Capítulo 8

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Son las seis y veintiséis y opto por despejarme un poco andando por la calle, sola.
Abro el armario y comienzo a manusear en él. ¿Qué me pongo? Camisetas no, que hace un día de perros y hace cinco horas llovió.
Una camisa con un jersey. No, demasiado arreglado para mí para salir a pasear.
¿Una sudadera? Me decido por una negra con la frase "Leave Me Alone", la cual es la frase que más he dicho en las últimas dos horas.
¿Chándal? No, no voy a correr.
Vaqueros... Sí, el vaquero claro largo que me puse el último día de clases de Semana Santa.
Las Airmax no quedan muy bien con este conjunto, y prefiero ponerme las Vans negras que me regalaron cuando saqué buenas notas en el segundo trimestre.
-outfit-

En el pelo decido alisármelo con la plancha y recogerlo en una coleta alta

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En el pelo decido alisármelo con la plancha y recogerlo en una coleta alta.
Cojo mi móvil y mi cartera. Quizá se me antoje algo por el camino.
Le informo a mi madre que voy a pasear y, como siempre, pasa de mí olímpicamente. Es mi hermano quien me dice que tenga cuidado.
El día parece haber mejorado bastante, y comienza a salir el sol cuando ya me encuentro bastante lejos de mi casa, y me aso como un pollo. Opto por un helado de Oreo bien frío para entrar en calor, y la dependienta me mira como si me hubiese salido tres cabezas. En realidad, tiene motivos; hace una calor que flipas, y estoy con una sudadera y unos vaqueros largos.
De vuelta a casa, miro el cielo y está de un perfecto color azul claro, con nubes tan blancas que ahora sí que parecen algodón.
Decido caminar un poco más rápido para quitarme esta manta que me está dando una calor que ni el sexo me da.
Hablando de sexo...
Me agarran del brazo con firmeza pero suavemente, y me giro para ver quién es y Erloph me sonríe.
¿Pero éste no se fue de la ciudad?

—He escuchado por ahí que has cambiado bastante —me abraza—. Espero que de la manera que pienso —ríe.

Asciende las manos que se posaban en mi cintura de haberme abrazado hacia mi cuello y lo acaricia, estremeciéndome con su tacto.
Hace muchísimo que no le veo, pero su tez morena y sus ojos verdes no han perdido la chispa. Lo único que ha cambiado es la perspectiva y la intención con la que los miro.
Se separa de mi cuerpo para quedarse mirando mis ojos, teniendo que mirarle los suyos sin más remedio.
Mi mano asciende hasta el piercing que se halla en su labio inferior, haciéndolo rodar hacia abajo. Su mirada va directa a mis labios por primera vez. Nunca hizo algo parecido cuando estábamos juntos. Nunca.

—Sólo me dijeron que habías cambiado, y entendí que se referían a nivel psicológico pero, joder, estás buenísima.

Basta. No me hace falta nada más para juntarme con su cuerpo y enlazar mis labios con los suyos, posando mis manos a ambos lados de su rostro.
La imagen de Josh y Kate hace que me separe de él y que vea todos sus defectos, cuando antes sólo podía ver lo perfecto que se había puesto en este año sin vernos.
Parpadea los ojos, confundido, y me agarra del brazo cuando pretendía irme, subiendo y bajando su mano por él.
Me estremezco aún más. «Nazan hace lo mismo todos los días», me recuerda la mini yo de mi cabeza.
Bueno, pero supongo que hacerlo con Erloph es más grave, ya que es mi ex.
Me repito lo anterior tantas veces como me es necesario, y me conduce hasta su casa.
Es bonita y no tan grande, supongo que sólo él vive ahí. La fachada es de color amarillo claro, y me extraña que sea de ése cuando a él nunca le pareció bonito el amarillo. Pero bueno, supongo que vino hace poco y tampoco se quedará mucho tiempo.
Tantea en todos sus bolsillos y no encuentra las llaves, y comienza a ponerse nervioso. Le acaricio la espalda hacia arriba y hacia abajo, intentando calmarle. Entonces se acuerda de que están en la enredadera que tiene la fachada. Me río por ello y él me acompaña.
Abre la puerta y subimos escaleras, tantas que acabo agotada cuando subo y encuentro una cama, así que me tumbo en ella.

—No me digas que estás cansada porque tengo planes contigo.

Le sonrío y me levanto de la cama, y lo primero que hago es quitarme la putísima sudadera, que tengo el calor del Sáhara.
Su mirada obscena recorre cada milímetro de mi cuerpo, acompañado de su lengua humedeciendo el labio inferior.
Se pega a mí y comienza a besarme, y como puedo intento desabrocharle la camisa.
Torpemente se deshace de sus vaqueros, y tiene como objetivo quitarme los míos.
Me tumba en la cama y comienza a quitármelos, mientras me recuerdo que Josh y yo ya no somos nada, que prefiere a Kate antes que a mí. Pues que sean felices; total, me la suda.
Veo cómo intenta penetrarme, y no he escuchado rasgar ningún sobrecito. ¿Pretende dejarme embarazada?

—¿Y el condón?
—Qué condón ni qué hostias —gruñe, poniendo los ojos en blanco. Abro los ojos, estando un poco indecisa en si continuar o no después de esto—. Bueno, lo he intentado —susurra.

Vale, no me estoy enterando de nada, y me asusta.
Entonces abre un cajón donde todo lo que hay son condones, coge uno y se lo desliza por su sexo, para luego penetrarme.
Lo cierto es que no tengo sexo desde hace ya unas semanas y volver a sentir algo dentro de mí me acelera demasiado.

Salimos de su casa mientras me relata su vida en este año que ha estado fuera, y cuando me habla de una chica, comienzo a temblar. No, no quiero tener problemas con nadie, y tampoco el segundo plato del mismo.
Estaba sonriendo mientras me hablaba, pero al hablar de ella su rostro enfurece y sus puños se cierran con fuerza. No puede ser...
Comienza a informarme de que ambos serían padres de una niña dentro de seis meses, y ella estaba demasiado posesiva con el embarazo y que vino aquí para separarse de ella, porque tiene un punto psicópata en su personalidad. Tanto que destrozó toda una vajilla porque él le había dicho que tenía que ir a ver a su familia que se encuentra aquí. Tiene miedo de cómo puede reaccionar al saber que se quedará una semana y que aún no ha ido a ver a sus padres.

—¿Erloph con miedo? Tengo que verlo —me río para tranquilizarle—. No tengas miedo, el embarazo es demasiado complicado.
—¿Y ése es motivo para que actúe como una puta loca?
—Pues... —prefiero no responder—. ¿Por qué no vas a ver a tus padres y les dices que serán abuelos de una niña? —sonrío.

Niega con la cabeza repetidamente, tan seguro de su decisión que sonríe por ello. Frunzo el ceño.

—Porque no quiero serlo, y tampoco quiero que me echen la puta bronca del siglo por eso —se pellizca el puente de la nariz, pensando en qué hacer—. Tengo miedo.

Le sonrío y me abraza, y me parece sentir convulsiones de su parte. ¿En serio va a llorar? Apoyo mis manos en su pelo y lo revuelvo, llevando su cabeza hacia mi hombro y acariciándole la espalda. Se separa y me mira con ojos vidriosos, para luego colocar sus manos en mis mejillas y llevarse mi rostro hacia su boca para besarme. Me ha pillado por sorpresa, y noto sus labios más húmedos de lo normal, al igual que mi hombro izquierdo.
Oigo un ruido fuerte que proviene de la acera opuesta, me giro y me encuentro un móvil en ella roto, y su dueño al lado. Josh.
«Joder, puta mierda».

—A la mínima te lanzas a brazos de otro.

Y corre, corre calle arriba y se adentra a su casa, llorando.
Erloph no consigue entender nada. Ni que le importase.
Me despido de él y me dirijo a mi casa.

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