El colapso

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Todo era perfecto. Mi vida era perfecta. El tiempo se me escapaba de entre los dedos mientras yo me perdía en los oscuros ojos verdes de Erick... pasaban las horas, los días, los meses, sin apenas darme cuenta. Su amabilidad, su bondad, su protección... todo de él me embelesaba, me encantaba, me hacía feliz... y me hacía débil. Lo peor de todo es que yo pensaba que así todo estaba bien. Pobre tonta...

Los primeros dos años fueron los mejores y más felices de mi vida. Vivíamos en la cabaña del bosque, donde nadie nos podía encontrar ni molestar. El me alimentaba, me cuidaba, me enseñó sobre el mundo de los humanos, me enseñó idiomas... reíamos, jugábamos... la única cosa que recuerdo hacer sola era leer, a él no le gustaba leer. Éramos tan felices... pero todo lo bueno tiene un final, y es que en el cruel mundo de los humanos, no hay lugar para la felicidad. La falsa ilusión de tranquilidad se disipó en tan solo un instante una tarde de domingo, mientras los copos de nieve cubrían de nuevo los alrededores del bosque.

Un antiguo conocido de Erick irrumpió en la cabaña, tirando a la basura todas nuestras esperanzas...

-¿Erick? ¿Eres tú de verdad?

Lo peor de todo, lo más miserable que el cruel destino nos pudo ofrecer, es que ese pobre hombre era totalmente inocente. En ese momento me di cuenta que la ruleta del destino es mucho más letal y sádica que la ley del más fuerte que predomina en el reino animal.

-¡Erick!

Se acercó a Erick llorando de felicidad.

Erick se acercó a abrazarlo.

Erick lo apuñaló.

-Deberías haber dejado a los muertos descansar en paz...

Hermano...

-¡No lo escuches Eva!

¿Por qué?

-Puedes controlarlo Eva, tú puedes, así que por favor, ¡no lo escuches!

Por fin te había encontrado...

Grité. Grité más fuerte de lo que jamás lo había hecho.

-Eva tienes que tranquilizarte, te necesito, ¿vale? Pero te necesito cuerda ¿me entiendes?

Sus cálidas manos rodearon mi cara tratando de tranquilizarme, pero en ese momento ni siquiera ese gentil gesto podría calmarme. A pesar de eso y sin saber cómo, asentí.

Erick abrió el cadáver de su hermano desde el ombligo hasta la garganta mientras yo casi no podía ni mirar. El sonido de la carne... las tripas cortándose... el olor de los intestinos mutilados... el color amarillento del interior de su estómago... Todo. Quería vomitar.

Erick sacó el corazón del cadáver rompiéndole la caja torácica con sus propias manos.

-Siento no haber sido más cuidadoso, pero no hay tiempo. Come, lo necesitarás.

-Pero tú me dijiste que nunca comiese un corazón fresco...

-Eso ya no importa, ahora hazme caso, ¡rápido!

No entendía nada de lo que estaba ocurriendo, pero aún así confié en él y comí.

Comí.

Saboreé.

Extasié.

Perdí totalmente el control de mí misma. Jamás me había sentido como en aquel momento. Jamás tan fuerte, tan ágil, tan poderosa...

Me sentía como una diosa renacida de la sangre de un sacrificio.

-¿Eva?

Erick corrió a abrazarme. Me apretó tan fuerte contra el que notaba los latidos de su corazón en mi propia piel. Su corazón... sonaba en mis oídos como el tintineo de un cascabel.

Touch my heart KumihoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora