El Renacer

10 3 0
                                    


El mundo se había convertido en un lugar frío y cruel para mí. Pasó de ser tranquilo y feliz a una completa desgracia en menos de un par de minutos. Antes siempre había pensado que desde los ojos de los humanos la vida era sencilla y fácil, pero vivir en el mundo de los humanos significa vivir en el mundo de los sentimientos, y eso no era tan sencillo. Cuando me convertí en kumiho pensé que estaba perdida, que era mi fin y que no podía hacer nada para evitarlo, pero entonces él me salvo. Me rescató de la misma muerte y me dio un hogar, una esperanza... una vida. Todo el tiempo me cuidó y me trató como si fuese una humana más, como si fuese como él, aún a pesar de que tenía que alimentarme. Fue bueno y sobretodo muy protector conmigo, nunca dejaba de vigilarme y preocuparse por mí. Aquel día en el bosque entendí porqué. Aquel día, cuando le obligué a contármelo todo fue como si todo mi mundo se viniese abajo, como si todo el tiempo que estuve con él hubiese estado sentada en un teatro y por fin se había caído el telón que ocultaba la verdadera y macabra obra. La realidad.

Habían pasado dos semanas desde que todo ocurrió. Nos habíamos conseguido esconder en una fábrica abandonada a unos veinte kilómetros del bosque. Por suerte para Erick, había latas de comida en conserva. Yo no tenía tanta suerte ya que por esa zona no había ninguna morgue cerca y apenas pasaban humanos. Llevaba dos semanas sin comer y el hambre empezaba a acosarme. Ni siquiera hubiera podido aguantar tanto si no fuese porque mi última comida habían sido corazones frescos. Pronto necesitaría alimentarme.

Algo que Erick ya sabía.

-¿Tienes mucha hambre verdad?

-...

En todo el tiempo que habíamos pasado en esa fábrica solo me había hablado cuatro veces, y en ninguna de esas ocasiones obtuvo respuesta por mi parte. A él le faltaba valor para hablarme tras haberme contado quien realmente era, lo que realmente hacía, y a mí me faltaban las fuerzas para pedir más explicaciones o siquiera mirarle a la cara.

Él ya no era el mismo para mí.

-No puedes seguir así Eva, necesitas alimentarte.

O eso pensaba yo.

-Ya veo que vas a seguir sin hablarme, pero por lo menos espero que te comas lo que te voy a traer.

Erick se levantó con la intención de salir de la fábrica a buscarme comida, a buscar a alguien y... matarlo. No podía. No podía dejarle hacer eso. No otra vez. No por mí. Le agarré por la camiseta y Erick se giró a mirarme.

Se quedó un rato pensando si hablarme o no, pero finalmente se decidió por preguntarme.

-¿Qué necesitas?

Realmente me estaba preguntando si necesitaba algo, si había algo que él pudiese hacer por mí. En ese instante me di cuenta de que había sido una estúpida. Erick me había salvado. Había renunciado a su anterior vida solo para cuidarme y lo hizo durante dos maravillosos años, y cuando las cosas se pusieron feas no me abandonó. No. Es más... me salvó. Otra vez... me salvó. Y tan solo por haberme enterado de lo que era antes había dudado de él. Había estado a su lado durante dos largas semanas sin siquiera dirigirle una sola palabra. Ignorándole. Martirizándolo. A él... que me había salvado tantas veces. ¿Qué más me daba lo que fue y lo que hubiera hecho?... eso ya no contaba. No me importaba lo que había sido. Me importaba lo que era ahora.

Era Erick.

Mi salvador.

-No te vayas.

-¿Qué?

-No te vayas...

-Eva, necesitas alimentarte, y no pienso dejar que vayas tu sola por ahí. Es demasiado peligroso para ti.

Touch my heart KumihoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora