Recuerdo a la perfección aquel día... si, aquel día en que el destino decidió burlarse de mí. El día de mi "despertar", el día que tanto había esperado y deseado y el más feliz de mi vida... pobre ingenua...
Hacía frío, muchísimo. Era una de esas noches sin nubes en la que las estrellas se podían ver perfectamente en el cielo, pero también una en la que a pesar de no caer ni una gota de lluvia la suave brisa nocturna se encargaba de traer con ella un frío seco que calaba hasta los huesos. En esa noche, mi primera noche como kumiho, estaba temblando y no sabía bien si de emoción o de frío, ahora que ya no tenía mi pelaje me encontraba desnuda en el bosque en pleno invierno. La nieve acuchillaba mis ahora delicados pies mientras yo trataba de tapar mi cuerpo desnudo con mis colas, ahora la única parte de mi cuerpo que tenía pelaje. Parecía que todo este se había subido hasta mi cabeza, dejando caer por mi espalda una larguísima cabellera rubia. A pesar de todo, en esa noche fría no había nada que ardiese mas fuerte que mi corazón.
Me encaminé a lo profundo del bosque, en busca de un sitio en el que poder reposar lejos de la fría brisa, tan solo una cueva habría sido perfecta, pero el destino tenía otros planes para mí.
Durante siete días y siete noches estuve a la intemperie, sin poder encontrar refugio ni comida, el invierno no había dejado nada para mí salvo un helado manto blanco. Todos los animales estaban hibernando o se habían ido, no quedaba nada... me había convertido en el peor de los momentos posibles y estaba condenada a morir sola. Cuando pensaba que ya era mejor rendirse, tirarme en el suelo y esperar a morir congelada, escuché una voz lejana, pero que sentía muy cerca.
Ayuda
No sabía que significaba eso... ¿me lo había imaginado?
Por favor...
No, claro que no me lo había imaginado. Había alguien más en ese bosque y, como yo, también necesitaba ayuda. Caminé y caminé en busca del que había pedido ayuda, pero no encontraba a nadie. Estaba cansada, abatida... sin fuerzas. Me rendí a la desesperación y caí al suelo sobre la nieve.
Por favor...
Lo seguía escuchando en mi cabeza... pero no podía hacer nada, no había nadie.
Ayuda, por favor...
Entonces lo vi. Un pequeño conejito blanco que se había perdido había acabado enterrado bajo la nieve. Sus orejitas sobresalían de un montón de nieve que parecía haber caído desde el árbol que tenía enfrente. Me levanté como pude y lo saqué de la nieve. Entre sollozos lo abracé, consolada de haber podido salvarlo pero hundida al saber que nadie me podría ayudar a mí. Decidí salvarle, al menos haría algo bueno con el último atisbo de vida que quedaba en mí. Era toda una ironía, antes los cazaba para sobrevivir y entonces decidí salvar a uno justo antes de morir... pero pensé ¿porqué no? El ya no era mi presa... ya no había nada para mí en ese bosque.
Me desplomé de nuevo sobre la nieve y con las últimas fuerzas que me quedaban rodeé mi cuerpo con mis colas mientras abrazaba al conejo, intentando darle más calor.
Gracias...
No entendía porque podía entenderle pero aún así estaba agradecida de no morir sola.
Una muerte dulce, pensé.
Al día siguiente me desperté en una cabaña, metida en la cama de un desconocido justo al lado de la chimenea de leña. Era tan acogedora que me entraron hasta ganas de llorar... alguien me había salvado, por fin se había acabado mi calvario. Eso pensaba...
Un chico alto, moreno y de complexión fuerte entró a la cabaña, yo estaba asustada pero enseguida se acercó a meter más leña a la chimenea y luego a sentarse justo en lateral de mi cama.
-Veo que estás mejor. –Había sido él el que me salvó.
-...
-No tengas miedo, no voy a hacerte daño. Si alguien tendría que tener miedo aquí soy yo.
Me dedicó una gran sonrisa, la más dulce y bonita que jamás había visto, mientras me miraba con aquellos ojos verdes que penetraban hasta lo más profundo de mi ser. Qué criatura más bella, pensé.
-Seguro que estarás hambrienta, te he traído algo.
Se levantó y fue hasta la puerta, abrió su mochila y rebuscó en ella hasta que encontró lo que buscaba, una pequeña nevera azul con un asa blanca, la típica que les había visto a otros humanos cuando aún era una raposa y los veía comer tranquilos en sus picnics de los domingos. Vino hasta mí y sacó un corazón humano. Me lo ofreció.
Sin siquiera darme cuenta perdí el control de mí misma y se lo arranqué de entre los dedos y enseguida me lo llevé a la boca. Estaba frío, la sangre estaba algo rancia y su sabor era algo agrio, pero la sensación de embriaguez que llenó mi cuerpo fue grandiosa. Sentía como si me hubiese comido un pedazo del mismísimo sol que hacía arder todo mi cuerpo mientras la sangre corría por mi garganta y manchaba hasta la cama. Al acabar, me sentía con fuerza, poderosa, ágil, vigorosa... me sentía viva.
-Guau, pues sí que tenías hambre...
-¿De donde has sacado esto?
-De la morgue del pueblo, siento si no estaba muy fresco pero no soy capaz de matar a una persona. Sería un monstruo si hiciese algo así.
Un monstruo... me había descrito muy bien sin siquiera darse cuenta. Un monstruo es lo que era.
-Tranquila, con eso aguantarás bien otra semana, y en ese tiempo podré conseguirte más.
-¿Porqué?
-¿Porqué qué?
-¿Por qué haces esto por mí?
-¿No es obvio? Prefiero alimentarte yo a que vayas por ahí cazando humanos, además, te he salvado yo y ahora eres mi responsabilidad, ¿estamos?
Su responsabilidad... nunca nadie se había preocupado por mí y de repente me había convertido en la responsabilidad de alguien.
-Además, dudo que fueses capaz de cazar con tu poder.
- ¿Mi poder?
-Tienes el poder de entender los corazones de los demás. No aguantarías el matar a alguien ni aunque lo intentases, acabarías totalmente destrozada o muerta de hambre.
Me quedé estupefacta. ¿Fue por eso por lo que escuché a aquel conejito? Claro que sí, lo sabía en el fondo.
-Tranquila yo me ocuparé de ti.
Una vez más su brillante sonrisa afloró iluminando la habitación entera. Cada vez que lo hacía mi corazón daba un vuelco y entendía el porqué, pero si entendía algo era que estaría mejor con el que sola. Entonces decidí quedarme con él... para siempre.
Una pena que los "para siempre" no existan.
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Touch my heart Kumiho
FantezieTras mil años de espera Ahryelle consigue su sueño de renacer como Kumiho, lo que no sabía era que ese deseo se convierte en una pesadilla. Tras convertirse realiza el peor pecado posible y se condena de por vida. Tras esto, huye al bosque donde rom...