Ganar o perder: la última prueba

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La quinta prueba. La definitiva. Sólo quedaban diez ángeles jóvenes, y Diana la única chica entre ellos.
Ella se preguntaba quién sería ese chico desconocido que tenía tanto talento. Era bastante guapo, alto, con sus ojos azules que la habían mirado. Sacudió la cabeza.

"No, Diana. Él no te gusta. Cómo dice papá, no te enamores de tu enemigo. Puede que pelee contra él, y no pienso perder" –pensó.

–¿Estás preparada? –Le preguntó alguien a sus espaldas.
Se giró para ver quién era. Él de nuevo. Todavía no sabía su nombre, ni él suyo.
La anciana celestial volvió a felicitar a los diez últimos que quedaban y explicó en que consistía el reto de nuevo.
–¡Enhorabuena a los diez! ¡Habéis demostrado que sois dignos para estar en la gran academia de ángeles! Pero antes... Tenéis que darnos una razón, algo para poder entrar.
–¿Pero no hemos demostrado ya suficiente? –Preguntó un chico.
–No del todo, joven ángel. Luchareis individualmente uno contra uno, en una batalla. Vuestro adversario será elegido aleatoriamente. Después, los jueces y dos invitados decidirán.
Todos asintieron. Dijeron quién le tocaba a quien. A Diana le tocó a alguien con quién no quería pelear. Ese chico. Parecía como si el destino intentara unirlos. Lucharían en último lugar. Los combates comenzaron. Las cuatro peleas fueron bastante largas e intensas, y que no se cansaron todavía. Cuando la cuarta batalla terminó, llamaron a la pareja que faltaba. Desenfundaron las espadas y se colocaron en posición de batalla. Ella miró a un lado, donde esta su padre con alguien a su izquierda. Le sonrió y dijo algo que ella no entendió, pero dedujo que le dio ánimos. Le devolvió la sonrisa y miró a su rival seria.
–¿Preparados? ¡A luchar! –Exclamó la jueza.
Los dos se quedaron quietos, observándose uno al otro. Ella no quería atacar primero, así que lo hizo él con mucha fuerza. Diana se protegió con su arma, y rechazó el golpe. Siguieron durante mucho tiempo chocando sus espadas, esquivando ataques y moviéndose por el campo de batalla. Los jueces y el resto de los candidatos miraban atentamente la pelea. Uno de los invitados gritó:
–¡Vamos Azazel! ¡Tú puedes!
Diana miró en unos segundos quién era. Era el amigo de sus padres.

"Es él... Con quién hice una promesa cuando era pequeña" –se dijo.

–¿Azazel? –Se detuvo.
Él no contestó. Hizo un movimiento con la espada que le desarmó. Ella seguía parada mirándole con asombro.
–¿Azazel? No puede ser...
–¡El ganador es Azazel! –Anunciaron.
–¡Diana! –Le llamó su padre, yendo hacia ella.
–¿Diana? –Preguntó él.
–¿No te acuerdas de mí? Hicimos una promesa cuando teníamos tres años.
-¡Eres tú! ¡Ya sabía que te conocía de algo! Perdona... Yo...
–No importa –dijo decepcionada–. Puede que no entre por esto.
–¡Tonterías! Lo has hecho bien –dijo sonriente.
–Bueno, me has ganado por despiste. Admito la derrota.
–Me alegro de volver a verte, Diana –le dio un abrazo que ella no se esperó.
–Yo... Yo también Azazel.
–Supongo que entraremos los dos en la academia.
–Seguramente, pero yo no lo tengo asegurado –dijo.
–¿Vamos a fuera y hablamos?
–Vale –afirmó.
Mientras esperaron sus resultados, los dos se sentaron en unos de los asientos del patio.
–No sabía lo de tus alas. Mi padre me dijo algo de eso, pero yo era muy pequeño y no lo entendía.
–Nací sin la cicatriz, que es señal de que te crecen. A mis padres no les importa eso, pero no me gusta que me miren como si fuera una extraña.
–Algunos rumores dicen que eres humana, pero son idioteces que dice la gente.
–El Creador dijo que yo sería una gran comandante.
–Eso quiere decir que tienes sangre angelical, ¿no?
–Supongo –hizo una sonrisa forzada.
–Tienes una bella sonrisa, ¿nadie te lo había dicho?
Ella se ruborizó.
–No... Gracias.
–¿Alguna vez has hecho algo que no deberías de hacer?
Negó con la cabeza.
–¿Vienes? Haremos algo divertido –se levantó y le tendió la mano.
–Bueno... –Dijo insegura.
–Vamos a escuchar lo que dicen los jueces sobre nosotros.
–Pero...
–Shhh, ya has aceptado. Sígueme y no hagas ruido.
–Está bien.
Azazel conocía pasadizos que estaban por el recinto. Fueron por uno que llevaba justo en la puerta donde decidían quién entraba o no.
Llegaron y escucharon lo que decían.
–Azazel... Ese chico es excelente. Yo no pensaría en sí o no. Necesitamos a gente como él –dijo alguien, siendo una de las juezas.
–Yo pienso que lo mismo que ella –dijo otro.
Azazel sonrió por escuchar tantos alagos.
–¿Qué opináis de Diana? –Reconoció la voz de su padre.
–Ahora te toca a ti –le susurró su amigo al oído–. Suerte.
–No debería de entrar. No es un ángel. No tiene alas. Es muy despistada –dijo alguien.
–Creo que se esfuerza mucho y es igual de bueno que mi hijo –dijo el padre de Azazel, que estaba en la reunión.
–Yo digo lo mismo sobre mi hija.
–Tienes a tres en contra, comandante. No va a entrar.
Esa conversación entristecía a Diana. Azazel la abrazó.
–No te preocupes. Vas a entrar. Tienes a dos a tu favor –le habló lo más flojo posible.
–No voy a entrar, Azazel –le dijo.
–¡Y eso es ser una creación del Creador! Estáis siendo injustos con ella. Él dijo que sería grande a pesar de no tener alas –dijo su padre enfadado.
-Pienso que podríais darle una oportunidad. Seguro que no os arrepentiréis –dijo Yandak.
–Bueno, espero que los dos tengáis razón y no nos decepcione –dijo uno de los jueces.
Al final, dijeron que podría entrar y los jóvenes volvieron al patio para no tener problemas.
Hablaron con los dos anunciándole la buena noticia. Entraron en la academia. Gritaron y celebraron su victoria aplaudiendo.

Fallen Angel©(#0.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora