Capítulo 16

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Le ruego a Abraham que pare, pero hace oído sordo. Entre lágrimas vuelvo a rogar, diciendo que no puedo con mi conciencia y que por favor pare. Se detiene. Frunce el ceño observando con confusión y detenimiento a las lágrimas que brotan de mis ojos y amenazan con chocar con mis labios, seguramente pensando en qué puede estar pasándome; primero tan segura y ahora rogando que por favor se detenga.

—¿Qué ha pasado? —pregunta agitado y respirando rápidamente, mirándome como si fuese una auténtica psicópata, como Natalie.
—Lo siento —bajo mi mirada, avergonzada—, no podía seguir. El motivo por el que me he inscrito a la terapia se me ha cruzado por la cabeza y... joder, lo siento.

Me giro y apoyo mi cabeza en la almohada, empapándola con mi infidelidad y arrepentimiento. Cómo he podido llegar hasta aquí, por Dios... Imágenes de Josh riéndose y besándome, sonriéndome mientras me dice que me quiere y me abraza, me invaden la cabeza. Nazan diciéndome aquella vez que soy importante para él, que me quiere, hacen explotar mi mente.
La reacción de Nazan al decirle que me iba a mudar, tan loco y sin saber qué hacer, hacen rebosar a mi conciencia.
Mi subconsciente me regaña por ser tan jodidamente gilipollas, mientras que yo le doy toda la puta razón del mundo; soy una hija de puta.
Oigo la respiración aún acelerada de Abraham a la vez que oigo mi llanto, y os aseguro que ambos sonidos fusionados no tienen sentido.
Siento sus manos apoyarse en mi trasero para impulsarse y tumbarse en mi espalda, susurrándome en el oído y besándome en ella. No sé cómo, pero sus besos me calman, me relajan.
Me susurra que me gire, y cedo lentamente, mirándole al girarme. Su sonrisa me hace sentir mejor, al menos algo, y le beso, rodeando su cuello con mis manos a la vez que le atraigo hacia mí, con lágrimas aún brotando. Intenta arrimarse lo más posible a mí para introducir sus manos, y luego los brazos, por mi espalda e impulsarme hacia arriba para sentarme en su regazo, rodeando su cintura con mis piernas y su cuello con mis manos.
Noto que su entrepierna roza mi trasero y me detengo, fulminándole con la mirada.

—Abraham...

Me sonríe.

—Yo no tengo la culpa —se defiende, mirándome como lo haría un niño pequeño al que le han quitado su piruleta—, la tiene una persona que está sentada en mi regazo —pestañeo varias veces, y me río—, que me mira de forma sensual —atrapo el labio inferior con mis dientes, mirándole—, y que acaba de ponerme bruto mordiéndose el puto labio. Ari, joder, para ya.

Pongo los ojos en blanco mientras sonrío y saco la lengua. La atrapa con sus dientes y busca mi mirada sin soltarla, y miro a sus ojos cafés que te hacen perder la noción del tiempo.

—¿Me puedo quedar con tu lengua, idiota? —ríe después de devolvérmela.

Al oír ese apodo, mi conciencia se pone alerta y hace que pierda el control de mi cuerpo y que éste, rápidamente, se separe de él.
Me mira confuso y luego hace un gesto que puedo interpretar como "parece que me entiende".

—No hace falta que me digas que así te llama uno de esos dos novios tuyos, lo supongo.

Rueda sus ojos y asiento con la cabeza, premiándole por haberlo adivinado.
Rodeo con mis brazos mi torso.

—Lo último que vas a hacer es taparte delante de mí, ¿vale?

Río y frunce su ceño.

—No intento taparme, intento consolarme.

Me sonríe y me abraza, y me pregunta porqué realmente voy a aquella cárcel, como él lo llama. Tal información me hace reír.
Se tumba en la cama y yo me tumbo encima de él, dejando caer mi cabeza por uno de los huecos de su cuello, mientras me manosea el pelo. No lo hace igual que Nazan, ni me consuela igual, pero me hace sentir bien. Quizá también me tranquilice. Beso rápidamente su cuello antes de hablar, y se estremece.

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