Epílogo

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MARATÓN 3/3

-¡Dustin! No, no, no. ¿Cómo puedes haber hecho eso, Dustin?-preguntó Kendall mirando la pequeña y blanca hoja que le había traído su hijo-. ¡Tienes quince años! ¡Deberías ser más responsable!

-Lo siento, papá, pero es que ese tipo no para de joderme-se excusó resoplando y dejándose caer contra la pared.

-Ya sabes que no debes decir palabrotas frente a los pequeños-murmuró mirando a su pequeño sobrino, que corría tras su hermana.

-Logan, ya, márchate de aquí-apresuró nuestro hijo al pequeño bebé, que había aprendido a caminar hacía poco-. Y tú también, Wen. Vete. Ya.

-No le hables así a tus primos...-Suspiré, harta ya del comportamiento del adolescente.

Nuestro hijo me miró y rodó los ojos, recordándome total y perfectamente a Kendall. Sonreí por lo bajo mientras mis sobrinos salían del salón, dispuestos a encontrarse con sus padres.

Sí, la vida había continuado. Y vaya que había continuado. Yo, aquí, con treinta y ocho años y mi marido con cuarenta, gozábamos de la completa esclavitud que significaba tener siete hijos a nuestro cargo. Y no, no me he equivocado. He dicho siete hijos.

Siempre recordaré aquella noche en París, en la que le dije a Ken que volvía a estar embarazada. Bueno. Pues resulta que no iba a traer a un solo niño al mundo. Mi barriga iba cargada con tres bebés, seguro que Daniel se quedó contento a la hora de satisfacer su deseo de tener un hermanito.

Y ahora, con tres trillizos quinceañeros, los tres rubios, causaban furor entre las chicas de su clase, pues nuevamente, habían sacado todo el parecido posible a su padre y eran realmente guapos. No puedo quejarme de Lucas y de Jack, porque son estudiosos y buenos a la hora de comunicarse. Pero Dustin... Uf, Dustin es irreparable.

¿Que por qué esos nombres? Bueno, al más mayor siempre le había querido ponérselo. Daniel se me había adelantado, pero Lucas me gustaba, y... fue mi oportunidad. 

En cuanto a Jack, se lo pusimos porque mi padre, harto de ver que pasaba más tiempo embarazada que normal, decidió que era hora de que uno de mis embarazos llevara su nombre. Y al último trillizo, mi último hijo, (por ahora), se lo pusimos en honor a Dustin, para que sepa, esté donde esté, que no nos hemos olvidado de él, pues lo recordamos cada día.

Helen se había convertido en una chica hermosa de veinte años. Se había dejado el pelo largo, hasta la cintura, y a su novio le encantaba hundir sus manos en la espesa cabellera rubia cuando se besaban. Kendall odiaba eso y juraba cada noche que la próxima vez que ese tipo volviera a meterle mano a su hija, iría a su casa y le dejaría sin descendencia.

Amber y Daniel tenían dieciocho. Daniel estaba realizando el último curso del instituto y se preparaba para estudiar medicina en la universidad. Jamás pudimos estar tan orgullosos de él. 

Ambs, (probablemente me mate por decir esto), no había superado su obsesión con las muñecas y ahora se dedicaba a preparase para la carrera de diseño, para diseñar los vestidos de esos juguetes de plástico. Aunque era un trabajo algo extraño, sabíamos que ella era capaz de ganarse la vida con eso, así que nos pareció bien.

Cristal, con dieciséis, era mi única hija con parecido a mí. Los trillizos habían salido nuevamente a Kendall, y ella fue la única que logró sacar algo de mis genes. Iba al instituto, se puede decir que era la más normal de todos mis hijos, pero por desgracia, no sólo nos parecíamos físicamente, así que era igual de cabezota y de espabilada que yo. Solamente espero que a los dieciocho años no se quede embarazada.

