Un error, una solución

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Mucho tiempo después, Diana y Azazel cumplieron los veinte años. En ese tiempo, Azazel se convirtió en guardia jefe y Diana seguía con su entrenamiento, aunque la mayoría de las veces se quedaba con su madre a ayudarla en las tareas de la casa. El joven guardia conoció a muchos ángeles y se hizo muy popular en el cielo. Las chicas estaban locas por él, ya que tenía un gran atractivo. Pero para él sólo una chica que le importaba: su mejor amiga, Diana. Nunca tuvo el valor de confesar sus sentimientos, pero le daba abrazos y cariño. A veces, ella le preguntaba si le gustaba alguna de sus admiradoras, y le contestó:
–Tú eres mi admiradora. No necesito a las demás. Ellas no me conocen tanto como tú. Yo cumplo mis promesas –le guiñó un ojo, rechazando a sus fans.
Pero tiempo después... Un día en el que siempre quedaban los amigos, una admiradora intentó seducir a Azazel mientras Diana estaba en camino.
–Azazel... Eres tan hermoso y bello... Moriría por un beso tuyo –le rodeó con sus brazos, atrapando al ángel.
–Yo... No puedo... Ni siquiera...
–Calla –le hizo un gesto con el dedo recorriendo sus hombros–. Dámelo.
–No puedo...
–¡Sólo es un beso!
–Bueno... –Acercó sus labios a la desconocida y se detuvo en cuanto oyó la voz de su amiga.
–¿Azazel? Pero... Pero... Me dijiste...
El chico se apartó de la admiradora, que huyó.
–¡Me mentiste! ¡Me dijiste que yo era tu única admiradora! Ibas a besarte con esa chica... ¡Ni siquiera la conoces! Eres un mentiroso. Creía que cumplías las promesas y que éramos amigos –dijo dolida y se dio la vuelta para marcharse.
–¡Espera! –Le agarró de un brazo–. Déjame que te...
–No, Azazel. Déjame ir, por favor –estas últimas palabras las dijo sin poder evitar llorar. Él la liberó y Diana se marchó.
-¡No! ¡Espera! –Alargó la mano, sin poder alcanzarle.
Azazel se quedó mirando cómo se iba, como se iba su mejor amiga. Había sido un idiota.
–Si te hubiera dicho lo que sentía, no pasaría esto... ¿Qué puedo hacer para tener tu perdón y recuperarte? –Le dijo a sus pensamientos
–Yo sé cómo puedes hacerlo –dijo una voz siniestra por detrás suya
Se volvió y vio a un enorme demonio. Estuvo a punto de gritar, pero algo se lo impidió.
–Seguro que sabes quién soy. No te asustes, ángel, yo puedo ayudarte. No haré nada malo, pero si la quieres, tendrás que hacer unas cositas.
–¿Yo? Eres... ¿Cómo puedo creerte? –se puso en posición defensiva.
–Verás, yo sólo quiero volver a cómo estábamos antes. Unidos y en paz. Me gustaría ayudarte. Sería cruel que la perdieras para siempre. Todos cometemos errores, y te daré una segunda oportunidad. Quiero que hagas una sola cosa; como eres el guardia jefe, entra en la sala donde se encuentra el Creador y entrégale esto- le dio una pequeña botella con un extraño líquido morado en su interior.
_¿Qué es esto? –Lo sostuvo entre sus manos.
–Un elixir de los dioses. Es algo como tratado de paz para él. Seguramente debas de vencer al resto de los guardias, pero eso no importa.
–¿Tengo que darle esto?
–Por supuesto. Después, te aseguro que la tendrás a ella.
–Espero que digas la verdad, Satanás.
–Palabra de dios –alzó un brazo y ocultó otro cruzando los dedos. Lo había conseguido. El dios desapareció y Azazel se marchó.

Fallen Angel©(#0.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora