Capitulo XVI

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Ben durmió al pie de un árbol aquella mañana hasta que el Sol ilumino lo suficiente como para que el pudiera mirar por donde pisaba. Lo desperté y le di un pedazo de pastel de calabaza que había en su mochila, más un poco de agua. Yo bebí una botella entera de sangre animal.

Carraspee. -Si comenzamos a caminar ahora habremos hecho una buena distancia para cuando se haga la noche.

-¿Cuánto tardaremos en llegar? – pregunto levantándose y colgando su mochila en sus hombros.

-Unos cinco días a este pasó – lo mire –, quizás un poco más. – negué. – Esto me quita mucho tiempo, Benjamín.

-Pero me necesitas.

-Comienzo a pensar que eres tú el que me necesita a mí.

Sonrió.

El día apenas estaba comenzando pero se sentía reconfortante saber que estaba un paso más cerca de mi hermano. El sol estaba ligeramente por encima del horizonte, al alba. Nuestro cielo estaba totalmente despejado y un tanto anaranjado suave, motas de polvo volaban haciendo que Benjamín tomara un gran bocado de aire y luego estornudara. Sonreí.

-Tengo una idea. – comente algo emocionada de poder adelantar el proceso de la búsqueda. Benjamín frunció el ceño.

-¿Qué tienes en mente?

-No creo que te guste, al menos a mí no me gustaba cuando era humana y conociéndote vas a vomitar.

Titubeo unos segundos antes de preguntar, no muy convencido: – Cuéntame.

-Súbete a mi espalda. – me puse de espaldas frente a él.

-Pero peso... Olvídalo. – sentí el sonido de su mochila mientras caminaba hacia mí, de un salto logro posicionarse en mi espalda, a caballito. Agarre sus piernas y el abrazo mi cuello. - ¿Qué vas a hacer?

-Contén la respiración. – sonreí.

Lo escuche inspirar hondo a un costado de mi oído y al segundo ya me encontraba corriendo a toda la velocidad que mis piernas y mi nuevo poder me ofrecían. No había llegado a hacer un kilómetro cuando Benjamín había abierto la boca para respirar, ahogándose con la cantidad de aire que entraba a gran velocidad a sus pulmones. Frene en seco y lo solté. Cayó al piso mientras tocía. Su rostro estaba ligeramente teñido de rojo.

-Te dije que aguantaras la respiración. – le regañe.

-Ya veo el porqué.

-¿Acaso no duras sin respirar un minuto completo?

-¡Claro que sí! ¡Es que me tomo por sorpresa! – dijo poniéndose en pie. – Subiré de nuevo. Lo hare bien. – comentó algo apenado.

Se subió a mi espalda nuevamente y abrazo mis hombros, yo, por mi parte abrace sus piernas y corrí hasta que conté un minuto y medio. Pare y deje que mi compañero, que por cierto pesaba como una pluma, tomara aire.

Jadeo a la vez que una gran sonrisa aparecía en su rostro. Su corazón latía con fuerza, al igual que el mío lo haría si mi organismo o sistema circulatorio funcionaran.

-¿Estas bien? – le pregunte.

-Esto es grandioso. – rio – pero de todas formas puedo aguantar más tiempo. Te apretare el hombro cuando necesite respirar.

Y así fue que avanzamos un poco menos de la mitad de nuestra cruzada hacia Londres llegada la noche. Con paradas para comer, una para las necesidades de Benjamín y un par para sus mareos hasta que finalmente la noche nos alcanzó y Benjamín necesitaba dormir y estirar las piernas que se le habían entumecido. Claro, sin mencionar que después de un rato a Benjamín se le había adormecido el trasero y su espalda había comenzado a doler a mitad de la tarde por la incómoda posición de estar encorvado y sobre mi espalda.

Luego de un buen rato se le ocurrió la gran idea de esconder su rostro aún más dentro de su gorro y en mi cuello. El viento helado no le iba a hacer muy bien, para este punto del día ya tenía la nariz roja y la voz un poco tomada.

Prepare una fogata para calentar a Benjamín y alejarlo del frio. Ahora él se encontraba sentado mirando fijamente la fogata que en el momento flameaba hacia el cielo con furor. La nevada seguía cayendo ininterrumpidamente, sin embargo la cantidad de esta había disminuido. Una pequeña capa de nieve cubría nuestros hombros y su gorro; Los lentes, que no había visto cuando se los había puesto, ahora estaban empañados por el vapor que salía de su boca y se elevaba hacia el cielo cual humo.

-Toma. La manta que me pediste que buscara en la mochila.

-Gracias. – dijo tomándola y cubriéndose con ella.

-Lamento que estés así. – dije sentándome.

-Estoy bien. – aseguro.

-No lo estas y de todas formas el castañeo de tus dientes me resulta muy inquietante. – sus labios se volvieron una línea recta y se disculpó. – Esta bien... estas temblando demasiado. Hare otra fogata.

-No tienes que. – comenzó a replicar.

-Si tengo que. Me siento horrible al ver cómo te encuentras y yo así, en perfecto estado. – suspiró.

Al cabo de diez segundos ya tenía la fogata preparada en el costado opuesto de donde se encontraba la otra fogata, para así calentar los ambos lados de Benjamín.

-Tengo tanta hambre que me comería a un hipogrifo.

-Que agresivo. – comente de forma sarcástica mientras reía.

-¡Yo no soy para nada una persona agresiva! – comento entre risas.

-Lo que digas, Harry. – susurre. Mi cuerpo pareció dejar de funcionar por unos segundos, dándome cuenta lo que había dicho.

-¿Qué dijiste? – pregunto.

-Nada. – mentí y termine de prender la fogata para sentarme a su lado.

-Entonces... eres inmortal. – dijo para romper el silencio incomodo que se había formado.

Sonreí. – No es tan así.

-¿Cómo qué no? Eres vampiro.

-Lo soy pero eso no me garanta que viviré para siempre.

-Pero no te pueden matar.

-Claro que sí, Benjamín. He visto vampiros morir frente a mí. –mordí mi labio inferior. – ¿Acaso no estudiaste los vampiros en tu escuela?

-Yo asistí a Hogwarts.

-Bueno, ellos lo trabajan.

-¿Cómo lo sabes?

-Yo iba a Hogwarts, Benjamín. – le recordé.

-Bueno, como sea. No me iba muy bien en esa clase. ¿Cómo mueren los vampiros?

-Pues muchos no llegan a los cien años de vida. La mayoría cae por sus propios actos... se convierten en destripadores, causan mucho alboroto frente a los muggles, no tienen discreción. La mayoría es así porque cree que tienen el mundo a sus pies.

-¿Acaso no es asi?

-No. – me quede pensando en como explicárselo. – Nosotros tenemos a los Vulturi.

-¿Quiénes son ellos?

-Son lo más cercano a la realeza que tenemos. Ellos son muy poderosos y nos impusieron reglas a todos los demás vampiros, luego de derrotar a los Romanos. Así demostraron su poder.

-¿Qué clase de regla?

-Bueno, primero que nada la discreción. Pues si causas el suficiente bullicio como para llamar la atención de ellos te matan. Pues nos estarías poniendo en peligro a todos, diciéndoles que existimos. También, si ellos se enteran de que le has contado a un muggle o humano sobre tu condición ellos arreglan algo así como un juicio. Vos te presentas y explicas tu situación, si ellos consideran no es un peligro que tal persona sepa te dejan ir, si no...

-¿Qué pasa si no asistes?

-Te matan sin preguntar. Ellos no dan segundas oportunidades.


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