Capítulo 10

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El sonido del timbre de llamada de mi teléfono hace que mi corazón se acelere en un abrir y cerrar de ojos. La ansiedad es tan grande, que lo único que deseo hacer en este momento, es responder la llamada; sin embargo, me obligo a tomar un par de respiraciones profundas antes de estirar mi mano sobre el escritorio para tomar el aparato que descansa a poca distancia de mí.

Mis manos se sienten sudorosas y temblorosas. No puedo creer cuán ridícula estoy siendo. Es sólo una maldita llamada y pareciera que estoy a punto de sufrir un colapso nervioso.

La pantalla brilla y las palabras "Número Desconocido" se iluminan con tonalidades verdes y mi pulso retumba en la parte trasera de mis orejas. Trato, desesperadamente, de aminorar el nerviosismo de mi sistema, pero es imposible. El agujero en mi estómago es tan grande ahora, que no puedo hacer otra cosa más que apretar los dientes y respirar profundo.

"¿Por qué demonios me siento tan ansiosa?..." Digo, para mis adentros, pero de antemano sé la respuesta. Sé por qué -quién- estoy así.


Sé que hay muchas posibilidades de que se trate de otra persona, pero aún así no puedo evitar tener que tragar antes de deslizar mi dedo por la pantalla para responder.

— ¿Diga? —Mi voz suena más ronca de lo usual, pero no puedo evitarlo.

— ¿Maya Bassi?, soy Douglas Schneider, ¿me recuerda? —La voz amable del abogado con el que me reuní hace casi una semana, llena el auricular de mi teléfono y la decepción invade mi sistema.

No es él.

Sé que no debería sentirme como lo hago, pero es imposible arrancar la sensación de vacío que ha dejado la voz del abogado; sobre todo cuando Harry se ha encargado de acostumbrarme a sus constantes llamadas telefónicas.


Desde aquella vez en la que llegó borracho al apartamento que comparto con Kim, nuestra relación se ha vuelto bastante... extraña.

Me llama todos los días sólo para saber cómo me encuentro. No hay día en que no pregunte si no he notado algo sospechoso en mi entorno; tampoco hay día que no se ofrezca a pasar por mí a mi trabajo sólo para asegurarse de que llego sana y salva a mi destino.

He descubierto, también que suele aparcar su auto afuera del edificio donde vivo y montar guardia.

Al principio me ponía los nervios de punta que hiciera eso último, pero he aprendido a acostumbrarme a todo este asunto de él siendo sobreprotector. Hacía mucho tiempo que nadie se comportaba de ese modo conmigo y no sé cómo sentirme al respecto.


Nuestras conversaciones telefónicas, por otro lado, son extrañas y un tanto incómodas. Cientos de preguntas se han arremolinado en mi cabeza desde aquella vez en la que el alcohol se encargó de aflojar su lengua y lo hizo hablar de más; sin embargo, no me he atrevido a externar ninguna de ellas. A decir verdad, no hemos hablado acerca de lo que ocurrió esa noche en lo absoluto.

A la mañana siguiente, ni siquiera tuve oportunidad de hablar con él porque seguía dormido y yo debía venir a trabajar. Sabía que no iba encontrarlo cuando saliera del consultorio esa tarde. Tenía la esperanza de poder hablar de todo eso que dijo y que no alcancé a comprender del todo, sin embargo.

Él, sin embargo, se ha limitado a mantener nuestras conversaciones en sitios seguros. Sé que recuerda retazos de nuestra conversación, porque cada que hago hincapié a alguna de las cosas que dijo, cambia el rumbo de la charla. No estoy segura de cómo me siento respecto a eso.

MONSTRUO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora