Capítulo 19: Falsas esperanzas

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  —¡Muchísimas gracias, Katherine, tu estúpido consejo no hizo más que arruinar aún más el daño!

  Las cosas no terminaron como yo me lo esperaba. Pensaba que en el momento en que llegaría a la casa de Will nos encontraríamos en el marco de la puerta, todos e arreglaría y yo podría besarlo una vez más. Pero no, el muy bastardo se metió en problemas conmigo… grandes problemas.

  Logré divisar una gigantesca estructuración de… ¿treinta pisos, al menos? Se notaba que él vivía a lo grande en Manhattan… por supuesto, ¿qué estrella de rock no lo haría?

  El altísimo edificio estaba conformado, más que por concreto, por enormes ventanales polarizados que se extendían hacia arriba como largas y planchas serpientes de vidrio relucientes bajo la plateada luz de la luna, que relucía colgando en el cielo, sobre las miles de luces de la ciudad.

  Aparqué el auto en al lado de la acera al pie del edificio, detrás de un ostentoso Alfa Romeo* color rojo sangre, tomando una enorme bocanada de aire antes de siquiera verme obligada por mi conciencia a bajar de él. Saqué mis piernas del auto y una ráfaga de aire tibio rozó mis pies semidesnudos —llevaba sandalias—, y mucho después mis brazos, ocasionándome un leve estremecimiento.

  Me encaminé hacia la entrada al vestíbulo, y me encontré con un hombre y una mujer, que de inmediato identifiqué para qué permanecían sentados en las escaleras de la entrada, como si estuviesen esperando a algo… o a alguien. Y ya sabía por quién aguardaban. La mujer llevaba una cámara colgada al cuello, y observaba con el ceño fruncido su pantalla, mientras pasaba las fotos; y, al lado del hombre, reposaba sobre el suelo una enorme cámara filmadora con un sobresaliente micrófono integrado.

  Pobre Will —pensé—, no puedo creer que lo esperen a la entrada de su propia residencia.

  Pasé por su lado, y de inmediato la mujer se incorporó de un salto y quedó parada a mi lado, sobresaltándome y ocasionando que retrocediera unos pasos. Logré distinguir mejor su rostro: tenía los ojos de un hermoso azul celeste y una larga cabellera castaña cayéndole sobre los hombros como una capa. Me observaba sonriente y en sus ojos logré divisar una pequeña pizca de ambición.

  Me quedé observándola con rostro sorprendido, con los ojos abiertos como platos.

  —Oh, lamento asustarte —dijo, y su voz era tan ronca que parecía la de un hombre afeminado—. Sólo quisiera hacerte una pregunta…

  Sonrió fingidamente, enarcando sus tupidas cejas.

  Fruncí el entrecejo y me crucé de brazos adoptando una actitud más segura. ¿Sería acerca de Will?

  —Eso depende —respondí con aire petulante, levantando una ceja— del tipo de pregunta que me haga.

  Ella movió la mano en un gesto de indiferencia.

  —No es gran cosa, sólo quería saber si… tienes algún contacto con Will Davis o si eres su amiga o algo por el estilo —sus ojos azules centellearon pícaros—. Sabes quién es, ¿verdad?

  Bajé mis ojos hasta encontrarme con la escarapela también colgada al cuello que indicaba su nombre y en dónde trabajaba. Una revista de chismes, eso era más que obvio.

  Volví mi mirada hacia ella, que, según se notaba, empezaba a desesperarse un poco por mi falta de vocablos y cooperación.

  Sacudí la cabeza rápidamente.

  —No, ni idea de quién se trata —respondí con aire sombrío y en un tono bastante bajo para que la mujer no se diera cuenta de que mentía.

15 Minutos de Fama (En espera)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora