—Me llamo Marina y, aunque no me gusta decir cómo me llaman mis amigos a toda la gente —suspiro, fulminando con la mirada a Abraham, quien me sonríe y me mira paciente en descubrir un trocito más de mí—, aquel gilipollas ha tenido que sacármelo a la fuerza —pongo los ojos en blanco y él ríe, dándole las gracias a esas personas imaginarias que le están aplaudiendo en su mente—. Tengo dieciséis años y soy de aquí, de Andalucía. Paso de decir de dónde.
—Joder, Ari —me interrumpe Abraham—, no he amado tanto jamás una personalidad. La tuya es jodidamente perfecta. Es tan...Se queda sin palabras mirándome fijamente, como un ciego que ve el mundo por primera vez, dándome paso a continuar mi tan resumida biografía.
—Mi padre murió por una puta enfermedad que le dejó encamado tres meses, dos de ellos en el hospital. Mi madre es como una pared de la casa: pasa olímpicamente de mi presencia. Mi hermano... mi hermano con sus veinticinco años bien cumpliditos es más crío que mi hermana de diez. Esa pequeñaja es la única persona de la que estoy orgullosa de este mundo, y soy la más feliz con ella. Pero, ¿para qué mentir? También hay chicos en mi vida que me hacen feliz.
Abraham palidece, maldiciendo ininteligiblemente en voz baja y cabizbajo. «¿Qué se creía, que en el mundo sólo existe él?».
—Y es por ese motivo por el que estoy aquí. Porque no consigo decidirme por uno de los dos. He llegado a tener pesadillas hasta a tener que practicar sexo para olvidarlos. Y no, no lo practicaba con ellos, sino conmigo misma o incluso con terceros.
Abraham levanta la cabeza demasiado rápido y su mirada se centra en la mía, atrayendo toda mi atención en ella.
—¿Entonces no eres virgen? —preguntan.
Río sarcásticamente.
—Acabo de decir que practico sexo con ellos dos e incluso con terceros —repito—. No, no soy virgen.
A Abraham se le ilumina la cara y sus pupilas se dilatan, teniendo una expresión de alegría aleada con sorpresa o algo así. Es un libro cerrado, no puedo describirle como me gustaría. Algo en mi interior me dice que en algún momento sí que podré hacerlo.
—Y, dinos, Ari.
—Marina —corrijo a Natalie. Tengo ya bastante con ella viendo cómo reacciona ante sus pacientes como para que me toque las narices de esa manera.
—Bueno, pues... dinos, Marina; ¿qué hace que tengas que pasarlo tan mal? Porque normalmente si estás entre dos no lo pasas extremadamente mal como para tener pesadillas.«Estás entrando en un terreno demasiado personal...».
—Uno de ellos, Josh, es mi novio. Paso con él la mayoría del tiempo, yendo de paseo o haciendo cosas de empalagosos —ruedo los ojos; nunca me gustó ni me gustará esas relaciones tan empalagosas. Abraham me sonríe; supongo que piensa igual sobre ello—. Él no sabe que me encuentro con Nazan, el otro chico, simplemente porque no puedo decírselo; no tengo valor de hacerle sentir a medias. Cada vez que me sucede algo, recurro a Nazan, y es él el que me escucha, aunque son una de tres situaciones en la que lo hace. Nazan tiene virtudes y Josh las suyas, y no puedo decidirme por ninguno, así que...
—Yo lo solucionaré —me interrumpe el moreno guaperas levantándose de la silla antigua de color verde, dirigiéndose a mí.Pero ¿qué cojones le ocurre a este gilipollas? ¿Alguien me lo explica? Pongo los ojos en blanco y hago caso omiso de su presencia a centímetros de la mía, girándome sobre mis talones para dirigirme a mi asiento. Pero su mano agarra de nuevo mi brazo, tirando de él para pegarme a su cuerpo, quedando mi rostro en su pecho tranquilo que, inmediatamente, comienza a intranquilizarse.
—Abraham, vuelve a tu sitio.
Natalie me mira con extremo recelo, con ojos entreabiertos y labios fruncidos, enfurecida; y él se muestra victorioso de lo que ha conseguido.
Me dejo caer en mi asiento y cruzo las piernas.
No consigo entender cómo alguien como él está aquí, en una terapia, sin amigos, cuando debería de estar ahora mismo de botellón y comiéndole todo a alguna chica. O Natalie le obliga o el pobrecito mío es gilipollas.
Tampoco consigo entender cómo consigue acelerarme las pulsaciones y descontrolar mi respiración, dándome ganas de tocarle y no separarme de él. Pero eso solo es existente cuando está a centímetros de mí.
Cuando mi oreja posaba en su pecho, oía su corazón latiendo lentamente, y mi real sorpresa fue escuchar cómo los latidos iban aumentando la velocidad a la vez que se ponía nervioso. Viniendo de él, me ha sorprendido bastante.
Cuando recuerdo su «rubia» constante para llamarme, levanto mi cabeza y me deshago de la silla, colocándome de nuevo en el centro del coro y teniendo otra vez todas las miradas centradas en mí, ahora con más confusión.—Y no soy rubia; soy castaña con californianas rubias.
Mi mirada se centra en su rostro y él se ríe para luego sonreírme y asentir, alzando sus brazos en señal de derrota.
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Chicos
FanfictionDos historias completamente distintas que en cierto punto se unen, una chica indecisa, una historia que cambia por momentos y un chico que arrasa y deja huella a cada paso que da. De eso va esta fanfic, de una historia peculiar, distinta, que me he...