Capitulo XVIII

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Por fin habíamos llegado a la atareada ciudad. El sonido de las fábricas y el de los autos contaminando el ambiente llego a mi más rápido de lo que esperaba.

Lograba ver la ciudad a poca distancia y me asustaba lo mucho que podría escucharse estando dentro de ella. Los autos, las personas; bocinas. Todo parecía estar allí para dejarme sorda.

Tiempo atrás había tenido que conseguir lentes de sol si realmente quería seguir. Ser vampiro se sentía como si tuviera una gran resaca, aquello me hacía acuerdo que nunca más podría tener una aunque sea uno de los malos aspectos de ser humano.

Esperaba no tener que entrar en ella, de todas formas nos dirigíamos al pueblo vecino. Tome dos botellas de sangre antes de acercarnos.

Las casas eran de uno o dos pisos, viejas pero bien decoradas. Pocas personas. Centre mi atención en el crujir de las piedras debajo de mis pies, ignorando los corazones latentes.

-¿Qué hacemos? – la voz de Ben se escuchaba cansada

-Nada.

-¿Nada?

-Por el momento conseguirte un lugar donde dormir. Necesitas un colchón, no pasto.

Caminamos por la angosta acera en busca de algún lugar donde dormir.

-¿Tienes dinero muggle? – pregunte mirando un local de cama y desayuno.

-Sí.

Al pasar por la puerta una pequeña campana sonó de forma irritante de patrones agudos. Cerré mis ojos y con un pequeño salto – ya que mido un metro cincuenta – desfigure la campanita con mi mano. La observe orgullosa, como si admirara mi obra. El bronce estaba abollado con la forma de mis dedos y sus bordes reflejaban una tenue luz.

Ben no me miro por segunda vez y se dirigió al mostrador dejándome unos pasos atrás. Golpeo la madera con los nudillos y a los pocos segundos un hombre apareció por una puerta.

-Buenas. – sonrió. Su cara cambio a confusión al ver la campaña de su puerta. - ¿Qué le paso a la campana?

-Me pregunte lo mismo cuando entre. – sonreí apoyando mis codos sobre el mostrador.

Frunció sus cejas por un par de segundos pero decidió ignorarlo.

-¿En qué puedo ayudarlos?

-Una habitación, por favor. – pidió Ben de forma cortes.

-¿Dos camas?

-Eh... una.

-Dos. – me interrumpió ben.

El hombre rio y alcanzo la llave en mi dirección. Mire su mano y volví a mirar su rostro. Ben tomo la llave por mí. El varón se mostró confundido pero prosiguió a decirnos el número se la habitación.

-Habitación número doce, segundo piso. Treinta la noche.

Me encontraba mirando alrededor cuando escuche lo último y no pude evitar mirarlo con un poco de desconcierto.

-¿Qué? Es con desayuno y de algo tengo que vivir. Me pagan antes de que se vallan.

Subimos las escaleras y entramos en nuestra habitación.

-¿Por qué ibas a pedir una sola cama?

-No duermo, no hay por qué gastar de más.

Dejo su bolso sobre una de las camas mientras yo me acercaba a la ventana. Maldije en voz baja. Demasiado bajo como para que el pudiera escuchar. Observe la nieve y como rápidamente nuestras huellas de afuera desaparecían. La nieve comenzaba a caer con mas fuerza.

-¿Vamos a salir a buscarlo?

-¿Crees que él se va a dejar encontrar?

-Bueno... no lo se. ¿Dumbledore te dijo algo?

-Deberías ir a comer algo que no sea enlatado. –ignore su pregunta. Su nariz estaba roja al igual que sus pómulos y orejas, esa concentración de sangre me hacía quererlo lo más lejos de mí que fuera posible.

-Bien. – tardo en contestar. Agarro lo que supongo que era dinero de su mochila y camino hacia la puerta. –Tu... tú has lo que los vampiros hacen... - dijo lento a la vez que dudaba de sus palabras. Antes de terminar de cerrar la puerta me observo por unos segundos y luego se fue.

Me recosté sobre la cama libre pensando. ¿Por qué siempre Albus tiene que darnos todo a medias? Observe el techo y las pequeñas manchas de humedad.

Claro que no iba a ser tan fácil. Ni siquiera sabía si podía volver, pero a estas alturas la esperanza era lo único que me quedaba. Esperanza de volver a casa. Esperanza de que mi hermano aun me ame después de ver el monstruo en el que me he convertido.

Ahora podía entender a Edward y su constante malestar consigo mismo. La vida nunca había sido fácil, si no fuera porque su madre le pidió a Carlisle que lo convirtiera él hubiera muerto en su adolescencia. El solía pensar que lo que era lo condenaría a pasar la eternidad en el infierno, que no tenía alma.

Yo no tengo las mismas dudas, sin embargo me preguntaba si podría conservar la poca humanidad que me quedaba.

Ben volvió con el estómago lleno y una sonrisa en el rostro. Yo salí del baño después de darme una ducha ya vestida con la ropa que tenía cuando aparecí en el patio de Hogwarts.

-¿Viste algo?

-No. – respondió. – Podríamos salir a dar una vuelta y ver si vemos algo.- sugirió mirándome directo a los ojos. – Pero primero me gustaría bañarme. – sonrió.

Salí del trance que me retenía recordando todo lo que había hecho aquel día. De cómo Harry me había visto morir. ¡Sorpresa! Sigo viva. Diablos.

-Ah, sí claro. – dije mientras me alejaba del marco de la puerta del baño en el cual me había apoyado minutos atrás.

-¿Me dejaste agua caliente?

-Sí, claro. Use la fría.

-¿En serio?

-No me incomoda.

-Pero está helando. – una pequeña sonrisa burlona se hacía paso entre sus labios.

-Ben, si quisiera podría estar de remera y no con este buzo. Apúrate y no preguntes estupideces.

Asintió y cerró la puerta del baño detrás de él. Un minuto después escuche la ducha prenderse. ¿Había sido muy dura con él? 

Mire mi reflejo sobre la ventana del cuarto

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Mire mi reflejo sobre la ventana del cuarto. La palabra Potter resaltaba en mi buzo. Ya ni siquiera sabía si merecía aquel apellido.

Recordé mi nacimiento. Recordé que mama solo tenía un bebe en la panza y ese bebe era Harry. ¿Porque estaba yo aquí? ¿Por qué aparecí como arte de magia en el vientre de mi madre luego de que mi hermano saliera?

Mis rodillas flaquearon. Magia. Alguien me puso allí por arte de magia. Pero ¿cómo? En estos momentos le preguntaría a Hermione si aquello era posible.

¿Quién? ¿Por qué?

Pero eso era un problema del mañana. Cruzare ese puente cuando llegue ahí, pero por el momento me concentrare en buscar a Nicolas Flamel.


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