A las doce en punto del día, llegó Kevin en su camioneta, aquella que nos había acompañado a lo largo de los años. Una enorme Toyota color negro con un montón de calcomanías de bandas y restaurantes en la parte de atrás, un gigantesco rayón que cruzaba por toda la puerta del lado derecho de la parte trasera y una pequeña abolladura en el parachoques. No estaba en perfecto estado, pero funcionaba. Además, increíblemente, todavía olía a nuevo, eso era lo que más me agradaba de ella.
Bajé por las escaleras al divisar el auto por mi ventana, me despedí de mi madre y salí disparada hacia afuera, emocionada de que en poco tiempo estaríamos ensayando para nuestro concierto en House of Rock.
Abrí la puerta de la camioneta y me senté rápidamente en la silla del copiloto.
— Hola, Natalie —me saludó Kevin con un abrazo y un breve beso en la mejilla.
— Hola, Kev —exclamé canturreando aquellas palabras.
— Se nota que estás emocionada —dijo sarcásticamente.
Lo miré con desdén, y decidí seguirle la corriente.
— ¿Se nota mucho? —dije, como si no fuera ya bastante obvio.
Kevin sonrió, más no dijo nada. Pero no era una sonrisa cualquiera, no. Aquella era su típica sonrisa burlona, por la cual se caracterizaba.
Sí, Kevin era muy maduro, quizás uno de los más maduros de la banda. Sabía tomar decisiones y nos daba consejos sabios. Pero cuando se trataba de bromear, se comportaba como el típico adolecente burlón que hace chistes malos de sus amigos. A pesar de todo eso, lo quería mucho.
Pisó el acelerador y nos dirigimos hacia la casa de David. No quedaba muy lejos. Estaba a unas veinte cuadras de la mía.
Después de recoger a David, fuimos donde John y luego donde Jake.
Al estar los cinco en el auto, nos dirigimos hacia House of Rock a prepararnos para uno de los momentos más grandes de nuestras vidas.
Al llegar, nos bajamos, sacamos los instrumentos de la maleta, y nos dispusimos a entrar. En la puerta todavía estaba aquel odioso gorila del día de la audición. Si no nos dejaba entrar, se arrepentiría por completo. No quería verme enojada, se lo podía asegurar.
Como lo esperaba, el formidable hombre nos dejó entrar sin decir nada, y yo ni le dirigí la mirada. No me había agradado para nada lo que me hizo la última vez. Pero eso ahora no importaba. Sólo quería sentir con mis pies el escenario y compartirlo con cuatro de las personas más importantes en mi vida. Eso era lo único relevante para mí en ese momento.
Cuando pude ver las coloridas luces de los reflectores, me emocioné aún más. Era increíble poder sentir aquella luz en mi rostro.
El escenario era pequeño, la tarima era lo bastante alta como para que nadie del público se subiera al escenario, cosa que dudaba mucho, pues nadie nos conocía. También tenía muchísimos reflectores; algunos tenían luces amarillas, otros azules, rojas, etc. Era muy hermoso y mágico. El sentimiento que me dominaba al posar mis pies sobre él, era… indescriptible. Era como una mezcla de emoción, orgullo, ilusión, esperanza. Me sentía parte de algo grande, podía saber cómo se sentía ser… alguien.
Mientras me entretenía con aquella sensación, observando las luces y en donde estaría el público, Kevin me observaba muy extrañamente. Como si nunca m hubiera visto de esta manera. Y me conocía desde hace 8 años, ya debería reconocer mi reacción frente a un escenario.
Luego de admirar el lugar, fuimos a buscar a los jueces, aquellas personas que una vez no subestimaron, y luego se arrepintieron de sus acciones.
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15 Minutos de Fama (En espera)
Teen FictionNatalie Ricci es la típica adolecente de 17 años. Vive en Manhattan, Nueva York con su madre Victoria, quien es viuda de un importante empresario italiano, Antonio Ricci. Natalie adora la música con toda su alma y corazón, y es por eso que es la vo...