El señor Tenebroso no se hizo esperar, llegó más rápido de lo que hubiesen deseado. Al enterarse de lo ocurrido las represalias para la familia Malfoy fueron peor que cualquier maldición imperdonable. Narcissa fue encerrada en el calabozo, luego de la cantidad incontables de crucios y otros tipos de torturas compartidas con su familia. Nadie podía bajar, ni aparecerse, ni siquiera Twinky, la elfa. Pasaría allí un tiempo, sin agua ni comida, hasta que su Señor diera la orden de que podía ser sacada de allí.
Lucius y Draco fueron torturados, aunque no les arrancaron ni un solo grito ni una sola lágrima. Eran Malfoy, no iban a darle el gusto a nadie de verlos sufrir. Hasta que se llevaron a Narcissa.
—Tómeme a mí, mi señor. Ella no tiene la culpa de lo ocurrido. —dijo Lucius, desesperado. Al ver el rostro de su madre surcado en lágrimas, Draco no pudo evitar llorar.
—Que débil eres. Tu hijo es igual a ti. ¿No te da asco vivir así, Lucius? —respondió el Señor Tenebroso.
—Yo lo haré. Déjeme allí, o máteme. Mi madre no puede estar encerrada en ese calabozo de mala muerte. —espeto con firmeza Draco.
Voldemort sentía asco por el amor que se tenían los Malfoy. Despreciaba el hecho de que a pesar de todo, eran una verdadera familia.
—Llévatela, Rodolphus. Enciérrala allí, y asegúrate de hacer los hechizos adecuados. —siseó con firmeza.
Inútil, así se sentía Draco. Su madre sufriría las consecuencias de su acto, porque era su culpa que Potter haya escapado. Él no dijo nada, y lo sabía, sabía que eran ellos, por supuesto que lo sabía. Pero tuvo que hacerlo, tuvo que salvarle el pellejo a San Potter por Luna, para que pudiera ser rescatada. A demás, Draco no quería que Potter muriera ¿quién acabaría con el vil ser que los gobernaba entonces? Entre la desesperación de no poder ayudar a su madre, Draco pensó que al menos todos habían salido vivos, pero ¿qué si su madre moría? ¿Cuánto podría aguantar una persona sin agua ni comida? Temía que su madre se volviera loca, o que él mismo lo hiciera.
Luna llegó sana y salva a la casa de Bill y Fleur Weasley. Sabía que Draco tuvo algo que ver con su huída, por lo que Harry le comento. Sin embargo, temía por la vida de su amigo, y la de Narcissa, que la había ayudado en el momento más oscuro para ella. "Fueron una luz para mí" pensó Luna. Deseó con todas sus fuerzas que aquella luz no fuera vencida por la oscuridad que los oprimía.
Unos días después, Luna decidió volver a su casa, al menos para ver que sus pertenencias siguieran allí. Entró en la cocina de la casa donde Bill y Fleur desayunaban.
—Buen día. —dijo, risueña.
—Hola Luna —respondió Fleur— ¿Quieres jugo de calabaza, té o alguna otra cosa?
—Tomaré jugo, gracias. Bill, ¿sabes algo de mi padre? —preguntó mirando al muchacho que leía el Profeta frente a ella.
—Mi padre solo me ha dicho que posiblemente este en Azkaban. Lo más probable es que salga de allí una vez que quién-tu-sabes sea derrotado. —respondió con sinceridad.
—Oh... Esperemos que sea pronto. —se limitó a contestar. ¿Volvería a verlo algún día? ¿Soportaría su padre la constante frialdad de los dementores? Temía que su padre sufriera, que su padre se volviera demente, temía por la vida de Xeno, pero no se permitía demostrarlo porque no quería recibir lastima de los demás.
—Estoy muy agradecida con ustedes. —dijo, risueña y sonriendo. —He decidido que hoy volveré a mi casa.
—Luna... no creo que sea lo correcto. —comentó Fleur con el acento tan perfecto, característico de ella.
—Te acompañaremos. —sentenció Bill.
—No es necesario. Iré a ver si nuestras cosas están allí, quizá alguien se las ha llevado. No deberían preocuparse. —su voz sonaba convincente.
Fleur sentía un especial cariño por Luna, su cabello rubio le recordaba a su hermana menor, y la voz de Luna, tan soñadora, tan adorable, le encantaba. Si algo le ocurriera, pensó, no podía permitirlo.
—Deja que Bill te acompañe. Vuelve luego, o te quedas, pero al menos déjalo ver todo este bien. —asintió con la cabeza.
—De acuerdo. —finalizó la joven ravenclaw, dando un sorbo a su vaso de jugo.
Esa misma tarde se aparecieron en su casa. No esperaba ver todo así. Su hogar estaba todo destruido.
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Amistades peligrosas.
Random«-Lunática, las criaturas de mi cabeza me han pedido que te invite a nuestras mesas. Si es que eres capaz de pasar una clase junto a las serpientes. -dijo, con una sonrisa de lado en su rostro. - ¿Tú también crees en ellos?» ¿Qué pasaría si Luna Lov...