Touch my heart Kumiho

La presa perfecta

Paseo marítimo

1:46 a.m.

Un hombre pasea por el camino mientras contempla las olas. A la luz de la luna, lucen de un violeta oscuro precioso mientras se rompen contra el acantilado. El hombre, encandilado por la belleza del mar, salta la valla del paseo y se acerca al borde del acantilado. Una mujer de mediana edad se acerca a ver que ocurre. Cuando se da cuenta de lo que el hombre estaba a punto de hacer se lanza a intentar disuadirle. Poco a poco, el hombre se aleja del borde y entra al paseo de nuevo. Se acerca a la mujer y le agradece su preocupación liberándola de todas las suyas. La exime de sus problemas, de sus tristezas... De su vida. El puñal se hundía cada vez más hondo en el vientre de la mujer que no evitaba gritar de dolor. El hombre, para librarla de su agonía le saca el puñal, le da la vuelta y le corta el cuello. Ahora no gritaría. Ya no sentía agonía entonces.

La silueta de una chica, alta y esbelta, aparece al final del paseo. A medida que se va acercando su presencia iba ejerciendo presión en el ambiente. La chica mira a la mujer muerta, le acaricia el cabello y la mira con semblante melancólico. La sonríe. Ella sabe que está en sus últimos instantes. Su falda se rompe y unas colas larguísimas aparecen de su baja espalda a la par que de su sonrisa comienzan a asomar unos colmillos perfectamente  afilados. Abre los ojos y mira a la mujer fijamente. Disfrutaba de su presa. Ella vuelve acariciar la cara de la mujer, esta vez solo con sus afiladas uñas, mientras se regodea de su victoria sin siquiera esfuerzo. Va bajando su dedo índice hasta el ombligo de la mujer, le rompe la ropa dejándola desnuda de cintura para arriba e introduce su uña del dedo índice dentro del ombligo de la mujer. Esta vez va subiendo por su cuerpo, abriéndola como quien abre un simple pescado. Cuando acaba, se relame y mira que prefiere comer esta vez.
-¿Qué debería comerme esta vez, D?
-Lo que usted guste, señorita Eva.
-Escogiste a una buena presa, las mujeres de mediana suelen haber pasado por lo suficiente para que sus corazones sean fuertes, pero no por tanto como para que estén cansados. Ese toque es lo más sabroso de ellas.
-Si me permite, me parece que sus manía, señorita Eva, son de lo más adorables.
-¿Verdad que sí?
Ambos rieron en la noche mientras ella se alimentaba de la elección de su esclavo. Una vez más, el Demonio de media noche había acertado con su presa.