Quince: Duele...

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Caminé de prisa, en cuestión de segundos ya mi ropa se hallaba empapada sin remedio.

Me acerqué a ella con cautela, estando a pocos metros terminé de confirmar que se trataba de
Lea. Por un momento la emoción me invadió, ¡Por fin la había encontrado! Sin embargo, aquella emoción se desvaneció cuando descubrí que lloraba amargamente.

Tenía la cabeza escondida entre su pecho y sus piernas, mientras rodeaba con sus brazos sus rodillas.

No advirtió mi presencia, seguramente por el ruido de la lluvia.

Tomé su hombro con cuidado.

Se sobresaltó y levantó la cabeza por un momento, no pude descifrar el mar de emociones que atravesó sus hinchados ojos rojos al verme.

-I-ig...na... -tartamudeó con voz quebrada, y para mi sorpresa, se lanzó a mis brazos.

Lloraba desgarradoramente mientras se aferraba a mí con fuerza, su ropa estaba embarrada y se veía totalmente débil y vulnerable, era absolutamente terrible para mí verla en esas condiciones.

-Vámonos de aquí -susurré.

La cargué con cuidado y me dirigí de nuevo al auto.

Tenía tantas preguntas que hacerle... tantas cosas que no entendía... aquel infinito deseo de abrazarla y no soltarla nunca, hacerle saber que aquellas horas habían sido las más terribles y exasperantes de mi vida.

La acomodé en el asiento trasero. Agradecí tener forros en los asientos.

Subí al asiento del conductor, ella seguía llorando, sin decir absolutamente nada. Inmediatamente noté como su respiración era forzosa y entrecortada.

-¿Llevas tu inhalador? -La pregunta era bastante estúpida, a decir verdad.

Negó con la cabeza.

Sin decir más, conduje inmediatamente a una farmacia.

-Ten -le entregué el inhalador una vez lo compré. Ella dio una profunda calada.

-Gracias -susurró.

-¿Estás bien? -pregunté tomando su rostro lloroso.

Hasta ese momento notaba el moretón en su frente.

Asintió.

-¿Segura? ¿No quieres ir al hospital... o algo? ¿Qué pasó?

-No, estoy bien -dijo mientras parecía contener las lágrimas como respuesta a mí última pregunta.

Definitivamente lo que había ocurrido había sido malo, muy malo.

-Entonces te llevaré a tu casa, tu madre está muy preocupada por ti.

-¡No! -Dijo con repentina fuerza- No me lleves a mi casa, por favor -rogó.

En ese momento entendí a qué se refería la señora Viviana con "Ella me odia"

-Está bien -la consolé-. No te preocupes.

Conduje de nuevo a casa, había encontrado la tranquilidad por fin, aunque también me preocupaba lo que había ocurrido y el estado en que ella se encontraba, ya había pasado, y ahora conmigo estaba segura.

Estacioné y me bajé rápido con ella, la lluvia seguía igual, pero ya nosotros estábamos totalmente empapados.

Al entrar, la dejé un momento de pie en la entrada, temí incluso que pudiese caerse por lo débil que estaba. Busqué rápidamente una manta y la acomodé sobre el sofá. Luego la recosté a ella allí.

Paura D'Amare [Ignazio Boschetto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora