Capítulo 2

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Nazan está en su habitación tirado en la cama jugando a la PlayStation4 a un juego que se trata únicamente de matar a todo ser que esté en tu camino. Le encanta ese juego.
Pienso en Josh y Nazan y son dos polos opuestos literalmente, dos gotas de agua. Pero ambos tienen algo en común, sólo una cosa: yo.
Le hago muchísimo daño estando con Nazan y me lo hago yo también, porque no se merece que una puta como yo le haga ese daño. No, no se lo merece.

— Nazan.

Le llamo pero sigue absorto en su cacharro, montado en un coche, el cual ha atropellado a un niño pequeño, de unos cinco años, que iba con su peluche corriendo por la carretera. Y no, no ha sido sin querer. Me siento a su lado.
Está armado con una metralleta y con ella un policía es fusilado cuando estaba a punto de dispararle.
Ese juego es más importante que yo para él, por lo que se ve.

— Voy a llamarte tres veces. Si a la de tres sigues ignorándome no vuelves a verme en toda tu puta vida, ¿vale? — le advierto, pero su juego sigue siendo lo primero.

Le llamo una vez. Acaba de bajar de su coche y se dirige a una tienda a comprar más balas y dos granadas. Ese juego de violento no tiene nada, eh; no. Me río para mis adentros. Este chaval no tiene remedio.
Vuelvo a pronunciar su nombre, lentamente, pero se monta de nuevo y se dirige a un parque, en el cual hay un grupo de seis chiquillos jugando al fútbol. Uno de ellos va a una fuente a beber agua, pero en vez de beber agua bebe veneno, lo que abunda en esa asquerosa ciudad. Por lo que se ve, el efecto es retardado, por lo que sigue jugando y, cuando está a punto de meter un gol, se cae como si ya no pesara nada, como si la gravedad tuviera más fuerza de la que tiene normalmente. Todos sus amigos se acercan a él y ven cómo sus ojos claros se desmoronan, cómo evaporan y cómo su pequeño cuerpo se va desvaneciendo poco a poco. Se miran entre sí y se ven sorprendidos por una de las granadas que Nazan ha lanzado en su dirección.

— ¿Por qué has hecho eso? — me sorprendo con lágrimas en mis mejillas. ¿En serio estoy llorando por un puto juego? Soy gilipollas.

Fuera, se acabó.

— Nazan, apag...

Quería decirle que lo apagara, pero me he quedado completamente ciega. Qué cojones...

— ¿Nazan?

— Oh, has pronunciado mi nombre cuatro veces. Dijiste tres. ¿Significa que "hemos roto"? — se ríe a la vez que vuelvo a ver.

Sus manos están a centímetros de mis ojos.

— Hijo de la gran puta, me había asustado — me río —. Mira, pues quizás. Tú te lo has buscado.

Me mira con ojos pícaros. No, ya está pensando en...

— ¿Qué me he buscado? — interrumpe mis pensamientos y apoya sus manos en mis hombros.

Está sentado detrás de mí. Me gira y quedo en frente suya. Su sonrisa pícara me está incentivando a pegarle una hostia pero a la vez amo que se ponga así. Alzo una ceja y me da la risa tonta. Se queda patidifuso viéndome reír a carcajadas, pero su brillante idea de callarme con un beso me sorprende. Tardo en responderle debido a mi sorpresa pero cuando le sigo el beso rompe la conexión entre nosotros buscando y atrapando el mando de la consola.

— Tío, ¿quieres dejar ya la mierda esa? — estoy empezando a cabrearme —. Estás todo el puto día con eso y no me echas cuenta. ¿Me merezco lo que haces?

No, joder. Me acabo de arrepentir de lo que he dicho.

— Pues yo creo que sí, fíjate en lo que le haces pasar a Josh. ¿O acaso lo mío es más grave que poner los cuernos a alguien?

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