Capitulo 8

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¡Hola!  Bueno, no es jueves de subir capítulos, pero como esta empezando la parte buena del fic, quería adelantar un poco. Sin más preámbulos, aquí esta el octavo capitulo. Gracias.

Draco se giró, intentando ver más allá de la luz, y pudo distinguir una figura allí donde su varita no llegaba a iluminar.

—Lumos lunae. — susurró y una bola de luz salió de su varita iluminando todo el lugar.

—No hacía falta, ya me iba a mostrar. — volvió a hablar. La luz iluminó al momento en que Dean Thomas salía de las sombras, acercándose a ellos tres— Se supone que ustedes son los malos. —sentenció.

—Créeme, lo seré si te acercas un paso más. —respondió el rubio apuntándolo con su varita.

—Draco, cariño, no seas tan duro. Él sólo está asustado. —comentó Narcissa. Draco rió.

—Dean Thomas asustado, ¿qué pensaría tu amiguito Potter de un cobarde como tú? Oh, cierto, ambos son lo mismo. —se burló, pero su madre le dio un pequeño golpe en el hombro y esta vez fue Dean quien rio.

Un segundo después la elfa llegó con la comida.

—Ven, querido, acércate. —dijo Narcissa. El joven gryffindor se acercó cauteloso y con algo de recelo. Sin embargo, al ver la abundante comida su estómago emitió un rugido. Desde la mañana no comía ni tomaba nada, y podía jurar que ya era de madrugada. Narcissa le ofreció la bandeja de plata y él tomo unas galletas y jugo de calabaza.

—Gracias. —susurró.

— ¿Cómo? Dilo más fuerte, Thomas. —dijo Draco, divertido.

—Se lo dije a tu madre, no a ti, hurón.

—Draco, debemos irnos —sentenció su madre.

—Me quedaré con Luna, se ve débil.

—Ella estará bien. El joven cuidará de ella y se asegurara de que coma ¿verdad? —se dirigió a Dean, este asintió.

— ¿Por qué hacen esto? —espetó el gryffindor —¿Cómo puedo confiar en ustedes si son mortífagos?

—Oh bueno, quizá porque estas comiendo nuestra estúpida comida, o por el hecho de que no te estoy asesinando en este preciso momento. —dijo Draco, acercándose a él. Su madre lo tomó del brazo y lo sacó de allí, un poco dolida por lo que su hijo había dicho.

Al día siguiente, volvió a bajar. Luna estaba despierta, y no se mostraba tan débil como la noche anterior.

—Luna —susurró él.

—Oh, Draco. —dijo, abrazándolo.

—Te sacaré de aquí, lo prometo. Te irás pronto. —susurraba mientras acariciaba su cabello.

— ¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué los dejaste entrar? —preguntó mirando a los ojos de Draco, intentando buscar algún vestigio de arrepentimiento. En efecto, lo encontró.

—No tenía opción. —respondió, bajando la mirada. Estaba avergonzado por los actos cometidos.

—Si la tenías... —susurró Luna.

Draco la miró y se alejó unos pasos.

—Te sacaré de aquí. —dijo con firmeza, acto seguido se marchó, tan rápido y silencioso como había llegado.

Los días transcurrían demasiado lentos para quienes estaban encerrados. Cada día, por la mañana y por la noche, Twinky les llevaba comida y agua. La elfa decía que era por parte de su ama, pero Luna mantenía la esperanza de que sea Draco quien quería mantenerla con vida, proporcionándole lo básico.

De Draco no supo nada, a pesar de que estaban en la misma mansión, él no aparecía desde el día en que ella le había pedido explicaciones sobre los mortífagos en Hogwarts. ¿Cuántos días habían pasado? ¿15? ¿20? Había perdido la cuenta ¿estaría su padre buscándola? ¿Seguiría con vida? Sí, por supuesto, esperaba que así fuera.

Narcissa bajo un día, examinó a todos los que estaban allí e intento sanar las heridas pequeñas.

— ¿Dónde está Draco? —preguntó Luna.

—Ha estado ocupado con su padre, pronto vendrá a verte. —respondió. — ¿Estas herida?

—No, gracias. Es una gran mujer. —dijo la joven. Narcissa le sonrió con dulzura.

Quizá pasaron diez días, o más, hasta que él volvió.

—Te traigo comida. —dijo. Luna le sonrió.

—Gracias.

—Dile al idiota de Dean que también es para él, para todos aquí. —ella asintió.

—Has vuelto. —susurró demasiado bajo.

— ¿Cómo? No te he oído. —dijo Draco acercándose, porque realmente no la había oído.

—Nada, ¿cómo has estado? —preguntó la ravenclaw.

—Ha comparación de ustedes he podido bañarme. —respondió riendo. Ella también rió. — ¿Y tú?

—Bien, bien... —contesto algo distraída. — ¿Cómo están Theo y Pansy?

Draco la miró con dolor en sus ojos y Luna sintió como el corazón se le estrujaba.

—Ven, siéntate. —dijo él, sentándose con la espalda apoyada en la pared. Luna se posiciono a su lado—. Theo... —al decir su nombre automáticamente su voz se quebró— Theodore... l-lo asesinaron.—dijo al fin.



Amistades peligrosas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora