que Agustín estaba haciendo, yo no era tonta, él intentaba seducirme; eso, o era yo la paranoica, la que mal interpretaba la situación, la que sin ninguna razón comenzaba a gustar de mi primo, «Eso puede ser lo más probable, ya que ¿Por qué se fijaría en mi?». Primo: esa palabra me molestaba, porque él en realidad, no era mi primo, él no era nada mío, pero de todas maneras no podía verlo de otra forma que no fuera como mi primo, sería extraño, y a mi tía seguramente no le agradaría.

Luego estaba este chico, Gastón, me estaba cayendo bien -a pesar de que él había hecho que me sintiese incómoda-, pienso que parte de eso se debía a que él era lindo, que cantaba hermoso y que además de todo eso, él tocaba a la perfección el instrumento que yo tanto amaba: la guitarra.

Miré la hora en mi celular, ya eran casi la una y media de la madrugada, volví a mirar con atención, la fecha: veintiocho de noviembre.

Recordé que mañana, más bien, hoy era el cumpleaños de mi tía.

Con tantas cosas en mi cabeza casi lo olvido, me sentí pésima sobrina, no tenía nada para regalarle, ni siquiera tenía dinero para comprarle algo, « ¿o sí?» pensé con alegría, recordando que tenía ahorros guardados en una pequeña cajita morada que me había regalado mi difunto tío hace unos años, « ¡qué bueno que antes no lo había recordado! O ahora mi tía no tendría su regalo».

Programé en mi despertador una alarma que me levantaría a las ocho de la mañana.

Iría a comprarle un regalo a Julia a la tienda de regalos que había visto de camino a la plaza, no quedaba tan lejos, solo a unas tres largas manzanas aproximadamente.

Como Julia se levantaba cerca de las nueve y media de la mañana, tendría tiempo de sobra para ir y volver a pie -ya que no tenía otro medio- a comprar, para luego volver a prepararle un desayuno especial.

Todo este tiempo mí tía no había perdido el tiempo, ella me había enseñado a cocinar desde pequeña, gracias a Julia se cocinar muy bien, no tan exquisito como ella claro, no eh conocido ninguna persona aún que cocine tan bien como mi tía.

Poco a poco el sueño comenzó a reclamar mi cuerpo, no me resistí ante él, y me quedé dormida.

En sueños mi tío Horacio me habló.

–Por favor Andrea, aléjate de ellos –me rogó fervientemente mi tío refiriéndose a los chicos.

– ¿Por qué tío? –Le interrogué con intriga– ¿Qué tienes contra ellos? –Pregunté–. Acaso ¿son malos? –indagué con preocupación.

Con la última pregunta mi tío bajó la mirada, tensó sus manos en un puño.

–No lo sé –él respondió furioso y sinceramente entre dientes.

–Entonces ¿Por qué? ¿Por qué los odias? –pregunté exasperada, no me gustaba nada que él no quisiera a Denise, Scott y mucho menos que no quisiera a... Agustín.

Él tomó aire para contestarme, pero al abrir la boca, no escuché exactamente su voz, sino un sonido molesto: el sonido del despertador.

Abrí los ojos, y me molesté.

El maldito despertador había impedido que mi tío por fin me explicara el por qué de su odio hacia mis primos.

El despertador seguía emitiendo ese molesto ruido, le pegué un puñetazo para callarlo, porque no quería despertar a nadie, no quería arruinar la sorpresa.

Me levanté lentamente y miré por mi ventana, afuera estaba oscuro -necesitaba poner una cortina- y parecía que muy frio también, ya que el vidrio estaba empañado, la calefacción era bastante buena por lo visto.


AndreaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora