Capítulo 13

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Abraham resopla y, a regañadientes, se levanta de la silla muy mohosa en la que está sentado para colocarse en el centro del coro y mirarme, sonriendo, para comenzar a presentarse.

—Yo me llamo Abraham y soy muy conocido por estos barrios, ya que más de la mitad de las chicas de la población han sido penetradas por mí.

Ruedo los ojos y me coloco correctamente, teniendo su mirada fija en mí, a la vez que cruzo los brazos y le reprocho.

—¿Me estás diciendo que eres un puto engreído de mierda? —mi mirada se endurece y mis pestañas amenazan con enlazarse cuando le fulmino con la mirada, y él me contesta con una bonita y resplandeciente sonrisa.

—No hace falta que responda a eso —se voltea para que la mirada de Natalie y él se crucen y ella se siente como una más, como una sin importancia en la vida de Abraham. Y todo eso refleja su mirada—. Bueno, sigamos —vuelve a posar su mirada en mi rostro, intentando descifrar de mí aún más de lo que ya he dicho—. Vivo solo; abandoné a mis padres por el simple hecho de que me tenían hasta el rabo de tanta vigilancia y, joder, no podía follar tranquilo —se muestra satisfecho de su huída mientras yo pongo los ojos en blanco, suspirando con un largo "ay". Se dirige rápidamente hacia mí para atrapar mi brazo y tirar de él, para caer literalmente en sus brazos. Se ríe de lo que ha conseguido y me susurra:

—Si quieres saber más de mí, sólo debes pedírmelo.

Río sarcásticamente, fingiendo que sus susurros no aceleran mi pulso ni tampoco me enciende completamente. Para nada.

—¿Piensas que me intereso por ti lo más mínimo? —apoyo la mano en mi vientre para dar la intención de que me río con toda mi alma—. Que tú estés interesado por mí no significa que yo lo esté por ti; recuérdalo, que te hace falta.

Sonrío y Natalie se queja, como siempre, por la cercanía de Abraham hacia mí. Éste se gira y se acerca a ella, firme, con la intención de hacerle callar.

—Si vuelves a ponerte celosa o lo que cojones sientas cuando me acerco a la que verdaderamente me atrae, te largo una hostia.

Y ella sólo se retuerce por el hecho de que Abraham se ha dirigido a ella. Pero, ¿qué cojones...? Esto es una puta guardería, por favor. Me dirijo hacia Abraham para que entre en razón pero él se limita a cerrar fuertemente la puerta por segunda vez en este día y salir, dejando a Natalie, por parte dolida y por parte satisfecha, sola.
«Éste se cree el rey del mambo, y aquí no hay rey sin reina».

—Natalie, ¿cómo puedes permitir que un puto crío de dieciséis años te hable así? Me cago en la hostia.

Salgo de aquella habitación con intenciones de no volver jamás y dejar a Abraham con pensamientos algo más maduros, pero no lo encuentro por ninguna parte. «Mejor».

***

—¿Qué tal la terapia, mi amor? ¿Has conseguido algo? —me interroga mi madre conduciendo de vuelta a casa, la cual se me hace mucho más larga de lo normal por todo lo sucedido.
—Sí, he conseguido saber que no voy a volver en mi santa vida.

Mi madre, sin dejar de conducir, me pregunta por qué he dicho aquello, y yo sólo le cuento la versión de "la terapéutica está colada por un paciente que es más engreído que Chloe", y que les había pillado liándose. Esto va a peor; a ver qué cojones puedo hacer yo al respecto.

Me tumbo en la cama y cierro los ojos, intentando descansar. El móvil comienza a sonar y no sé por qué me imagino que es Abraham el que está llamando, pero me alegra de que Nazan aparezca en la pantalla.

—Idiota, ¿a que ha ido bien? Si yo lo sabía, sólo tenías que... —comienza a suponer, y le interrumpo.
—¿Que confiar en ti? ¿Por qué no has confiado tú en mí? Ha ido como una putísima mierda. Ven a mi casa, por favor.

Cuelgo y retomo la postura que tenía antes de descolgar la llamada, cerrando de nuevo los ojos y viendo a Abraham amenazando a Natalie de la misma forma que lo hizo en la terapia, seguro de sí mismo y firme, dejándola como una mierda a cada palabra que decía. No veo bien que una adulta como Natalie esté persiguiendo a alguien como Abraham hasta al cuarto de baño, y tampoco logro entender cómo se deja ningunear por un adolescente; pero tampoco veo bien que Abraham la trate como la trata, porque si a ella la trata así teniendo esa edad, ¿cómo trataría a su novia? Dios mío, milagro sea el mío por no serlo.

—Ari, ¿cómo estás?

Nazan entra en mi dormitorio cerrando la puerta tras de sí, yendo a paso firme hacia mí para tumbarse a mi lado y acariciarme el pelo, como sólo él sabe.
Suspiro, diciéndole sin pronunciar palabra que estoy agotada, y me pregunta, dejando de acariciar mi pelo y mirando al techo blanco de la habitación, qué ha pasado.

—Abraham —nada más mencionar su nombre, se sienta bruscamente en los pies de la cama mirándome—. El resumen de todo es Abraham —me impulso y me siento, quedando frente a frente con él—. La terapéutica es una puta psicópata que no para de perseguirle como si fuese una quinceañera, y a él le ha dado por mí, por llamarme rubia y por querer sacarme información a la fuerza. Estoy... —suspiro, tumbándome en la cama—. Estoy cabreada.

Cierro los ojos y poso mi brazo derecho en ellos, descansando mi furia. Noto cómo Nazan se coloca encima mía y respira en mi cuello, y luego retira el brazo de mi rostro para besarme. Rotamos de manera que quedo encima suya y mis manos bajan de sus mejillas a su abdomen, sin parar de besarle. Me susurra en el oído y mis fuerzas se vuelven nulas, por lo que aprovecha para rotar de nuevo para quedarnos al contrario, posando él sus manos en mi abdomen y torturándome cuando me susurra perversiones al oído, mordiéndome en medio de susurros la oreja para acelerarme aún más.
Su lengua y la mía están tan conectados como lo está nuestro pulso, latiendo nuestros corazones rápidamente. Su mano está fría debajo de mi sudadera cuando roza directamente mi piel pero la siento cálida cuando comienza a tocarme.
Su respiración está al compás de la mía cuando se deshace de mi sudadera y él de la suya y ruedo para quedar de nuevo encima. Esto es la guerra, por lo que se ve, ya que Nazan vuelve a rodar, y así sucesivamente, riéndonos, hasta que consigo ganar yo. Hago un camino recto con mi índice en su cuerpo, desde sus labios hasta el elástico de los boxers que asoman, y cierra sus ojos entreabriendo sus labios. Le sorprendo posando mis labios sobre los suyos, y rápidamente me separo de ellos para hacer pasar mi lengua por sus labios, tragándome sus gruñidos. Me rodea por la cintura y me tira en la cama, quedando él encima mía.

—Joder, basta ya de tanta tortura; me estás volviendo loco.

Sonrío satisfecha y, por ello, Nazan entrecierra sus ojos y me advierte, lascivo.
Me muerde el labio inferior y tira de él, haciéndolo suyo como tanto le gusta.
Con manos firmes se centra en el objetivo de desabrocharme el sujetador, sin parar de besarme.
Pasa su lengua por mis labios como antes yo lo hice, y desciende con ella por mi torso hasta llegar al ombligo, donde se detiene y su mirada se fija en la mía, sin despegar su rostro de mi vientre. Mis ojos se ponen en blanco solos y se cierran, y mi boca se entreabre para poder respirar mejor, ya que con la nariz no me es suficiente.
Mi cuerpo emana el suficiente calor para derretir un hielo y Nazan se percata de ello, sonriéndome. Desabrocha el botón y la cremallera de mis vaqueros para colar la mano por ellos e introducir los dedos en mi interior, gruñiéndome cuán húmeda estoy, y gimoteo.

Gracias a Nazan olvido a Abraham, pero por poco tiempo.

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