Capítulo 15

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Estiro como puedo mi mano hacia el pomo para abrir la puerta, ya que Abraham no tiene pensado dejarme respirar. Me retuerzo atrapada para salir de su red y abrir la puerta, y dentro de la sala veo a una muchacha, seguramente sea Mery, sola. Sin nadie. ¿Nos va a dar terapia únicamente a nosotros dos?
Sonríe, bloqueando el móvil y colocándolo en un extremo de su mesa. Se levanta de su silla acolchonada camel y se dirige hacia nosotros, quienes estamos en el umbral mirándonos entre sí por ser los únicos que estamos aquí, excluyéndola. Nos da dos besos y nos invita a entrar, cogiendo sitio en los dos pupitres unidos que están en frente del escritorio de Mery.

—¿Somos, por casualidad, los únicos en esta terapia?

Mery me mira y se ríe, negando con la cabeza mientras se sienta en el escritorio. Parece que no, pero se nota muchísimo cuándo una persona se sienta en una mesa con una intención u otra. Ella lo hace para dirigirse a nosotros, que estamos cerca.

—No, no lo sois; o al menos, eso espero —mira al techo unos segundos y vuelve a dirigirnos su mirada—. Acabo de llegar y aún nadie se ha apuntado a mi terapia. Vosotros estáis aquí por lo que pasó ayer, porque ha llegado a oídos del jefe de todas las terapias que hay en este bloque lo sucedido, y ha querido separaros. No me he enterado muy bien de lo sucedido pero, con lo poco que sé, pienso que deberían de haberos separado a los tres. Pero bueno —suspira y sonríe. Se ve una persona amable y sonriente. Le devuelvo una sonrisa, apoyando mis codos en el pupitre—, no estamos aquí para hablar de ello, sino de vosotros. ¿Por qué estáis aquí?

***

Llego a casa demasiado agotada, tanto que miro de una manera especial a mi cama, como si en él estuviese el mejor de los hombres del mundo. Me tumbo en ella y mi madre me recuerda que debo hacer los deberes o no haré mi cumpleaños, que es dentro de dos meses.
Siento una ligera presión en mi abdomen, y luego esa presión está repartida por todo mi cuerpo, especialmente en el abdomen. Algunos besos se esparcen por mi cuello, y luego la misma boca succiona por mi rostro, pasando por mi frente y por mis mejillas, deteniéndose en mis labios y separándose de mí. Vuelve a haber presión en ellos y los succionan de nuevo, y luego hacen con ello lo que les viene en gana. Me besan, tiran de ellos, me succionan y lo saborean. Abro los ojos y, joder, es Abraham. Me sonríe e intento pararle cuando su intención es saborear mi vientre, pero mis manos están atadas como él lo hace y, además, en el cabecero de mi cama. Pero, espera; ¿mi cama tiene un cabecero? ¿Llevo durmiendo aquí dieciséis años y no me he dado cuenta de su existencia?
Me limito a escudriñarlo cuando siento sus manos posarse en mi vientre y dejar un camino circular de besos alrededor de mi ombligo, y me retuerzo.
Doy un fuerte brinco y me levanto de la cama, sentándome en ella. Estos sueños deben de acabar o moriré por la locura.
Mi pelo húmedo está pegado a mi frente, la cual suda por el reciente sueño que acabo de sufrir. Cierro los ojos y echo mi cuello hacia atrás, relajándome momentáneamente, y me decido por una ducha fría que me consiga relajar y, con más dificultad, olvidar todo. Bueno, con olvidarlo el momento de la ducha, estaré más que satisfecha.
Busco la sudadera que estoy acostumbrada a usar como pijama y el chándal azul, sin olvidarme de coger ropa interior.
Miro el reloj y veo que son las ocho menos diez, y veo que la casa está solitaria. Suspiro, echo el cerrojo en la puerta principal y cojo el reproductor de CD para dirigirme al cuarto de baño y abrir el grifo. Me siento en el borde de la bañera y fijo mi mirada en un punto perdido de la lámpara, pensando en el motivo por el cual Abraham dijo que estaba en terapia.
Salgo del trance en el que estoy metida cuando siento mis vaqueros más pesados y húmedos de lo normal: el agua se ha desbordado.
«Joder».
Cierro el grifo, me desprendo de los vaqueros y salgo a la habitación de al lado, donde está la lavadora en el rincón izquierdo debajo de la ventana, la secadora a la derecha y una alacena con todos los productos de limpieza, junto con el recogedor, la fregona, el cubo de la fregona y la escoba.
Agarro la fregona y la escurro en el cubo, llevándomela al cuarto de baño para absorber la laguna que se ha formado.
Enciendo el reproductor y las canciones de Bruno Mars empapan mis oídos, relajándome por un momento de todo el follón metido en mi cabeza.
Consigo aminorar la cantidad de agua derramada y me desprendo de la sudadera y la ropa interior, tirando todo al suelo. Cojo el gel y la manopla y me adentro en el agua caliente. Abro el grifo frío y dejo que la temperatura se regule mientras me acaricio el cuerpo enjabonándomelo. Una vez que el agua se ha regulado, me dejo caer en ella y me relajo con Shawn.
No sé qué voy a hacer. Yo no puedo ver a Josh, y él no me puede ver a mí; Nazan no quiere hablar conmigo y a Kate, no la puedo ver ni en pintura. Sólo me queda Abraham. Si es que él...

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