Capítulo 4: ¿Toda la escuela lo sabe?

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6:59 a.m.

  Vaya que odiaba esa hora. Especialmente un lunes, después del increíble fin de semana que había tenido. Aquella hora me desagradaba, debido a que el despertador me levantaría en exactamente un minuto para ir a la escuela. No quería volver allí. Quería graduarme de una vez y no volver a ver el rostro de superioridad de la señorita "no hago nada más que fastidiarte, tendrás que aguantarme porque nunca pararé de hacerlo", Lyla Roberts.

A veces me preguntaba por qué tenía que haber dicho aquella propuesta cuando estaba en 4º grado. De no ser así, aún la conservaría como mi amiga. Pero si no lo hubiera hecho, no tendría que ir a ensayar para un concierto en “House of Rock, el viernes, además de que no conocería a Will. Y vaya que me arrepentiría de no haberlo conocido.

  Lo único bueno de volver a aquella pesadilla sin fin, sería que hoy era lunes, por lo que tendría clase de química, y además vería de nuevo a David.

  El resto de mi banda ya se había graduado. Yo era la menor de todos ellos. Iba a cumplir 18 el próximo año, en febrero 20. En cambio Jake, David y John ya tenía 18 y Kevin 19. Yo era la “bebé” de la banda. Una “bebé” de 17 años. Y me estresaba cuando me llamaban “nena” por molestarme. Me provocaba estamparles un golpe en sus rostros. Jamás lo haría, por supuesto. Los quería demasiado como para hacerlo.

  Sólo me quedaba David en la escuela, debido a que reprobó séptimo grado y yo lo alcancé. Como el resto se habían graduado, estábamos él y yo nada más.

  Mis pensamientos fueron interrumpidos por la irritante alarma del despertador, que marcaba las siete de la mañana.

  Abrí un ojo con amargura, estiré el brazo y la apagué. Quería quedarme acostada en mi cama, pero mi conciencia no me dejaría. Debía apurarme para llegar puntualmente a las 8:00 a.m. a la preparatoria, o si no someterme a quedarme después de clases en un castigo de una hora, por haber llegado tarde. Definitivamente, prefería levantarme temprano.

  Me acosté boca arriba, sin todavía haber abierto los dos ojos definitivamente. Me estiré, bostecé y, con mucho esfuerzo, abrí mis ojos. No podía ver nada. Debían acostumbrarse a la luz, así que esperé un segundo.

  Luego me levanté mediocremente, y me dirigí hacia mi baño, para justamente hacer lo más estúpido que había hecho en mi vida, después de levantarme.

  Al entrar al baño, cerré la puerta y me metí a la ducha. Al girar la llave del agua caliente y sentirla sobre mi rostro, me di cuenta de que… ¡Me estaba bañando con ropa!

  — ¡Ay, por favor! —exclamé enfurecida y frustrada.

  Rápidamente, cerré la llave y me quité la empapada ropa del día anterior, y la colgué en los vidrios que separaban la ducha del resto del baño.

  Aturdida por mi torpeza, terminé de bañarme y me vestí. Luego cepillé mi cabello, y bajé a desayunar.

  Mi madre no estaba abajo, pues no se resignaba a levantarse a las siente, si tenía que llegar al trabajo a las diez.

  Desayuné, agarré mi mochila y me monté en mi auto, para llegar a la preparatoria a tiempo. Lo bueno de tener mi propio auto —el cual amo—, era que no tenía que irme en autobús, y me ahorraba mucho tiempo. Pero odiaba el tráfico de Nueva York. Era horrible. Las calles, no importaba qué hora fuera, estaban repletas de autos, y el 5% de los semáforos no servían de nada.

  Después de enfrentarme al tráfico, llegué a la escuela, diez minutos antes de que tocaran la campana para entrar a las clases.

  Parqueé el auto, y salí prácticamente volando de él, para poder entrar antes de que cerraran la puerta y me dejaran afuera.

15 Minutos de Fama (En espera)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora