Capítulo 32

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Algo está asfixiándome. El peso sobre mi cadera es doloroso e intenso y el bochorno provocado por el calor, me hace consciente de lo que ocurre a mi alrededor.

Mis párpados revolotean, así que tengo pequeños vistazos de la luz cegadora que se filtra a través de la ventana. En ese momento, me remuevo para aminorar la sensación de ahogamiento que no me deja tranquila, hasta que el dolor se apodera del lado derecho de mi cadera y no puedo hacer nada más que ahogar un gemido cargado de dolor.

Algo tenaza la parte inferior de mi cuerpo con mucha violencia y otro sonido adolorido brota de mis labios cuando trato de liberarme.

Estoy despierta ahora, así que abro los ojos para mirar hacia todos lados y descubrir que es Harry quien me aprisiona entre su cuerpo y el colchón. Su pierna izquierda está puesta sobre mi cadera y su peso anormalmente grande es lo que me provoca el dolor; su torso, de alguna manera, se ha acomodado sobre mí en una posición que hace que me falte el aliento y su cabello cae sobre mi cara de forma incómoda, haciéndome difícil ver más allá de la mata color caramelo que me cubre.

Somos todo extremidades y calor. No tengo idea de dónde empieza él y dónde termino yo y, a pesar de lo incómoda que me siento, no puedo evitar sentirme más feliz de lo que debería. Despertar con Harry a mi lado -o haciéndome puré- es la mejor de las sensaciones.


—Harry —digo, en un susurro enronquecido por el sueño—, me estás aplastando.

El ceño del chico dormido junto a mí, se frunce ligeramente, pero no responde. Ni siquiera se mueve.

— ¡Harry! —Exclamo, cuando el peso de su pierna se remueve y mis huesos crujen con ella.

La cara de Harry se alza de golpe en ese instante y su cabello enmarañado le cubre el rostro casi por completo. Entonces, mira alrededor y se deja caer sobre su espalda, liberándome de la prisión de su cuerpo.


— ¿Qué hora es? —Su voz suena más arrastrada y ronca de lo habitual.

Yo cierro los ojos, en un débil intento de recuperar el sueño perdido. No lo consigo.

—No lo sé —musito, en un tono de voz apenas audible.

Él cubre su rostro con un brazo y gruñe algo inteligible.

Yo me acomodo sobre mi lado y hundo el rostro en la almohada debajo de mí, para que mis párpados delgados no sean perturbados por la luz matutina -o vespertina-.

Al cabo de unos segundos, siento cómo el colchón se mueve cuando Harry lo hace y, acto seguido, sus dedos expertos apartan el cabello lejos de mi nuca. La vergüenza me invade cuando siento la humedad provocada por el calor en esa zona y me aparto.

—Ven... —pide, como si fuese un niño enfurruñado y yo respondo con una negativa igual de infantil.

Trata de alcanzarme de nuevo, pero me alejo una vez más.

—Me suda el cráneo —me quejo, en el proceso.

—Me importa una mierda —dice—. Quiero besarte.

—No con este aliento matutino —mascullo y él ríe un poco.

—Te besé después de que pasaste días enteros inconsciente en un hospital, ¿lo recuerdas? —dice, con aire divertido—. Puedo soportar un poco de aliento matutino.

Mis ojos se abren en ese momento y me sobresalto un poco al darme cuenta de su cercanía. Sus párpados, hinchados por haber dormido más de la cuenta, están abiertos y me miran con diversión y coquetería.

MONSTRUO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora