Capítulo 17

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—Cuéntame.

Abraham me está rogando con gestos que ponga la llamada en manos libres, tanto que me veo obligada a hacerlo, o no podré centrarme en lo que Josh quiere decirme.

—Respecto a lo de Kate... —sabía que iba a salir con esas, lo sabía—, lo siento. Me estuvo coqueteando y perdí la cordura. Y todo esto para no decir que ella fue la que me besó primero —esta última frase, la susurra tan bajo que me cuesta reconocer las palabras.

Me dirijo hacia la cama y me dejo caer en ella, y Abraham me imita, quedando tumbado a mi izquierda. Le suplico que me deje quitar el manos libres, pero me da miedo la expresión que me pone al decirme que no. Suspiro y paso mi brazo derecho por mis ojos, escuchando lo que Josh tiene preparado decirme.

—No pude asumir lo que había hecho, ni cómo pude hacerlo. Yo te quiero muchísimo y evitaría por todos los modos hacer algo que me conlleve perderte. No comprendo como fui tan idiota en dejarme llevar por aquella tía, no lo comprendo —¿está llorando? sus suspiros se entrecortan y me dan esa conclusión—. Lo siento, pequeña.
—Yo también tengo culpa en parte, o eso creo.

Al decir la frase, Abraham pega un salto y niega con la cabeza y con las manos, incluso con los dedos. No quiere que salga con esas. Asiento con la cabeza y él niega de nuevo, y se lleva las manos a ambas orejas.

—Ya... Erloph es tu ex y yo creo que no es igual de grave liarte con tu ex cuando tienes novio que con la mejor amiga de tu novia.
—No tiene porqué. Si mi novio se liara con su ex, me olvidaría de él en el sentido de que continúa sintiendo algo por ella, que no es el caso. Si mi novio se besa con mi mejor amiga... es el doble de infidelidad.

Abraham me aplaude en silencio, supongo que opinando igual que yo. Me abre los brazos para que vaya a abrazarle y voy hacia ellos tan rápido como lo haría con Nazan o Josh. Como lo haría antes... Me siento protegida y bien en sus brazos. Me doy la vuelta para apoyar mi espalda en su torso y cruza sus brazos por delante de mis pechos para pegarme más a él. Josh continúa hablando y creo que realmente me estoy hartando de su discurso.

—Lo siento pero yo no pienso así —eleva la voz y se arrepiente, hablando más dulce y bajo—. Lo que quería decirte es que si quieres quedar ahora para hablarlo.
—No puede.
—Abraham, ¿qué cojones has hecho?
—Acabo de colgar.

Tira el móvil en la cama con el suyo y, con toda la osadía del mundo, me besa. Pero ¿quién coño es este crío? Me retuerzo entre sus brazos pero, joder, está fuerte. Comienza a acariciarme los brazos como lo hizo hace unas horas, y mi mirada se gira hacia la mano derecha, pero con furia. Mis puños están cerrados y mi mandíbula apretada, y estoy que echo humos. Siento que el pulso se me acelera con la adrenalina de pegarle un puñetazo, e incluso de cargarme el móvil. Me gira y pasa sus manos por mi cintura, cogiéndome por ahí y elevándome. Ay la hostia, lo que daría por cargarme ahora mismo al que me está tocando.

—Mira, si estás intentando que me ponga cachonda, ni te molestes. Tengo un cabreo de la hostia, y sobre todo contigo.
—Oh, ¿y eso? —sonríe, el hijo de puta.
—Si no te quieres tragar mi puño, cállate.

Me mira pícaro y me besa. Introduce la lengua a presión y luego me besa el cuello. No entiendo a este puto tío, lo juro.
Comienza a succionar mi cuello y le largo una hostia.

—Lo que me faltaba. Ni se te ocurra hacerlo.
—Ya está hecho.

Me sonríe y dirige su rostro a mi pecho, moviendo su nariz de izquierda a derecha y viceversa para acariciarme. Ay joder, qué hostia le metía.

—Te gusta cabrearme.

Asiente en mi pecho. El cabreo no me permite sentir ningún placer, aunque me toque el puto clítoris.

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