Al fin de cuentas, mi vida se había convertido en un lugar de estudiantes. Echaba de menos el no tener juguetes por la casa tirados por ahí, porque la verdad, aunque fueron etapas difíciles, no las cambiaría por nada.

Ah, en cuanto a mis sobrinos, sí, son hijos de Logan y Wendy. Se casaron y decidieron usar protección la mayoría de veces, así que se quedaron con un niño y una niña. No fueron tan imaginativos como nosotros y les pusieron sus mismos nombres. Alice decidió esperar como buena niña que era, y con veintiséis años, se dedica a ayudarle a papá en los casos más difíciles de policías. 

-¡Duuuuuustiiiiin!-gritó una voz muy reconocida por las escaleras. Jack entró junto a su mellizo por la puerta, Lucas, y los dos se quedaron mirándolo con cara de pocos amigos. Eran igualitos a Kendall. Realmente igualitos-. ¡Copiaste mis deberes!-gritó enfurecido.

-No tenía tiempo para hacerlos-se excusó con los brazos cruzados.

-Oh, genial. Así que ahora descubro que tengo un hijo que además de pegarle una paliza a un chico del instituto, copia los deberes de sus hermanos y por eso saca tan malas notas-gruñó Kendall.

-Vale, vale, esto se está poniendo feo. Todos contra mí... ¿mamá?-murmuró-. ¿Tú que opinas?

-Huy, yo no opino en estos casos, cielo. 

-Mierda.

-Las palabrotas, Dustin, las palabrotas...

-¿Sabéis qué? Sé de alguien que sí que me apoyará. -Se volvió hacia las escaleras-. ¡DANIEL!

Pronto se escucharon unos pasos apresurados bajando por estas y una melena rubia muy familiar apareció por la puerta. Daniel había optado por conservar su flequillo al igual que lo había hecho Kendall todos estos años. Sin embargo, los trillizos llevaban una cresta muy rara que según ellos, era lo que estaba de moda.

-¿Qué ocurre?-preguntó con su voz varonil.

-Todos me odian. Todos. Daniel, como buen hermano que eres, diles que están equivocados. ¿Lo haces por mí?-preguntó con un puchero.

-Todos estáis equivocados-dijo rápidamente cogiendo su chaqueta. Se me escapó otra pequeña risa-. Bueno, me tengo que ir, el tío Logan me ha dicho que me lleva a un partido de hockey sobre hielo.

-¿Cómo?-preguntaron los cuatro chicos a la vez.

-Sí. Pero sólo tiene tres entradas, una para él, otra para mí, y otra para Loggie. Así que... ¡lo siento! Me voy-se despidió rápidamente, besando mi mejilla al salir-. ¡Por cierto, papá, Helen se está besando con el novio en la entrada de casa!-chilló ya afuera.

-¡Mierda, Daniel! ¡Hijo de...!-se pudo escuchar a Helen desde la salida.

-¿Cómo? ¡Voy a por un cubo con agua!-exclamó mi marido olvidando el caso de Dustin-. Será cabrón, el gilipollas ese.

Kendall corrió a la cocina y llenó un cubo de plástico con agua. Se acercó a la ventana y con su buena puntería, dejó caer el agua que había estado llenando, mojando completamente a Helen y a su novio. Los trillizos comenzaron a reír y yo me uní a sus risas.

-¡PAPÁ!-chilló mi hija completamente empapada.

-¡Nada de besos! ¿Entendido?

-Será diota-murmuró desde afuera.

Sí, los años habían pasado. Habían pasado y seguirían pasando, pero no me importaba. Éramos felices. Éramos... completamente felices. Y aunque sólo mi hermana hubiera seguido con la carrera que me llevó a conocer a mi esposo, siempre lo recordaría por eso. Por ser mi criminal. Por ser mi criminal con sentimientos.

FIN













Criminal con Sentimientos {Kendall Schmidt & tú} #CCS3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora