Mis padres me miraron incrédula cuando les dije que quería ir a la prisión escolar pero seamos sinceros, ¿A quién no le gustaría ir a un instituto como ese?
Al día siguiente mi padre fue a entregar la matrícula y me dijo que debía acompañarlo.
Decidí coger mi skate para a la vuelta volver en él y no en el coche con mi padre.
Tras 10 minutos de trayecto, llegamos a un instituto enorme, en el que había una gran puerta de hierro.
A mi me parecía un instituto normal.
Mi padre y yo atravesamos la gran puerta y entramos en el edificio y al hacerlo, se extendió ante nosotros un gran y largo pasillo con un montón de taquillas y muchas puertas.
Mi padre se acerco hacía un lugar en el que ponía secretaria y allí, una señora de unos 50 años con exceso de maquillaje, le preguntó a mi padre:
-¡Buenos días señor! ¿En qué puedo ayudarle?
-Venía a traer una matrícula y...
La secretaria no dejó ni acabar a mi padre cuando dijo con voz chillona, demasiado para mi gusto (y para él de cualquier persona que tuviera un buen oído) :
-¿Y cómo se llama su hijo?
¡Oh no! Dime que no dijo eso.
Entonces haciendo gala de mi gran personalidad solté:
-Señora, enfaticé, que yo sepa soy una mujer o al menos lo era esta mañana cuando me desperté y fui al baño.
-¡Uy! Disculpa niña pero ¿sabes dónde te estás metiendo?
Alice, calma, no ganas nada enviándola al hospital, respira...
-Mire sé donde me meto y quiero hacer la prueba de una maldita vez ¿vale?
-¡Dios! ¡ Que jovencita más maleducada! ¿No piensa usted hacer algo señor?
-Se lo ganó usted sola. Creo que mi hija respondió bien dijo mi padre reprimiendo una sonrisa.
-Bueno, ven mañana a las 6 a hacer la prueba, dijo la secretaria más roja que un tomate.
Mi padre acabó de rellenar los formularios y una vez fuera, cogí mi skate del maletero, me puse los auriculares y me monté en mi fiel compañera dirección mi casa.
Cuando llegué, me dirigí al salón y para mi sorpresa encontré a mi madre sentada con una señora desconocida.
-Oh Alice querida has vuelto esta es la señora Smith, nuestra vecina.
-Oh, solo llámame Marga querida.
-Es un placer señora. Mamá me voy a mi habitación así que si Daniel llega por favor dile que no me moleste.
Subí las escaleras y llegue a mi habitación y nada más entrar me quedé sorprendida.
En el pequeño balcón se encontraba un Nathan sonriente.
Fui hacia la ventana y nada más abrirla Nathan habló:
-Hola Alice.
-Hola Nathan, ¿qué quieres?
-Te venía a hacer una propuesta, ¿quieres que te enseñe la ciudad?
-Uuummm ¿Y yo que gano si voy?
-Te enseño la ciudad y te invito a un helado.
-Un helado de 3 bolas
-De dos
-3 o de aquí no me muevo.
-Esta bien pero ¿sabes que si comes mucho engordarás?
-¿Y tu sabes que si hablas demasiado acabarás mal?
-Vale vale princesa nos vamos ya o necesitas cambiarte.
Mire hacia mi ropa y no le vi nada extraño, así que, ¿por qué me preguntaba eso?
Nathan debió de ver mi cara sorprendida porque de repente soltó:
-Es que como eres una chica y tal, no se pensé que te querrías cambiar y eso.
Simplemente me limité a negar con la cabeza.
Nathan entró en su casa y yo salí por la mía. Nada más salir, me encontré con Nathan y justo cuando está a punto de darles las gracias mi teléfono sonó.
-¿Si? conteste de mala gana
-¿Alice eres tú? respondió una voz demasiado conocida al otro lado
-No, soy el coco no te jode, ¿Qué quieres Alex?
Alex, era uno de mis supuestos mejores amigos.
Era alto, de 1m 85 aproximadamente, con el pelo castaño y los ojos castaños.
-Vaya humor. ¿Se puede saber qué demonios te pasa Al? Nunca antes me habías tratado así. Dime donde estas que te voy buscar y hablamos tranquilamente.
-¿Alex sabes lo que te digo? ¡Que te den!
Y dicho esto colgué. Me giré lentamente para observar a Nathan el cual me miraba sorprendido.
-Alice, ¿quieres hablar de eso?
No contesté a Nathan.
Simplemente me limité a negar con la cabeza y empezar en andar dirección a algún lugar.
Nathan decidió olvidar lo que pasó y me enseñó donde se encontraban los lugares principales así como los lugares que más le gustaban.
Cuando estábamos un poco cansados paramos en una heladería en el que Nathan me dió el helado que me debía.
Casi tengo un orgasmo con mi helado de chocolate, vainilla y avellana.
Vale, igual exagero un poco pero nada más. Solo eso, un poco.
Nathan me lanzaba miradas cada poco así que decidí preguntarle directamente porque me observaba tanto a lo que él respondió:
-Es que no eres como una chica normal, por ejemplo ninguna chica que conozco se comería un helado de 3 bolas y aún encima tan rápido.
-¿Qué puedo decir? Me he pasado toda la vida rodeada de chicos así que te acabas acostumbrando. Digamos que no soy muy femenina en algunos aspectos
-Jajaja eso está bien. Por cierto supongo que asistirás al Sta.claire ¿no?
-Pues la verdad es que solicité la plaza para la prisión escolar y mañana tengo la prueba.
-¿QUÉ HAS DICHO? gritó Nathan
-Lo que has oído (creo que alguien no conoce el lavado de oídos) ¿Por qué reaccionas así?
-Nada nada, no es nada, dijo con la sonrisa más falsa que he visto en toda mi vida pero decidí pasarlo por alto.
En cuanto nos acabamos el helado decidimos volver a casa.
-Alice me lo he pasado muy bien contigo y antes de entrar en su casa me dió un tierno beso en la mejilla.
Espero que os guste y por favor dejar vuestros comentarios indistintamente de lo que os pareciera.
Vuestras críticas me hacen fuerte y mejoran la novela n.n.
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Prisión escolar
Romance¿Qué pasa cuando te enteras de lo que tus "amigos" piensan realmente de ti y apruebas la propuesta de tus padres de mudarte? Y por si eso no fuera poco, súmale que tu nueva escuela tiene como apodo la prisión escolar. Acompaña a Alice Harrison en su...