Revage, espada de la venganza

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Todavía Satanás no había descubierto lo que había creado el Creador a sus espaldas. Pidió a los humanos que, por su bien, no intentaran salir del paraíso. Pero uno de ellos le desobedeció. Salió muy fácilmente de allí y entró en el infierno. Dos demonios notaron su presencia y lo mataron. Cogieron su cuerpo y lo llevaron ante su rey.
–Hemos encontrado a este ser intruso. No conocemos qué es.
–El Creador no me había informado de todo esto... –Dijo Satanás, suponiendo que era obra suya–. ¡Será traidor! –Se levantó enfadado y agarró el cuerpo–. Ahora se va a enterar –lanzó lo que tenía en las manos–. Preparaos para la guerra, todos y cada uno de los que estáis en los infiernos. La guerra empieza –ordenó a sus mensajeros, que inmediatamente se marcharon.
–Maldito...¿Cómo has podido hacerme esto? Creamos nuevos mundos... Crearé la espada de la venganza, a la que llamaré Revage. Arderá una gran llama negra alrededor de su hoja. Se activará con la sed de venganza que tenga aquel que la tenga en sus manos.
De repente, apareció un arma con la hoja y el mango de un material que nadie conocía. Su forma era muy especial, y se notaba que era divina. Con esto, nació la primera espada divina. Después creó la espada de la furia, del que se desconoce su nombre. Estos tipos de espada tenían cosas diferentes y una sola cosa en común: desprendían fuego en un momento, llamado despertarse. Los modelos, el color del fuego y el diseño de todas ellas eran distintas, pero Revage era la más fuerte y antigua de todas.
El dios enfurecido intentó entrenar con su nueva espada, pero no consiguió despertar su poder. Le hicieron sus sirvientes maniquís para destrozarlos y hacer arder a Revage. Llegó un momento que se rindió de entrenar con ella.
–Esta espada... Es inútil para mí. Necesito una mejor –la mantuvo entre sus manos. Llamó a un demonio para que se la llevara y la destruyera.
El demonio se la llevó al mejor herrero de los infiernos y le pidió que se deshiciera de ella. El herrero fue a fundirla, pero ocurrió algo sorprendente. No se derretía. Le dio unos golpes con su gran martillo, y tampoco lo logró. Se la devolvió a su cliente.
–Lo siento, es imposible destruirla. Nunca había visto un arma así. Todas las de este mundo se destruyen derritiéndolas o con un martillo especial. Pero... Con esta es imposible.
–El gran jefe me ordenó que me deshiciera de ella –contestó.
–Yo no puedo. Haz lo que quieras con ella.
–Está bien –salió de la herrería.
No sabía qué hacer con ella. O dejarla abandonada o quedársela. Sabía que una gran guerra estaba muy cerca. No tenía todavía ningún arma para luchar.
–Mejor me la quedaré. Con esto podré ir a la guerra –se dijo muy alegre.
Se fue a su hogar y guardó la espada.

Fallen Angel©(#0.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora