Apretujé a Cristal con mis brazos. Kendall tenía su vista clavada en mí y yo intentaba moverme, pero no podía. Me hice ánimos y corrí silenciosamente hacia la habitación donde anteriormente estaba. Lágrimas comenzaron a correr por mi rostro. La idea de dejar a mi marido con mis tres hijos solo en medio de unos sicarios me aterrorizaba. Pero tenía que salvar a Cristal. Kendall cuidaría bien de los pequeños cuando yo buscara algo con qué sacarlos. Llegué a la ventana. Calculé la distancia que había desde la habitación hasta el suelo, pero si caía de pie, probablemente me rompería los tobillos del impacto, tal vez las piernas también. Intenté abrir la ventana, pero no tenía fuerza suficiente. Estaba oxidada. Genial.
Sólo me quedaba una opción. Me preparé para ella.
Escuché los pasos de los hombres acercarse, tenía que darme prisa. Metí como pude a Cristal dentro de mi camisa y la protegí con mis brazos para que no sufriera ningún daño. Retrocedí unos pasos y cogí carrerilla para luego impulsarme y romper la ventana con mis puños. Dolía. Mucho. Sin darme cuenta, estaba volando por los aires. Me giré aún sin tocar el suelo para que el impacto lo recibiera mi espalda y no mi bebé. Me sentí cómo si me hubiera muerto. Mis manos estaban ensangrentadas por los vidrios y mi espalda era terriblemente dolorosa. Aún así, reuní las fuerzas suficientes al ver que Cristal no había recibido ningún daño y comencé a correr hasta llegar al bosque. No estaba muy lejos. Aunque mis miembros del cuerpo pedían un doctor, eso no era lo que más me dolía al correr. Me dolía dejar atrás a mi familia corriendo peligro.
Escuché un llanto. Primero pensé que era mío, pero luego bajé la vista y era mi hija, que lloraba al compás de las sacudidas de correr. No podía atenderla, tenía que escapar. Esos hombres no tardarían mucho en saber por dónde me había ido, y cuando lo averiguaran, correrían más rápido que yo. Tenía que coger ventaja.
...
Por fin me endincé en el espeso bosque perdiéndome en él hasta que ya no se veía Washignton. Me senté en un tronco y no pude evitarlo, comencé a llorar. Tenía mi móvil en mi bolsillo, pero si llamaba a Kendall no tardarían en localizarme. Debía ser astuta y encontrarlos por mí misma.
Varias horas después, me dormí en medio de los árboles. Por suerte, cuando me desperté, tenía todas las ideas aclaradas, y aunque el dolor de la espalda y las manos seguía siendo insoportable, pensé en darle de comer a Cristal. Por lo menos podría darle pecho.
Cuando terminé, decidí levantarme y empezar mi camino hacia la casa de nuevo. Tardé más, mucho más de lo que había tardado en meterme en el bosque. Horas. Llegué al anochecer y a unos metros de la casa, me paré y dejé a mi hija en el suelo, entre dos árboles y con hojas alrededor. Si no lloraba, pasaría desapercibida. Aunque mi corazón se rompió al dejarla allí sola, desprotegida. Pero no tanto si la llevaba conmigo. Con sólo un golpe, podrían acabar con su vida.
Me escondí detrás de la casa. Tenía un plan. Y cruzaba los dedos por que en realidad esos fueran los sicarios de Alexa Vega. Pillé un uniforme de hombre en el camión y me lo puse, guardando mis manos detrás de la espalda. Por suerte, también había una pistola en el traje. Me acerqué transmitiendo tranquilidad y me planté delante de los dos hombres que cubrían la puerta.
-¿Dónde cree que va?-Preguntó uno, calvo y muy corpulento.
-Adentro. Me han ordenado que observe a los prisioneros de cerca.-Advertí a la vez que con mi mano derecha repleta de sangre aún dolorosa, empuñaba la pistola.
-¿Quién se lo ha ordenado? ¿La señora está de acuerdo?
-Sí.-Dije rápidamente y me abrí paso sin responder a su primera pregunta. Me abrieron la puerta cerrada con varias llaves y mi corazón dio un vuelco al ver semejante escena.
Los cuatro estaban atados con cuerdas a sillas. Los tres niños lloraban silenciosamente y Helen tenía marcas de bofetadas en las mejillas, probablemente habría contestado a alguien, ella tenía mucho carácter. Un hombre caminaba de derecha a izquierda dando vueltas por delante de ellos, para asustarles o para vigilarlos. Pero el que más me impresionó fue mi esposo. Se tambaleaba hacia delante como si no hubiera dormido en semanas, y su cabello tapaba sus ojos. Otro hombre salió de una habitación con una jarra con líquido transparente. Al principio creí que era agua, pero no.
-Bebe.-Le ordenó acercándole un vaso a su boca. Kendall tiró la cabeza hacia atrás y se negó.- Bebe.-Repitió el señor.
-No... No quiero más.-Dijo arrastrando las palabras. Ahí comprendí de lo que se trataba. Le estaban drogando.
-¡He dicho que bebas!-Gritó a la vez que le daba un bofetón a Helen. Mi corazón latió rápido, de ahí sus marcas en las mejillas. Estaban obligando a Kendall a beber eso, si no, pegaban a sus hijos. Eso era muy cruel.
Él cedió rápidamente al ver que su hija lloraba de nuevo. Se tomó todo el vaso de ese líquido y el hombre volvió a entrar en esa habitación.
-Quiero salir de aquí.-Gimió Amber.
-Ambs...-Murmuró casi inconsciente mi marido.- Todo... Todo... Todo saldrá... Saldrá... Genial.-Consiguió formular la frase. Bien, hasta aquí habíamos llegado.
Saqué la pistola del bolsillo preparada para luchar, y aunque me derribaran, haría lo posible para proteger a mi familia. Ahora o nunca.
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Criminal con Sentimientos {Kendall Schmidt & tú} #CCS3
FanficUna nueva temporada donde ambos tendrán que superar sus retos, uniéndose y amándose como siempre lo han hecho. Con la llegada del nuevo bebé, las cosas se complicarán... Pero ahora más que nunca, sabrán que tener una familia que cuidar, no es tan fá...