Capitulo IX

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-Ya es de día. – comento tranquilo desde su posición.

-Libérame. – pedí cansada desde el suelo.

En el correr de la noche el dolor no había cesado, había sentido el efecto de la verbena sobre mi piel sin descanso más un ataque de pánico a la madrugada.

Claro, había intentado liberarme tirando de las cadenas con la poca fuerza que me quedaba pero estas apenas se habían tensado. Supongo esa fue una de las razones por la cual Ben me dio verbena.

La verbena lastima y debilita a los vampiros, también somos increíblemente inflamables pero no pensaba hacérselo saber; a no ser que ya lo sepa.

Ahora me encontraba parada, atada del cuello contra la pared unida a la argolla del medio. Me sentía mentalmente acabada y la verbena había hecho un buen trabajo. Ya no sentía que podía demoler un tanque o que podría correr sin cansancio, lo único que sentía era el deseo de dormir, de descansar. Apenas me podía mantener el pie, mi cuerpo entero temblaba.

-Mira eso. – se acercó a mí a una distancia prudente. – Aun queda algo de tu organismo humano, hasta puedes sudar. – rio – No sabía que los neófitos podían sudar, pero claro: aun no completas tu transición. Después de que te ayude a completarla aquello humano que quede en ti se extinguirá.

-¿Cómo puedes estar tan seguro de que no me soltare de estas malditas cadenas y que no te desgarrare el cuello? – refunfuñe desde mi lugar.

-No lo estoy. Falta oxigeno aquí dentro, ¿no? – pregunto cinchando del cuello de su camisa.

Se había quitado los buzos y la corbata, los primeros botones de su camisa estabas desabotonados. Había hecho otra gran fogata un poco más alejada, de seguro tenia calor.

Lo mire con odio, como si mi mirada fueran cuchillos clavándose en el. Él tenía razón, estaba muy débil. No podría soltarme aunque quisiera. Una inconfundible picazón se formó en mi garganta y a mi lengua se le dio por recordar el sabor de la sangre.

-Mira, estoy intentando ayudarte. A no ser que quieras ser una asesina chupadora de sangre. Algo así como el chupa cabras. Esa es como una historia o leyenda muggle, ¿No es así? Aunque para ahora sería mejor el ejemplo del abominadle hombre de nieve. No tiene mucho que ver contigo pero es más de una cosa estacional. Ya sabes, de invierno.

Lo mire confundida. A este chico le gustaba divagar.

-Suéltame. – exigí.

-No. - camino hasta su mochila y saco dos refuerzos de dentro de ella y los puso a los costados de su rostro mostrándomelos - ¿Quieres uno de pavo o de jamón? Personalmente me gusta más el de pavo pero lo que tu prefieras.

-Sabes perfectamente que no me atrae la comida humana.

-Me entere leyendo unos libros que la comida y el alcohol disminuyen la sed de sangre.

-Pues ojala hayas traído alcohol porque ahora la comida humana me sabe repugnante.

-De hecho traje. – dijo sacando otro recipiente de su mochila, se acercó a mí y se ofreció a darme de beber. Corrí el rostro y mi boca formo una línea recta. – No es jugo de verbena, lo lamento pero necesitaba debilitarte.

-¿Para qué?

-Para lo que le sigue a esto. Venga ya, bebe.

Me tendió el termo y lo lleve a mi boca con mis manos y labios temblando. Mis muñecas ardieron más y al llegar a mi boca probé el interior con mi lengua. Definitivamente no mentía, era ron. Tome un par de sorbos y la sed no pareció disminuir en cantidad.

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