Recuerdo

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Controlado

Samuel lo esperaba en el centro comercial, pero Alexander de camino se encontró con un amigo y se entretuvo hablando con él.

―¿Quién es él? ―preguntó una voz colerizada.

―él es Ricardo, es un amigo de la escuela ―dijo Alexander con una sonrisa.

―Tú, enano ¡largate! ―dijo Samuel despectivamente al amigo de Alexander.

―¿Qué te pasa? Idiota, no trates a mis amigos así ―gritó Alexander.

Samuel empujó a Alexander dentro de un callejón abandonado, lo tomó del cuello de la camisa y lo empujó contra la pared.

―Escuchame bien Alexander, si te vas a ver conmigo vas de inmediato, si te llamo al teléfono contestas al instate, si te hablo y espero que hables, respondes ¿entendiste?

Alexander no contesto nada. La sorpresa inicial paso a una sensación de rabia.

―¿Quién te crees que eres? No me vengas a decir que hacer.

Samuel lo golpeó―. Tu eres mío, puedo decirte que hacer. ¿Entendiste?

Alexander temeroso asintió.

Al día siguiente Samuel lo buscó y le pidió perdón, le prometió que no lo volvería a tratar así. Alexander sonrió sincero y creyó en él. Ignoró el dolor que sentía en su pómulo derecho, olvidó que tenía la zona hincha. Alexander no le importo el color purpura que comenzaba a aparecer, solo le importaba estar con Samuel y hacerlo feliz.



Diario de un SuicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora